Ciudad de México, octubre 22, 2025 17:13
Vestigios

Cadereyta: donde el semidesierto resguarda tres siglos de Fe

La Plaza Principal, el corazón del Pueblo Mágico queretano, es el único sitio en la región que ostenta tres sorprendentes recintos sagrados, desde el barroco conventual hasta la discreta capilla de penitencia.

El alma cadereytense se vive en sus neverías de sabores exóticos como el garambullo y en las mañanas de mercado, donde las mujeres con rebozo son guardianas de la tradición y la gastronomía regional.

STAFF/LIBRE EN EL SUR

Por las calles empedradas de Cadereyta de Montes, el tiempo se estira, se vuelve perezoso y cálido, como la luz que baña la cantera de sus edificios coloniales. Este Pueblo Mágico de Querétaro, encajado entre la aridez del semidesierto y el inicio de la Sierra Gorda, es un tesoro de contrastes donde el fervor religioso se encuentra en cada esquina y el palpitar de la vida pueblerina nunca se detiene.

El corazón de Cadereyta es, indiscutiblemente, su Plaza Principal, un remanso arbolado bajo un cielo intensamente azul. Es allí donde la historia se vuelve tridimensional, custodiada por una monumental trilogía de templos que se alzan, uno junto al otro, como guardianes de la memoria y el arte sacro.

Sabn Pedro y Sanbn Pablo. El retablo portentoso.

Frente al quiosco, la imponente Parroquia de San Pedro y San Pablo marca el centro con su fachada barroca salomónica. Su construcción fue iniciada en el siglo XVIII (alrededor de 1726, y terminada en 1731) por los frailes franciscanos, quienes buscaron dotar al pueblo, elevado a cabecera de alcaldía mayor, de un recinto digno de su importancia.

La Parroquia se distingue por sus dos altas torres campanario y su portada de cantera labrada con profusión, donde nichos y columnas de fuste retorcido atestiguan el fervor artístico de la Nueva España. Su mole de piedra, solemne y robusta, ha visto pasar las procesiones, las fiestas patronales y los siglos, siendo el faro espiritual de la comunidad y el principal centro de la vida cívica y religiosa de Cadereyta.

A su lado, el Templo de la Santa Soledad, con su elegante sobriedad neoclásica del siglo XIX, parece rendir homenaje a la gran Catedral Metropolitana, buscando replicar una belleza monumental en la provincia.

Tesoro franiuscano. La fachada.

Este templo es más reciente, erigido hacia la segunda mitad del siglo XIX, y se caracteriza por la simetría y la calma de sus líneas arquitectónicas, en contraste con el dinamismo barroco de su vecino. Su interior suele albergar imaginería de gran valor, ofreciendo un espacio más íntimo y recogido para la oración diaria.

Pero es un tercer recinto, más pequeño y discreto, el que revela la intimidad y la tenaz profundidad de la devoción cadereytense: el Templo de la Santa Escala. De construcción de planta casi cuadrada o ligeramente octogonal, este es el lugar de la promesa silenciosa. La tradición oral sitúa su origen a finales del siglo XVIII o principios del XIX, como una réplica humilde, pero profunda, de la famosa Scala Santa de Roma.

Lo que hace a este pequeño templo único y envuelto en misterio es su régimen de apertura: sus pesadas puertas de madera permanecen selladas durante 364 días al año, abriéndose exclusivamente al caer la tarde del Jueves Santo. En ese momento, y solo entonces, los fieles se congregan para participar en un acto de profunda penitencia y devoción, ascendiendo sus escalones de rodillas en conmemoración de la Pasión de Cristo. El ritual, que simboliza el ascenso de Jesús al Pretorio de Poncio Pilato, no necesita grandes multitudes ni publicidad, solo la fe inquebrantable de una comunidad que entiende el sacrificio y la tradición, manteniendo viva esta costumbre única que subraya el fervor y el arraigo católico en este Pueblo Mágico.

La vida de un auténtico pueblo mexicano

La vida cotidiana de Cadereyta es una sinfonía de calma y sabores auténticos. Lejos del circuito turístico apresurado, el alma del pueblo se revela en el movimiento pausado de su gente.

Temprano, el bullicio se concentra en el mercado local. Es allí donde se puede observar a las mujeres, muchas de ellas portando el tradicional rebozo con elegancia, seleccionando el chile, el maíz o los ingredientes para la célebre barbacoa de borrego y los curados de pulque, especialidades de esta tierra. Sus conversaciones, sus risas y el roce de las telas crean una banda sonora inconfundible, vital y genuina.

A medida que el sol avanza y el aire del semidesierto se calienta, la plaza central se convierte en el refugio perfecto. Los lugareños, bajo la sombra de los árboles, buscan la frescura de la nevería tradicional. Este es el punto de encuentro por excelencia, donde las familias se reúnen y los niños corretean con las manos pegajosas. Es obligatorio probar las nieves con sabores exóticos y locales: la agridulce nieve de garambullo, el fruto de una cactácea, o la peculiar de biznaga, son el auténtico sabor de Cadereyta, un dulzor que solo esta geografía árida puede regalar.

En Cadereyta de Montes, la majestuosidad de sus tres templos no opaca la sencillez de su gente; al contrario, la enaltece. Es un pueblo donde la historia y el presente se beben a sorbos lentos, como un curado de pulque, y donde la promesa de un paisaje único, lleno de cactus y viñedos, está siempre a solo unos pasos de su centro histórico. Un lugar que invita a detenerse, a sentir el pulso tranquilo del Bajío y a llevarse el sabor inconfundible de su tierra.

Un destino al alcance del viajero

Ubicada estratégicamente en el centro-oriente de Querétaro, Cadereyta es una joya accesible. Desde la capital del estado, el camino es directo, tomando cerca de una hora en automóvil. Para quienes viajan desde la Ciudad de México, el trayecto es de menos de tres horas, convirtiéndola en la escapada perfecta. Al final del recorrido, el viajero se encuentra con un Pueblo Mágico que ha sabido conservar su aire de provincia, su fe de siglos y sus sabores únicos, resguardados por el cielo amplio del semidesierto.

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