EN AMORES CON LA MORENA / Ahogado el niño… ¡abrieron más pozos!
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Portada de LIbre en el Sur, con la fotografía de Isaac Esquive, de Cuartoscuro, octubre de 2017.
Después de todo lo taladrado, de lo hundido, de lo fracturado, ahora el gobierno descubre que podría aprovechar el agua que cae del cielo.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
La Ciudad de México se hunde. Y no es una metáfora: se hunde de manera literal, centímetro a centímetro, mientras la tierra cobra factura por décadas de abuso. Esto no es un error técnico ni una omisión menor: es un crimen institucional, sostenido en decisiones que, documentadas a lo largo del tiempo, demuestran una voluntad sistemática de perforar y vaciar el subsuelo.
Desde hace más de dos décadas, Libre en el Sur ha documentado cómo los hundimientos provocados por la extracción desmedida de agua han generado riesgos cada vez mayores. Si en los años noventa las alarmas se concentraban en el Centro Histórico, en el centro-oriente o nororiente, hoy el peligro se ha trasladado al corazón de las alcaldías centrales —Benito Juárez, Álvaro Obregón y parte de Miguel Hidalgo— donde edificios y cimientos, antes robustos, se agrietan sin tregua.
La herencia del gobierno de Claudia Sheinbaum, que se jactaba de un discurso científico y racional, se cristalizó en la inauguración, por parte de Martí Batres, de un pozo con capacidad para extraer un millón de metros cúbicos de agua al día. Ubicado en pleno Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) —el coloso modernista de Mario Pani, que ha resistido sismos por su impecable ingeniería— este pozo no solo amenaza el abastecimiento, sino que desencadena un efecto cascada en el subsuelo.
El respaldo científico es irrefutable. Un estudio reciente de especialistas del Instituto de Geofísica y del Instituto de Ingeniería de la UNAMarroja conclusiones contundentes: la interacción de fallas de deslizamiento lento bajo la ciudad está generando una sismicidad intensa durante meses, alimentada por la excesiva explotación de los mantos acuíferos. “El deslizamiento lento ocurre en la parte plana de la ciudad, debajo de sedimentos ricos en agua que promueven deformaciones sísmicas”, señalan los expertos.
Además, se define una región estable al oriente, donde las fallas están enterradas bajo sedimentos saturados de agua, propensa a la deformación sísmica, y una región inestable al poniente, donde las fallas se expresan geomorfológicamente, lo que la hace propensa a la radiación sísmica. Esta distinción es clave para entender por qué alcaldías como Benito Juárez o Álvaro Obregón están hoy bajo amenaza.
La relación entre la explotación excesiva del acuífero y los micro sismos no es una hipótesis: es parte del diagnóstico. Los investigadores advierten que la cuenca del Valle de México está sujeta a una extensión masiva de extracción de agua subterránea para satisfacer las necesidades de millones de personas, lo cual, citan, “se traduce en una de las tasas de subsidencia más altas del mundo”. Esa frase debería ser suficiente para detener cualquier perforación. Pero no lo ha sido.
Ya desde 2009, Libre en el Sur presentó, con base en estudios de la UNAM, el peligro sísmico que implicaba el boom de construcciones, especialmente en la extensión que va de la Colonia del Valle Norte hacia el Oriente, donde edificaciones pegadas unas a otras, pisos débiles y hundimientos anunciaban un futuro catastrófico. Y en octubre del 2017, tras el sismo del 19 de septiembre, el periódico publicó un cabezal que decía ¡…y no hicieron caso!, acompañado de la inolvidable fotografía de Isaac Esquivel (Cuartoscuro), en la que un rescatista alzaba con solemnidad el retrato enmarcado de un matrimonio, símbolo del dolor y la resistencia ante una tragedia anunciada.
El diagnóstico oficial de vulnerabilidad ya se había dado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal del 10 de abril de 1997, al identificar que 10 de las 56 colonias de la demarcación presentaban factores altos de riesgo. Pero, a pesar de las advertencias, los gobiernos han continuado perforando.
En octubre de 2023, la apuesta por la extracción volvió a reavivarse con crudeza. En Tlacoquemécatl del Valle, pese a estar protegido por leyes de salvaguardia —prohibido alterar la fisonomía del Parque de San Lorenzo, que además se ubica junto a una capilla del siglo XVI, una de las más antiguas de la ciudad— el gobierno pretendió nuevamente imponer un pozo de extracción. La comunidad se movilizó en una asamblea multitudinaria, reviviendo la férrea oposición que ya hace 15 años enfrentó al gobierno de Marcelo Ebrard.
Y también en Narvarte, en la emblemática glorieta de SCOP, el gobierno capitalino intentó instalar otro pozo. A unos metros de ahí, los dos sismos más devastadores de la historia reciente —1985 y 2017— volvieron inservible el edificio de la SCOP, que albergaba murales de incalculable valor patrimonial, que afortunadamente han sido removidos con éxito. Como si perforar ahí fuera una burla directa a la historia, a la memoria y a las heridas abiertas de la ciudad.
Y como si todo esto no fuera ya una tragedia documentada, hace apenas unos días, el periódico Reforma publicó en su titular principal que el gobierno central está analizando ahora un plan para captar agua de lluvia. Después de todo lo taladrado, de lo hundido, de lo fracturado, ahora descubren que podrían aprovechar lo que cae del cielo. Es como intentar apagar un incendio con el manual del extintor. Los niños no sólo se ahogaron, sino que encima abrieron más pozos sobre sus tumbas.
Y lo más indignante es que son los propios vecinos quienes tienen que organizarse para defenderse del gobierno, ese que debería ser el garante del medio ambiente, de la sustentabilidad y de la seguridad de su gente. Es el gobierno, no las inmobiliarias, el que perfora parques protegidos, glorietas simbólicas y suelos frágiles. Es el gobierno quien amenaza la tierra. La “izquierda” que nada ha hecho todos estos años para frenar el insultante desperdicico de hasta el 45 por ciento de agua clara y pura proveniente del sistema Cutzamala a través de los agujeros de las tuberías, que de por sí llega para contaminarse en una red secundaria de Ciudad de México, atrofiada. Y es la ciudadanía la que debe resistir, defender, documentar. Como si el enemigo llevara la bandera.
Y llegará el próximo sismo. Porque llegará. No lo queremos. Nadie lo desea. Pero llegará. Y cuando llegue, que no lo llamen desastre natural. Porque no lo será. Será la consecuencia de una tragedia construida, planificada y sostenida por décadas de irresponsabilidad, arrogancia e indiferencia.