JUVENTUD COMO SISTEMA / 19 de septiembre
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DINORAH PIZANO OSORIO
Para quienes habitamos en la Ciudad de México, el 19 de septiembre nos transporta a escenas de profundo dolor, miedo, angustia, incertidumbre. Los sismos acontecidos en 1985 y 2017 marcaron para siempre la memoria colectiva y la historia moderna de la capital. Como salida de un guión cinematográfico, la tétrica coincidencia de la fecha dota a los episodios de más elementos para las anécdotas y reflexiones.
Fenómenos de la naturaleza, impredecibles, imparables, sin rango de magnitud y que nos ponen a pensar en cómo la organización de nuestra urbe consiste en un proceso inacabado, sostenido y transversal a la cotidianidad misma. Simulacros, brigadas de protección civil, puntos de encuentro, zonas de seguridad, colaborar en todas las prácticas que pueden ser la exacta diferencia entre mantener o perder la vida.
Este miércoles, al participar del simulacro que tuvo lugar en la ciudad fue imposible sustraer el recuerdo. Para algunos se dividió en dos etapas de vida, en los más jóvenes la remembranza únicamente alcanzó un año. Con independencia de la referencia en la memoria, considero importante resaltar para no olvidar la manera en que como ciudadanos reaccionamos ante la adversidad.
Una tragedia cuyas consecuencias aun podemos observar en diversos puntos de la ciudad, proveyó a una generación completa de herramientas y marcos referenciales. Palabras como asertividad, solidaridad, compañía, fraternidad, compromiso, se llenaron de significantes durante los días posteriores al 19 S. Es preciso que no se diluyan y propiciar nuevamente el humor colectivo que impregnó las calles en los días posteriores al sismo, pues muchas familias continúan inmersas en la penosa ruta de vivir en albergues, buscar la reparación de daños, recuperar documentos de identidad para, en la medida de lo posible, volver a la cotidianidad. Asimismo es fundamental que los encargados de atender desde las instituciones formales a la población damnificada asuman la responsabilidad que les corresponde hasta finalizar con todos los trámites y circunstancias.
Respecto a las políticas de carácter público que pueden ayudar a disminuir los impactos de lo imprevisto, valga resaltar la siguiente cifra cuya fuente es el Centro Nacional de Prevención de Desastres: 93 por ciento de los municipios del país no cuenta con un reglamento de construcción. En buena parte del territorio nacional el problema ya ni siquiera es el incumplimiento de la ley, sino que ésta no existe para un menester de tal delicadeza como las nuevas edificaciones. Es deseable la existencia de un marco legal pues como país necesitamos disminuir riesgos que devienen en tragedias.
Finalmente, recupero lo dicho en días pasados por el representante de la ONU-DH en México, Jan Jarab, en relación a las labores de reconstrucción y recuperación de la capital mexicana: “La atención no puede ser condicionada por la afiliación política, apoyo electoral o consentimiento ante ciertos proyectos. El sector empresarial puede tener un rol complementario fundamental en el apoyo después de los desastres, pero las autoridades no pueden transferir sus obligaciones a los entes privados”.