Antes y después de ‘Libre en el Sur’
Durante los 20 años transcurridos desde la aparición de Libre en el Sur, tanto la Ciudad de México como la actual alcaldía Benito Juárez han sufrido catástrofes naturales y también transformaciones importantes, tanto en su fisonomía urbana como en su identidad y en su organización política y social.
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
(FOTOS: FRANCISCO ORTIZ PARDO Y FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI)
En 20 años ocurren muchas cosas. Una persona nace y alcanza la mayoría de dad en ese lapso. Una ciudad se trasforma físicamente, sufre catástrofes, crece, se moderniza. Una comunidad se organiza, defiende sus derechos, padece retrocesos, avanza, se reconoce.
Entre 2003, año en que nació Libre en el Sur, y este 2023 la capital mexicana prácticamente conservó su misma población. En aquel año, según el INEGI, tenía unos 8.6 millones de habitantes; hoy tiene poco más de 9.2 millones.
Se ha intensificado el tránsito de vehículos, estimulado su uso por políticas erróneas de las propias autoridades. Hoy en CDMX hay 2.8 millones de hogares… y 5.6 millones de autos circulando; es decir, en promedio hay dos vehículos por hogar. Hace 20 años eran apenas dos millones 566 mil, la mitad.
En nuestros primeros veintes, se introdujo un nuevo sistema de transporte, el Metrobús, que cuenta actualmente con siete líneas, y se construyó la fatídica línea 12 del Metro, la Línea Dorada, que colapsó el 3 de mayo de 2021 y causó 26 muertos y más de cien heridos. Otro cambio importante ha sido la introducción del servicio de renta de bicicletas conocido como Ecobici, la apertura de 292 ciclovías –que integran ya una red de más de casi 400 kilómetros–, y la adopción del programa de parquímetros en diversas zonas de la metrópoli.
También en materia de edificaciones habitacionales y de oficinas ha habido cambios notables, a partir precisamente del Bando Dos emitido por el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, para estimular el repoblamiento de las delegaciones centrales de la ciudad y desalentar el crecimiento de la mancha urbana. Actuales alcaldías como Cuauhtémoc, Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón se han transformado por la acelerada construcción de desarrollos inmobiliarios y edificios de vivienda en condominio que han sustituido a casas unifamiliares, en muchos casos con valor histórico o arquitectónico, e inclusive inmuebles clasificados por el INBA o el INAH que debieran ser intocados.
El Centro Histórico de la ciudad experimentó una restauración total en estas dos décadas. Esencialmente, se rescataron zonas históricas importantes, incluida la Alameda Central, el corredor cultural de la calle Regina –lamentablemente malogrado– y otras áreas aledañas. El Paseo de la Reforma se transformó definitivamente con la construcción de enormes rascacielos, como las torres Reforma, Bancomer y Torre Mayor. La segunda sección del Bosque de Chapultepec también fue objeto de una remodelación que aún no termina.
En el lapso se construyeron también nuevas vialidades, como los llamados segundos pisos del Anillo Periférico, además de varios distribuidores viales. Se desarrollaron parques lineales y se transformaron espacios deteriorados en nuevas áreas verdes como el Parque Bicentenario en Azcapotzalco y La Mexicana en Santa Fe, zona ésta última que ha experimentado por cierto un desarrollo inmobiliario espectacular.
Durante estas dos décadas, la capital sufrió los estragos de fenómenos naturales, particularmente los sismos de septiembre de 2017 que afectaron sobre todo su parte central. Y la pandemia de Covid-19, que causó la muerte según cifras oficiales de más de 44 mil 200 capitalinos, –que pudieran ser en realidad arriba de los 100 mil, según diversas estimaciones– y obligó a un confinamiento de sus habitantes que se prolongó por más de dos años. Esta circunstancia no solo implicó modificaciones físicas, como la invasión de banquetas por parte de establecimientos comerciales, sobre todo restaurantes, sino también en el comportamiento de su habitantes.
