Del archivo Casasola: La muerte como parte de nuestra vida
Niños en el Panteón de Santa Paula. Foto: Hugo Brehme c. 1908
En estas fotos hay tres formas de ver la muerte
Es la festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
ADRIÁN CASASOLA
Todos los años celebramos la vida de las personas que ya partieron de la vida terrenal. Particularmente en nuestro país dichas celebraciones datan de varios siglos atrás, aunque en la actualidad coinciden con las celebraciones católicas del 1 y 2 de noviembre, días de Todos los Santos y Fieles Difuntos respectivamente. Tal y como sucede con otras festividades en México, son mezcla de nuestra herencia indígena y la tradición católica europea a partir del siglo XVI.
La veneración y recuerdos a los difuntos se expresa de muchas formas: desde ofrendas con sus comidas y bebidas favoritas al lado de sus tumbas y que en muchos casos son auténticos manjares, hasta ofrendas adornadas con fotografías, copal, regalos y adornados con la flor que siempre asociamos al Día de Muertos, la flor de cempasúchil.
Ha sido tal la difusión que se les ha dado a estas celebraciones, que son mundialmente conocidas, al grado que en el año 2008 la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de La Humanidad. Tal vez como en ninguna otra celebración durante el año, existen diferentes formas y rituales para celebrar a nuestros muertos dependiendo del estado o zona de la República Mexicana donde nos encontremos. Lo importante es recordarlos y mantener viva su memoria.
Mención aparte merecen las ilustraciones del maestro grabador José Guadalupe Posada que resultaron muy eficaces como crítica directa a la desigualdad social existente durante el período porfirista, quien plasmaba a través de sus famosas calaveras y Catrinas la sátira política que sirvió como un estandarte contra las clases altas y los abusos de poder. Estos personajes, acompañados de letras de canciones, corridos o historias populares llegaron para quedarse en el inconsciente colectivo de nuestro país y nos ha hecho entender de otra forma la figura de la muerte.
Las tres fotografías que presentamos a nuestros lectores hablan por sí mismas de tres formas de ver la muerte. Unos niños jugando con huesos en un panteón abandonado sin sentir temor. Un hombre que vende representaciones de la muerte. Y un caudillo al que tal vez nunca se le vio llorar en público más que por la muerte de una persona con la que luchó conjuntamente para cambiar el rumbo del país.
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