Ciudad de México, noviembre 22, 2024 05:04
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En Xoco, entre edificios modernos y circuitos viales, hay un legado milenario

Xoco es todavía, y a pesar de todo, un pueblito grato y pintoresco; sus tres mil habitantes aun conservan muchas de las costumbre de sus antepasados y la sociedad local gira en torno del templo y las fiestas religiosas encabezadas por la mayordomía, una institución ancestral. Con el paso de los años el barrio de sólo ocho irregulares manzanas se ha visto acotado por grandes avenidas, cercenado por nuevas construcciones e invadido por instalaciones como la Cineteca Nacional, el Instituto Mexicano de la Radio, el edificio corporativo de Bancomer, y la Sociedad de Autores y Compositores de la Música. No obstante, aun se puede caminar por sus estrechas callejuelas sin banquetas, en las que todavía subsisten casonas, huertas y comercios –como los tendejones, la carnicería, la mercería, la papelería, la lechería, la pulquería, la peluquería–, que mantienen su apariencia pueblerina, subrayada por su extenso, centenario e histórico panteón. Hoy el viejo barrio está amenazado como nunca.

En Xoco, “lugar de frutas agrias”, se encuentran los más remotos antecedentes de lo que hoy es la delegación Benito Juárez. Ahí, en un montículo conocido como El Cerrito, se encontraron en 1935 vestigios pertenecientes probablemente a la cultura Teotihuacana y muy anteriores a la civilización mexica. Entre esas piezas había figuras de cerámica, tepalcates y cuchillos de pedernal y obsidiana. También se encontraron numerosos restos humanos. A la llegada de los españoles, en el siglo XVI, Xoco era una población indígena ribereña del lago de México. Luego se contaría entre los varios pueblos y barrios incluidos en el señorío de Coyoacán que fue otorgado a Hernán Cortés.

En el siglo XVIII se estableció la hacienda de Xoco, productora de trigo, que suministraba pasto a los habitantes de San Andrés de la Noria y de San Pedro para alimento del ganado. También se fabricaba vino y se alquilaban yuntas para la siembra del maíz y la cebada. En 1908 el pueblo pasó a ser barrio de Xoco, donde se cultivaban maguey y proliferaban los expendios de pulque. Uno de los más famosos era La Fuente Embriagadora, ubicada en la calle Real del pueblo, propiedad de don Gonzalo Herera.

El templo de San Sebastián Martir, edificado en 1663, se ubica en el centro del antiguo pueblo y consta de una sola planta rectangular de muros de mampostería y tezontle, con techado de terrado y forro de tejamanil. Su fiesta patronal se realiza el 20 de enero y la fiesta grande o del Santo Jubileo, el 20 de abril. E incluye juegos mecánicos, quema de diablitos y toritos, castillo pirotécnico y música de banda, marimba y mariachi. Actualmente la colonia Pueblo de Xoco, que así se llama, colinda al norte con el Eje 8 Sur Popocatépetl, al sur con el circuito interior Río Churubusco, al este con la calzada México-Coyoacán y al oeste con la avenida Universidad.

El panteón de Xoco, que originalmente perteneció a la delegación de Coyoacán, cumple ya 100 años de historia. Es uno de los pocos cementerios civiles que hay en la capital y el único camposanto de la actual Benito Juárez. Como recuerda la historiadora Margarita Martínez Domínguez, durante este tiempo se han enterrado ahí algunos personajes –no reconocidos siempre en la historia nacional–, como fue José Cabrera Alducin, fundador del Frente Unido de Trabajadores del Volante, y Ricardo Ortiz Trejo, quien murió asesinado en defensa de la democracia. Pero el acontecimiento histórico más importante ocurrido en este cementerio fue el asesinato del senador Belisario Domínguez, ocurrido el 7 de octubre de 1913. “Los esbirros de Huerta lo apresaron en el Hotel Jardín, lo llevaron al perímetro del panteón de Xoco y lo asesinaron. Ya muerto, pero no conformes, el eminente cirujano Aureliano Urrutia procedió a cortarle la lengua para escarmiento de la oposición al régimen…”

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