Ciudad de México, mayo 8, 2025 17:23
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El humo del misterio: cómo el Vaticano anuncia al mundo si hay o no Papa

Antiguamente, el color era resultado del tipo de papel o paja que se añadía a las papeletas. Pero las confusiones —como la célebre vez que se creyó blanca una fumata que era gris— llevaron al Vaticano a adoptar una solución más química y precisa.


STAFF / LIBRE EN EL SUR

Desde la Plaza de San Pedro, miles de ojos se elevan al cielo vaticano en busca de una señal que no proviene del Espíritu Santo, sino de una estufa con siglos de historia: la chimenea de la Capilla Sixtina. Entre ritos milenarios y protocolos secretos, hay un detalle técnico que despierta tanta expectación como simbolismo: el color del humo.

Durante el cónclave —ese encierro solemne en que los cardenales deciden el nombre del nuevo Pontífice—, se producen dos tipos de humo. Uno negro, que decepciona a los fieles al anunciar que no hubo acuerdo. Y otro blanco, que enciende la esperanza: Habemus Papam.

Pero ¿de qué está hecho realmente ese humo?

La tradición ha evolucionado. Antiguamente, el color era resultado del tipo de papel o paja que se añadía a las papeletas. Pero las confusiones —como la célebre vez que se creyó blanca una fumata que era gris— llevaron al Vaticano a adoptar una solución más química y precisa.

Desde 2005, se utiliza una estufa electrónica especial al lado de la tradicional para garantizar el efecto visual. En el caso del humo negro, que indica que no hay aún un nuevo Papa, se combinan:

  • Perclorato de potasio,
  • Antraceno (un compuesto aromático),
  • Azufre.

El resultado es una humareda densa, negra y prolongada, diseñada para disipar cualquier duda desde la plaza.

Por otro lado, cuando por fin se elige al nuevo Obispo de Roma, se quema el voto definitivo con una mezcla que produce el humo blanco:

  • Clorato de potasio,
  • Lactosa,
  • Colofonia (resina natural).

El humo blanco no solo es más claro, sino más simbólico. Marca el final del secreto y el inicio del pontificado. Desde 2013, además del humo, se hace repicar la campana de San Pedro, para que no quede margen a error ni en el Vaticano ni en el streaming global.

Así, entre fórmulas químicas y siglos de liturgia, el humo del cónclave sigue siendo una señal del cielo… aunque ahora sea producto de una receta bien calculada.

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