Las prácticas comerciales se han transformado y hoy proliferan las compras en línea y la entrega a domicilio, con la consecuente invasión de repartidores a menudo improvisados o irresponsables que a bordo de motocicletas violan normas y reglamentos. El ambulantaje, creciente, sigue siendo una lacra que afecta al comercio establecido y es a menudo fuente de insalubridad, corrupción y explotación laboral. Actualmente se estiman (INEGI) en más de millón 218 mil las personas ocupadas en la economía informal, en CDMX.
La inseguridad se convirtió en estos 20 años en el mayor flagelo de los chilangos. Los índices delictivos se dispararon en la primera década del siglo. Especialmente los delitos de alto impacto, el robo a comercio y a transeúnte y el robo de autopartes. La presencia del crimen organizado se hizo presente en la ciudad. Negado reiteradamente durante una década por las sucesivas autoridades, ha sido finalmente reconocido ante el avance de delitos como el secuestro y la extorsión, principalmente.
En materia política, nuestra ciudad vivió en el lapso que nos ocupa tres acontecimientos especialmente destacados: la consolidación de la democracia electoral y el respeto al voto, a partir de alternancia iniciada en 1997; la reforma política concretada en 2017 con la transformación del Distrito Federal en Ciudad de México como entidad autónoma, con un Congreso y una Constitución propios, y los resultados de las elecciones municipales de 2021, que significaron el triunfo de la alianza opositora en nueve de las 16 alcaldías de la CDMX, lo que marcó el fin de la hegemonía mantenida por Morena –incluida su versión perredista— en años anteriores.
Benito Juárez, que ha sido gobernada por el PAN durante todo este lapso, es la alcaldía con mayor Índice de Desarrollo Humano en la ciudad, y el segundo lugar en el país, según la medición anual de la ONU. También se ha colocado en las encuestas del INEGI como la demarcación capitalina en la que sus habitantes se sienten más seguros, lo que coincide con una importante disminución de la incidencia delincuencial a partir de la instauración del programa denominado Blindar BJ.
Esta demarcación es una de las que se han visto más impactada por el llamado “boom” inmobiliario propiciado por el ya mencionado Bando Dos. En la mayoría de sus 56 colonias, pero particularmente en la Del Valle, Nápoles, Álamos, Narvarte, Portales, Noche Buena y Mixcoac, la construcción de edificios de vivienda en condominio o corporativa ha significado la pérdida de zonas patrimoniales completas, entre ellos decenas de inmuebles de estilo Colonial Californiano.
En estos veinte años, en efecto, la población de Benito Juárez –que se había reducido drásticamente en las últimas décadas del siglo 20, luego de superar los 544 mil habitantes en 1980–, tuvo una recuperación: pasó de 360 mil habitantes en el año 2000 a 434 mil que tiene actualmente.
Ese acelerado desarrollo inmobiliario, mencionado antes, dio lugar también a abusos y corruptelas de los desarrolladores, en ocasiones coludidos como ocurrió en otras demarcaciones del DF con autoridades locales o centrales de la capital, tal cual lo documentó exhaustivamente y publicó en su momento Libre en el Sur. Asimismo, implicó la tala ilegal de miles de árboles que pudieron haberse conservado, destrucción de la que participo también el gobierno de la capital al arrasar espacios verdes y miles e ejemplares arbóreas para la introducción de las nuevas líneas del Metrobús, especialmente la ruta a lo largo de la avenida de los Insurgentes Sur en la que se talaron más de 800 árboles, y la construcción del tramo subterráneo de la Línea 12 del Metro.
Los efectos de la pandemia fueron muy evidentes en Benito Juárez. El más notorio de ellos ha sido la invasión autorizada de banquetas e inclusive carriles vehiculares en colonias como Nápoles, De Valle y Narvarte, que han modificado la fisonomía de esas zonas.
