CARTAS A LOS REYES MAGOS / Reinas Magas trabajando
Foto: Nathalie Iparraguirre / Pinterest
“Las peticiones a las reinas magas no son deseos estrictamente hablando. La ciudadanía pues no se mueve en el territorio de los deseos”.
POR ANA CECILIA TERRAZAS
Si hubiera una sola cosa que pedirle a las Reinas Magas este año, me parecería prudente hacerlo sobre algo que beneficie a todos y todas las de la comunidad inmediata, esto es, a quienes habitan la alcaldía Benito Juárez. También me parece que en esa línea de pensamiento más de una solicitud sería algo ambicioso de mi parte, así como habrá que acotar el requerimiento a algo medianamente factible. Cuando el editor Francisco Ortiz Pardo me propuso el texto, la cartita, lo primero que pensé fue en pedir que se supervisara y regulara mejor el paisaje sonoro; esto es, se tomara realmente en consideración la contaminación del ruido.
En esta alcaldía –me imagino que en todas– quien sea que se haga de un magnavoz, altoparlante o bocina, puede de inmediato poner su quiosco móvil o estand en el espacio público e ir invadiendo al ya de por sí abarrotado paisaje sonoro. Carros, aviones, tráilers, motores de motocicletas, músicos vernáculos, vendedores de cosas usadas, compradores de cosas usadas, tamaleros, abarrotes ambulantes, frutas y verduras ambulantes y hasta los puestos de Sabritas que ahora se colocan si lo necesitan los sábados y domingos afuera del Oxxo. Eso, sin contar alarmas, sirenas de patrullas vigilantas, sonidos blancos, reversas de tráilers, sonidos no tan blancos, cláxons que no tienen horarios hábiles, sino que pueden escucharse a cualquier hora del día o de la noche, sin piedad, sin tregua…
La comunidad que duerme, trabaja o procura vivir desde el hogar, como dicen en los Estados Unidos, indoors, debe ser receptora involuntaria de todos estos planos aurales que resultan, al final, estresantes, no deseados, un exceso.
Pero las peticiones son deseos y los deseos, psicoanalíticamente hablando, más bien lacanianamente hablando, “no son el apetito de satisfacción, ni la demanda de amor, sino la diferencia que resulta de sustraer el primero de la segunda” (Lacan, 1981, p. 287). El deseo es el excedente producido por la articulación de la necesidad en la demanda. El deseo toma forma cuando la demanda se separa de la necesidad”[1].
Las peticiones a las reinas magas, si seguimos esa definición, no son deseos estrictamente hablando. Además, pareciera que es algo un tanto fuera de moda, anacrónico o cuando menos inmaduro, el pedir un deseo. Las personas que se hacen responsables de sus actos, quienes ya están estables en sus responsabilidades, derechos y obligaciones; la ciudadanía pues, justamente no se mueve en el territorio de los deseos. No se pide, se exige y, a cambio, se da. Una se autolimita en el espacio público porque es de todos, no se expande como si fuera de una nada más. Así, una no pide a las reinas magas que deje de haber tanto insoportable ruido en la calle, en una colonia teóricamente residencial, sino que, idealmente, convierte eso que quiere o requiere en trabajo: habla con la comunidad, investiga qué dice el reglamento, denuncia, avisa, junta firmas, solicita a la alcaldía… en fin, todo eso que no viene con la facilidad del deseo que se cumple y ya, en un abrir de ojos, pero que a cambio es la única manera, civilizada, de que ocurran las cosas. Feliz día de reinas magas y ciudadanas.
[1] file:///C:/Users/acter/Downloads/journalsauthors,+La+diferencia+entre+necesidad%20(2).pdf