Ciudad de México, noviembre 22, 2024 02:42
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Ahuehuetlán, el padre de Narvarte, una colonia cuya identidad ha sido trasminada por el 'desarrollo'

En el sureste del territorio que actualmente ocupa la Delegación Benito Juárez existió una comunidad originaria de pescadores, que sobrevivió durante la Colonia como importante centro religioso y acabó por ser devorada por el crecimiento de la ciudad a mediados del siglo pasado.

Omar Cervantes

En lo que hoy es la colonia Piedad Narvarte, en el sureste de la delegación Benito Juárez, existió una comunidad de pescadores de origen prehispánico. Estaba asentada en la ribera norte del actualmente entubado Río de la Piedad. Se llamaba Ahuehuetlán o Atlexuca y sobrevivió como pueblo originario hasta mediados del siglo 20.

Durante la Colonia, se distinguió por tener uno de los cuatro conjuntos religiosos católicos dedicados a una advocación de la Virgen María que se consideraban protectores de la ciudad de México. Esta advocación era, precisamente, la de la Virgen de la Piedad.

En 1564 se erigió ahí una ermita por encargo de Juan González y García, confesor del obispo Fray Juan de Zumárraga, obra que antecedió al templo de Nuestra Señora de la Piedad. Se dice que fue González y García quien tradujo las palabras del indio Juan Diego sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre de 1531 y que el sacerdote dominico –cuyos restos yacen en el altar mayor de la Catedral Metropolitana— se habría retirado a la ermita para llevar una vida de penitencia.

Se sabe que en 1595 el virrey le ofreció a los miembros de la orden dominica un terreno para asentar un convento de retiro, el cual con el paso del tiempo se convirtió en el Colegio Imperial de La Piedad y Porta Coeli, localizado en el pueblo de Ahuehuetlán, a un poco más de un cuarto de legua de la ciudad de México.

Este sitio se consideró adecuado ya que antes el canónigo y ermitaño Juan González lo había habitado hasta 1590 dejando tras de sí una buena reputación del sitio por sus obras, la orden toma posesión solemne de los terrenos el 12 de marzo de 1595, quedando como una vicaria de la parroquia de San Juan Tenochtitlán en la ciudad de México.

Más tarde, el nuevo virrey Luis de Velasco y Castilla autoriza al maestro general Hipólito María de Monterreal y al provincial fray Pedro Guerrero la construcción del convento, como anexo al templo.

Cuando el lago se fue desecando, el pueblo de La Piedad sobrevivió a orillas de un río que a la postre llevaría también su propio nombre y que fue motivo de no pocas calamidades para sus habitantes, pues era frecuente que sus aguas desbordadas inundaran grandes extensiones, como ocurrió en 1604. El poblado estaba comunicado con la capital virreinal a través de un sendero que a principios del siglo 17 se convirtió en calzada, la Calzada de la Piedad, un hermoso paseo según las crónicas.

El santuario y su tesoro adquirieron celebridad en toda Nueva España y fue así que se decidió la construcción de un nuevo templo en 1652, resguardado por los dominicos recoletos hasta 1858 cuando su orden fue suprimida. El paso de los años, las inundaciones, las convulsiones revolucionarias y la humedad de los veneros subterráneos minaron poco a poco la estructura del templo, hasta que fue inminente su derrumbe.

Para finales del siglo 18 la fama del templo era tal que se consideraba como uno de los bastiones de la ciudad, por lo que se le nombra en numerosas obras literarias como uno de los cuatro pilares de la ciudad de México. Con la guerra de Independencia, la población menguó considerablemente, al grado de perder su nombre indígena.

Es a mediados del siglo 19 que vuelve a aumentar su población con la construcción del Panteón Francés al otro lado del Río de la Piedad. Este río se formó al desecar el lago de Texcoco a mediados del siglo 18. Con la aplicación de las Leyes de Reforma el convento fue obligado a cerrar, dejándose únicamente el templo el cual sufrió ataques por parte de jacobinos del partido liberal.

El convento en realidad se redujo y funciono hasta 1800 en forma ilegal, aunque con conocimiento de las autoridades. En forma definitiva los antiguos templo y convento fueron demolidos a mediados del siglo 19. Una nueva Parroquia dedicada a Nuestra Señora de La Piedad, fue levantada cerca de ahí, en la actual calle de Obrero Mundial. La construcción, de estilo modernista, obra del arquitecto E. Langenscheidt, se inició el 11 de abril de 1945 cuando fue colocada la primera piedra por el Arzobispo Primado de México Luis María Martínez.

Por esas mismas fechas se construyeron en las inmediaciones de lo que fue el viejo pueblo de Ahuehuetlán el parque de béisbol del Seguro Social y el Centro Médico Nacional, además de que el Río de la Piedad fue entubado para posteriormente construirse en su cauce el Viaducto Miguel Alemán. En el terreno que ocuparon el convento y el templo originales se construyó en 1944 la famosa Octava Delegación de Policía del DF.

Pese a estar catalogado como Monumento por el INBA, el edificio fue demolido en 2014 sin respetarse su alto potencial arqueológico e histórico. Hoy ocupa su lugar un estacionamiento de la plaza comercial Parque Delta.

El lienzo milagroso

La imagen mariana que daba nombre al templo y convento dominicos de La Piedad debe su fama a la forma como llegó a México, a principios del siglo 17. La leyenda indica que, construido la iglesia y el monasterio originales, se comisionó a un fraile nombre fray Cristóbal Ortega para viajar a Roma a fin de resolver algunos de los asuntos de la orden en México. Como parte de su encargo, estaba el buscar un buen pintor que realizara un cuadro de la Virgen para el altar mayor.

El fraile encargó la obra, pero su autor no la terminó a tiempo y el religioso tuvo que regresar a la Nueva España con la pintura inconclusa, cuyo lienzo empacó cuidadosamente. En el trayecto, el barco fue envuelto por una terrible tormenta y, ante el peligro inminente, el fraile y los marineros se dedicaron a solicitarle a la Virgen su intercesión para evitar la muerte.

Todos se salvaron y terminaron el viaje. Ya en el convento, fray Cristóbal narró su aventura a sus compañeros y al terminar sacó el lienzo, que venía guardado desde Roma. Al hacerlo descubrieron que la obra estaba terminada, lo cual consideraron como un milagro, lo que dio mucha más fama a la iglesia de La Piedad.

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