Ciudad de México, noviembre 9, 2024 03:31
Opinión Francisco Ortiz Pinchetti Revista Digital Noviembre 2021

El panteón de San Lorenzo

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En el atrio de la antigua capilla franciscana erigida en lo que fue el pueblo originario de Xochimanca, en la actual colonia de Tlacoquemécal del Valle, existió un cementerio que a mediados del siglo pasado fue desmantelado por órdenes del entonces regente del Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu…

POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

Pocos saben que en lo que es hoy el parque de San Lorenzo, en la colonia Tlacoquemécatl del Valle de la alcaldía Benito Juárez, existió hasta mediados del siglo pasado un cementerio.

Estas vísperas del Día de los Muertos es buena ocasión para recordarlo.

El camposanto ocupaba parte del atrio amurallado de la capilla de San Lorenzo Mártir, un templo franciscano del siglo 16 que se conserva y es una auténtica reliquia, declarada monumento por el INAH desde 1930.

Antiguamente esa comunidad original llevaba el nombre de San Lorenzo Xochimanca, que se supone data de hace al menos 400 años.  A principios del siglo 20, el templo y su atrio estaban rodeados por una serie de ladrilleras, en las que se fabricaban esos elementos utilizados en la construcción. Debido a esa actividad, con los años se formaron grandes hoyancos en el terreno.

La capilla de San Lorenzo Mártir, en la actualidad.

En las inmediaciones,  al igual que otras zonas aledañas, había numerosas huertas de capulines, perones y membrillos, que eran llevados por la calzada de San Agustín de la Cuevas (hoy calzada de Tlalpan), hasta su venta al portal de las flores a la Ciudad de México.  De las antiguas casas del pueblo de Xochimanca sólo queda una, hecha de adobe, que fue la escuelita de la comunidad hasta finales de los años ochenta, hoy sede de un restaurante de sushi.   

Pues bien durante los años cincuenta del siglo pasado, cuando era regente del Distrito Federal Ernesto P. Uruchurtu, famoso por su mano dura, se decidió meter mano al viejo pueblo.  Se clausuraron las ladrilleras y sus trabajadores –muchos de los cuales vivían ahí mismo- fueron trasladados a los rumbos de Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa, donde se les entregaron casas de interés social.

A su vez, el panteón, que para entonces ya no estaba rodeado por muros, fue desmantelado. Los restos de los difuntos que ahí descansaban fueron llevados al nuevo cementerio de San Lorenzo Tezonco, donde recibieron sepultura. 

El terreno en torno a la capilla fue entonces convertido en un parque público, gemelo de otro que se arregló en los lotes que ocuparon las ladrilleras, ya aparejados. Ambos jardines estaban divididos por la calle Tejocotes. A principios de los noventas, esa calle se cerró y en su lugar se instalaron tres canchas deportivas: una de básquetbol, otra  de futbolito y la tercera de volibol. Y se integraron los dos parques en uno sólo, hoy conocido como parque de San Lorenzo. Está rodeado por las calles San Lorenzo, Fresas, Magnolias y Manzanas y está a escasos metros de la avenida Insurgentes Sur, a la altura del Parque Hundido.

Como curiosidad les contaré que cuando se hizo una remodelación de la capilla de San Lorenzo para ponerla en valor original, hacia 1992, encontré muy cerca del templo, en uno de los andadores del parque, una vieja lápida apenas cubierta con tierra. Era una de las tumbas del viejo panteón y seguramente ahí sigue. Las autoridades la cubrieron con pasto y la integraron al área enjardinada.

El panteón de San Lorenzo era antes de su desaparición el segundo en el territorio de lo que hoy es la alcaldía Benito Juárez. El otro es el de Xoco, en el pueblo del mismo nombre, que originalmente perteneció a Coyoacán.

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