En cuanto a la actitud de los juarenses ante la emergencia sanitaria, hay que reconocer que fue ejemplar, lo que se evidenció en que fue una de las demarcaciones con menor índice de contagios y fallecimientos oficialmente registrados y la primera en cambio en el uso del cubrebocas. Al respecto, debe reconocerse que las autoridades de la alcaldía actuaron de manera muy oportuna y eficaz en la implementación de medidas preventivas. Fueron pioneras en la capital en la promoción reiterada del uso del cubre bocas, para lo cual se colocaron esos elementos preventivos en sitios emblemáticos de la demarcación, incluidas estatuas y efigies ubicados en los parques.
Colonias de Benito Juárez se cuentan entre las más afectadas de la ciudad por la gentrificación acelerada, lo que cada vez acentúa su carácter cosmopolita con la presencia de habitantes de muy diversas procedencias y nacionalidades, atraídos tanto por el desarrollo comercial e inmobiliario como por su privilegiada ubicación en el centro geográfico mismo de la capital de la República Mexicana.
Esta característica, por cierto, explica el hecho de que cada día más de un millón y medio de habitantes de otras demarcaciones visitan la alcaldía juarense –que tiene actividades comerciales estimadas en tres mil 350 millones de dólares anuales–, por motivos de trabajo, negocios, estudio, diversión, paseo o tránsito. Han surgido nuevos centros mercantiles, como Parque Delta, Plaza Patriotismo, Torre Manacar y Galerías Insurgentes y han proliferado pequeñas plazas comerciales además de decenas de grandes edificios corporativos sobre todo a lo largo de la avenida Insurgentes Sur, la que por cierto fue objeto de una atinada remodelación durante el gobierno de Miguel Ángel Mancera (202-2018) en la capital.
En cambio, desaparecieron en estos años sitios emblemáticos de la demarcación, como la panadería y cafetería La Veiga y el restaurante Los Guajolotes, y otros que a raíz de la pandemia y sus consecuencias tuvieron que cerrar sus puertas, como El Buen Bife, El Candelero, El Gallito y más recientemente Marie Callender’s.
Entre los cambios en la fisonomía urbana juarense destacan la construcción del deprimido de Río Mixcoac, un paso a desnivel que pretendía solucionar la saturación vehicular en la confluencia de Insurgentes Sur con el Circuito Interior, que encontró resistencia vecinal por sus efectos ambientales indeseables, así como el controversial conjunto Mitikah, con su torre de 267.3 metros de altura y 68 pisos (el rascacielos más alto de la ciudad hasta este momento) , que afectó irremediablemente y de manera grave una zona patrimonial como es el pueblo originario de Xoco, además de tener efectos ambientales como la tala ilegal de 68 árboles y el consumo de 211 mil litros de agua cada día, según investigación publicada por este medio.
Otro cambio notable fue la remodelación de varios de los principales mercados públicos de la alcaldía, entre ellos los de Tlacoquemécatl, San Pedro de los Pinos, Mixcoac y el “Lázaro Cárdenas”, en que se tomó como modelo el mercado de San Miguel, de Madrid, España. También ha habido cambios –no siempre afortunados– en parques públicos como el “Luis G. Urbina” (Hundido), Arboledas, Los Venados y Álamos. En general, durante los años recientes ha mejorado la atención a los espacios verdes y los 24 parques de la demarcación, la mayoría de los cuales fueron dotados de modernos juegos infantiles, aunque vecinos de varios de ellos reportan anomalías frecuentes por deficiencias de riego, recolección de basura, seguridad y mantenimiento.
Finalmente, y no sin esfuerzos, ha surgido una todavía incipiente identidad juarense y se ha manifestado una creciente, esperanzadora participación ciudadana en defensa de su entorno y sus derechos vecinales, proceso del que ha sido puntual cronista Libre en el Sur.