Ciudad de México, abril 6, 2025 23:22
Ana Cecilia Terrazas Dar la Vuelta Opinión

DAR LA VUELTA / Pensión hormonal del bienestar

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

El ejercicio provoca una producción en cascada de las llamadas hormonas del bienestar; dopamina, serotonina, oxitocina y endorfina.

POR ANA CECILIA TERRAZAS

Es factible que haya más de un centenar de “gimnasios” o espacios especializados en hacer ejercicio físico en la alcaldía Benito Juárez. Tan solo privados, de cadenas fuertes, habrá unos 40 y no parece que les vaya nada mal. Abajo de puentes y en parques, también se ven menos vandalizados que utilizados muchos aparatos que se han puesto ahí para que la gente no olvide ejercitar el cuerpo.

La sociología del gimnasio, del espacio en donde la gente va a hacer ejercicio, es fascinante. Hay de todo, pero lo que no encontraremos ahí es a alguien que haya decidido ignorar a su cuerpo. Entre la variedad de personalidades encontramos el extremo narcisista que se autofascina con cada milímetro que de su músculo ve crecer y también el otro polo de quien ya, en una situación de total sarcopenia, flacidez u obesidad, decide no abandonar al cuerpo más y empezar ese camino de aumentar masa muscular, quitar grasa, mejorar condición, ser más fuerte y flexible, lidiar con esa disciplina diaria que exige el ejercicio físico.

Hacer ejercicio, por obvio que suene, le cae de maravilla al cuerpo que, sobre todo en ciudades como la de México, se vuelve ultrasedentario. Lo más importante es que, hacer ejercicio, cae como de fantasía al alma, a las emociones, a la psique. Como seguro sabe el lector de este espacio, el ejercicio provoca una producción en cascada de las llamadas hormonas del bienestar; dopamina, serotonina, oxitocina y endorfina. A veces, esa producción se da de manera súbita y repentina y se agota pronto por lo que, los cuerpos de los ejercitantes, ávidos de esas sensaciones, regresan una y otra vez al gimnasio.

Entre los negocios capitalinos que parecen no andar algo estancados hoy en día están pues los gimnasios. Aunque claro, se entiende por los datos de arriba que es un negocio muy competido y que amerita gran inversión.

El personal de piso de las pesas, de los gimnasios comerciales, parece que es otra historia. Una se dará cuenta que, ese tipo de personal batalla con no discriminar a la clientela ayuna de cuerpo fornido; entre más jóvenes son, además, carecen de una mirada clínica, compasiva, comprensiva o psicológica respecto de las indicaciones que dan al primerizo, débil o flácido alumnado.

Sin embargo, la banda de maestras y maestros de clases fijas es otra historia. Por ejemplo, en el muy socorrido y popular Sportsworld Manacar, las clases son absolutamente singulares. Son ofrecidas por profesionales, encantadores, comprensivos, gente que parece nunca agotarse y verdaderamente disfrutar lo que hacen; todos o casi todos (no me ha tocado caso contrario) son francamente amables. Hazím, Alejandro, Wendy, Nohemí, Dany, David, Roberto, Néstor, Juan Carlos (no he tenido clase con alguien más). Capitaneados por una líder nata dedicada a punta de sonrisas, saludos, atención y buena vibra a no perder un solo cliente potencial, Silvia Iglesias ha logrado que Josh, Arturo, Paulina, Yorch, Polo, Aarón, Alexis, Raymundo, Perla y muchas personas más entre quienes ahí laboran, sonrían, comprendan, traten bien y entusiasmen a las personas inscritas para que sigan y sigan (pagando mensualidad y cuidando su organismo a través del cuerpo).

Darse la vuelta a diario por el gimnasio no es fácil, pero significa no claudicar a movernos, fortalecernos, ganar condición e intentar ser más flexibles. El camino es cuesta arriba, pero al final está asegurada esa cascada de alegría por derrame hormonal y esto siempre vale la pena.

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