Ciudad de México, noviembre 21, 2024 20:08
Revista Digital Mayo 2024 Vida

Las nuevas rutas del corazón

En el pasado el ideal era casarse, aunque el matrimonio fuese insatisfactorio, la vida llena de penurias y desamores, pero casado, al fin y al cabo. Hoy se desafían las normas en la búsqueda del amor.

POR MELISSA GARCÍA MERAZ

A Mercedes le preguntaron por qué se había divorciado a los 65 años. “Por fin puedo ir al supermercado y comprar lo que quiera”. Esa frase retumbaba en sus oídos. Ahora su historia parecía relevante; afirmaba que ya no recibía más golpes, no más insultos, ni tampoco órdenes. Podía llegar a un supermercado, encontrar uvas y comprarlas, pan y comprarlo, sin tener a alguien detrás diciéndole qué hacer o por qué. De hecho, una gran sonrisa se dibujaba en su rostro.

Últimamente, algo más había rondado sus pensamientos. Nunca se había imaginado que alguien quisiera escucharla, que alguien quisiera saber por qué era maravilloso divorciarse a los 65 años. ¿Cuándo empezaron las personas a ver el divorcio de forma positiva? Hacía solo unos años que su madre había vivido muchos años sintiéndose culpable por un matrimonio fallido; casada, sí, pero con la pesadez de no ser feliz. En realidad, Mercedes nunca había visto a su madre feliz; había sido una gran madre en casa, cocinando, lavando ropa, atendiendo todo, pero, en realidad, creía que nunca había sido feliz. Por un momento, su sonrisa se desvaneció al pensar en aquella figura gris que había sido su madre durante tantos años.

Inclinó la cabeza, como si al hacerlo pudiera liberar sus pensamientos. Se centró nuevamente en su propia vida y sonrió; era momento de salir a dar una caminata, ¿a dónde? A donde sus pasos la llevaran, esta vez sin ningún mandato o instrucción que seguir.

¿Qué ha pasado en los últimos años que nuestra percepción sobre el divorcio ha cambiado? Solo en las últimas décadas, hemos visto cambios notorios en las dinámicas sociales. De hecho, y más atrás podemos visualizar cómo durante el siglo XIX y principios del XX, hubo una redefinición de los roles de género, con las mujeres ingresando al mercado laboral, aunque enfrentando oportunidades desiguales en comparación con los hombres. Además, se registró un notable declive en las tasas de natalidad y se ha evidenciado un cambio en la concepción de la familia, con la familia nuclear tradicional siendo reemplazada por configuraciones más diversas, como las familias monoparentales o reconstituidas. Así como un cambio en todas las áreas de la sexualidad, desde la orientación hasta la identidad.

Estos cambios y la vorágine que presentan ponen a los individuos en entramados relacionales de los cuales no siempre saben qué esperar. Al menos, se piensa, en el pasado el ideal era casarse, aunque el matrimonio fuese insatisfactorio, la vida llena de penurias y desamores, pero casado, al fin y al cabo. Los hijos y el ideal de hogar podían ayudar a fomentar ese calor del núcleo familiar. Aunque, en el fondo, el sin sabor, la amargura y el dolor estuvieran presentes también, dictada por las abuelas como la pesada cruz que se llevaba a cuestas, pero ¿es esto deseable ahora? ¿Realmente el ideal de un matrimonio feliz, aunque solo sea ideal, podría seguir siendo tan importante en este siglo como en el pasado? La respuesta parece ser que no; cada día más personas se rebelan ante las normatividades de permanecer en matrimonios insatisfactorios y deciden seguir sus propios pasos en solitario. Aunque solitario es un decir porque las amistades y los círculos familiares y de regocijo parecen jugar un papel decisivo en estas nuevas configuraciones.

Dentro del análisis socio antropológico, no puede dejarse de lado que estos cambios pueden verse desde dos perspectivas. Por un lado, una visión conservadora que los percibe como una ruptura o fragmentación de la familia tradicional, y por el otro, una visión más liberal que los visualiza como un proceso natural hacia relaciones más flexibles y democráticas. No se trata aquí de pensar que por ello somos individualistas o egoístas, al contrario, se trata de encontrar nuevos caminos hacia la felicidad que no siempre son caminos solitarios porque podemos escucharlos y verlos en otros, hombres y mujeres que realizan caminos similares. Melucci aporta a este debate argumentando que la individualización es un proceso donde las personas se constituyen a sí mismas, aprovechando recursos y capacidades para construir su identidad, un proceso facilitado por las oportunidades que la sociedad moderna ofrece.

Sin embargo, a pesar de las libertades que la individualización puede ofrecer, también conlleva desafíos, como la ansiedad que surge de la multitud de opciones disponibles. Lipovetsky va más allá al sugerir que esta individualización ha promovido una superficialidad y un narcisismo en la sociedad moderna.

En México, la dinámica matrimonial está cambiando notablemente, reflejando tendencias distintas en la duración de los matrimonios y las preferencias de unión de las parejas jóvenes. Según estadísticas del año 2021, el 31.2% de los matrimonios se disolvió legalmente después de 20 años, mientras que el 46.6% duró entre seis y veinte años, y el 20.7% tuvo una duración legal de entre uno y cinco años. Solo el 1.2% de los matrimonios duró menos de un año.

Paralelamente, las generaciones jóvenes en México están optando cada vez más por uniones libres en lugar de matrimonios formales. Entre 2008 y 2018, la proporción de mujeres jóvenes (de 15 a 29 años) casadas disminuyó de 59.7% a 42.8%, mientras que aquellas en unión libre aumentaron de 40.3% a 57.2%. Este cambio es aún más marcado entre las adolescentes de 15 a 19 años, donde el matrimonio temprano ha disminuido significativamente. De 2014 a 2018, el porcentaje de mujeres jóvenes (de 20 a 24 años) que se casaron o unieron antes de los 18 años cayó de 37.4% a 20.8%. Estos cambios reflejan una transformación en las normas sociales y económicas, con un creciente reconocimiento de los matrimonios infantiles como una gran problemática persistente en el país.

Con ello, la visualización es clara: nos enfrentamos a cambios abruptos que se han gestado durante décadas. El cambio se abraza con júbilo, pero también con miedo y, a veces, con resistencia. El futuro nos alcanzará con más cambios que afectarán la forma en que nos relacionamos, cómo amamos y cómo pasamos del amor a la amistad y al olvido.

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