Con 'El Paciente Interno', vecino de Mixcoac lleva al cine la increíble historia del hombre que intentó matar a Gustavo Díaz Ordaz
A sus más de setenta años, Carlos Castañeda vaga por las calles de la ciudad más grande del mundo. De su nombre hay que creerle, pues no porta identificación y se conforma con llevar una tarjeta de cliente de farmacia. Carga en una bolsita de plástico pasta de dientes comprada en Sanborns y un librito de oraciones, acaso el mismo que llevaba el día en que decidió vengar la memoria de los mártires del 2 de octubre de 1968.
Don Carlos apenas titubea segundos antes de emprender un paso constante y algo zangoloteado, mientras hace muecas con la boca. La cámara –magistralmente dirigida por Alejandro Solar, cineasta y vecino de Mixcoac–, descubre por sus hombros encogidos que alcanzan a tocar la cabeza gacha, con barba rala, que se trata de un hombre que ha sufrido más allá de su pobreza. Al fin por eso es capaz de contar algo diferente sobre el Movimiento Estudiantil de hace 45 años.
Solar lo supo desde que leyó por primera vez acerca de él, en una serie de reportajes publicados en La Jornada. Con el apoyo de la UNAM –su universidad– decidió hacer de la historia de Don Carlos su opera prima, ‘El Paciente Interno’, que ya ha ganado festivales en México y el extranjero y será estrenada este viernes 4 en 12 salas de la capital. Con una realización impecable, Solar logra la apreciable combinación que hay en un documental sólido: Informar (revelar) y estremecer a la vez para despertar la rabia y el llanto bien encausados.
‘El Paciente Interno’ habla de cómo hace 43 años, cuando tenía 29 de edad, Carlos Castañeda tomó la decisión de matar al entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz. Juntó dinero, compró una pistola Luger. Estaba convencido de una misión confesional: influido por un libro que habalaba del buen “cristero” pensó que debían ser vengados los estudiantes asesinados en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco.
No lo planeó demasiado. Le bastó enterarse que el 5 de febrero de 1970 el Presidente encabezaría un acto en el Monumento a la Revolución. Fue a buscarlo. Pero se atemorizó con la multitud y se alejó a una calle adyacente. Repentinamente se encontró con los vehículos de la comitiva oficial y decidió actuar, sin percatarse cuál sería el auto del Presidente. Disparó y atinó, pero al vehículo del entonces Secrteario de la Defensa, Marcelino García Barragán… Le salió caro: Torturas, confesiones forzadas y 23 años de reclusión en un manicomio infame, sin que nadie diera seguimiento a su caso. Lo demás hay que verlo en la película.