La Divina Infantita, el tesoro de Nativitas
La imagen. Foto: Especial
Un legado franciscano que data de 1585
El templo colonial de Santa María de la Natividad, en uno de los barrios más tradicionales de BJ, guarda una imagen única que representa a la Virgen María niña, la cual es especialmente venerada durante todo el año.
STAFF/LIBRE EN EL SUR
En los terrenos que actualmente ocupan las colonias Nativitas y Niños Héroes de la actual alcaldía Benito Juárez, se asentaba a la llegada de los españoles una comunidad originaria llamada Tepetlalzingo, en la que los misioneros franciscanos edificaron una capilla y convento dedicados a la Natividad de la Virgen María, en 1585, y que hoy constituye uno de los tesoros históricos menos conocidos de nuestra demarcación. Ahí se venera una imagen de la Virgen Niña.
Quizá por la notoriedad histórica y arquitectónica que alcanzaron los templos de Santo Domingo de Guzmán, en Mixcoac, y de la Santa Cruz, en Atoyac, su contemporánea la iglesia de la Santa María de la Natividad, en Nativitas, ha quedado relegada y es desconocida para la mayoría de los habitantes de la alcaldía Benito Juárez. Por eso, redescubrir esta capilla original del siglo XVI, reconstruida con tezontle y cantera en el siglo XVII, resulta todo un hallazgo, sobre todo en estos tiempos en que a pesar de la comercialización desmedida de la Navidad siguen siendo para muchos motivo de devoción y alegría espiritual.
El templo y parte de lo que fue su convento adjunto, restaurados por última vez en 1944, se encuentran en la esquina de las actuales avenidas Eje Central Lázaro Cárdenas y Niños Héroes de Chapultepec, en la colonia juarense de Niños Héroes, en cuyo territorio, junto con el de la actual colonia Nativitas, se asentaba el pueblo originario de Tepetlalzingo, nombre prehispánico que significa en náhuatl “el pequeño sepulcro”. Era un pequeño caserío formado por modestas construcciones de adobe al que los evangelizadores franciscanos llegaron poco después de la Conquista.
Estos misioneros habían levantado en Mixcoac la iglesia y convento de Santo Domingo de Guzmán, de magnífica factura, así como la capilla de San Lorenzo Mártir en el parque del mismo nombre de la actual colonia Tlacoquemécatl del Valle, y el templo de Santa Cruz Atoyac. Aunque no hay datos que puedan precisar con exactitud la fecha de su erección, se estima que fue alrededor de 1585 cuando quedó terminada la capilla de adobe, con su pequeño convento, dedicada a la Natividad de María Santísima.
Además de su valor histórico y arquitectónico, la construcción es la casa de una singular estatua de madera de la Virgen María que tiene una singular historia. Según la traducción oral, dada la penuria de los habitantes del pueblo y de los propios sacerdotes encargados del culto, la iglesia de Nativitas carecía hasta de una imagen propia de la Virgen, a cuyo natalicio estaba dedicado el templo.
Por esa razón, cada año se solicitaba en préstamo una estatua de la Madre Santísima a la comunidad de San Mateo, vecina de Santa Fe, para las celebraciones de la Natividad del 8 de septiembre. Así se hacía regularmente y pasada la fiesta la imagen regresaba a su recinto permanente. Hasta que en una ocasión, luego de ser devuelta a Santa Fe, la estatua reapareció milagrosamente de regreso en el altar de la capilla de Nativitas, para asombro de vecinos y religiosos.
De vuelta una vez más a sus legítimos propietarios, la imagen regresó nuevamente a Nativitas, con lo que según los fieles quedó evidenciado su deseo de mudarse definitivamente al templo franciscano, donde hasta la fecha se encuentra. La figura de bulto, de rasgos barrocos, está tallada en madera y preside el recinto todo desde un nicho arriba del altar.
El templo está construido en una sola nave de tipo barroco, muy primitiva. Cada uno de los muros laterales contiene cuatro ventanas. El muro del lado sur albergaba además de las cuatro ventanas una puerta de acceso a la sacristía y al patio interno. Dentro de esta misma estructura se encuentra el coro, el sotacoro y la entrada a la torre única. La cubierta de la nave (techo) estaba conformada originalmente por maderos, los cuales debieron cambiarse frecuentemente por las inclemencias del tiempo y finalmente sustituido por una loza que le serviría como techo definitivo.
El ábside en este caso era de forma rectangular con nervaduras frecuentes, y cuatro nichos en cada uno de los muros laterales, las cuales albergaban las esculturas de los santos que eran adorados en este templo. La torre, con su campanario, está rematada con una cruz y un candelero, el cual se encendía de noche y así se podía mirar la cruz desde grandes distancias. La fachada es alta y sencilla. Tiene una ventana que mira al Poniente y asoma al coro justo arriba del portón. En la parte superior hay un pequeño nicho, el cual presume el patrocinio venerado en este templo, y que termina con otra pequeña cruz. A la derecha del altar destaca un Cristo crucificado de factura indígena del siglo XVI, magnífico.
En un nicho principal del grueso muro Norte se guarda otro de los tesoros de Nativitas, tal vez el más venerado en toda la demarcación: la pequeña escultura de una Virgen Niña, la Divina Infantita le llaman. Está elaborada con pasta y vestida comúnmente de blanco, incluido el tocado que lleva sobre su cabeza. Esta es una de las pocas representaciones de la Virgen María en su advocación infantil que existen el país y aun en el mundo entero.
Cada mes de septiembre, la Infantita forma parte de las fiestas patronales del pueblo, cuando es sacada de su nicho para ser llevada en andas y venerada públicamente. En su honor se cantan desde muy temprano Las mañanitas y se celebran matrimonios, bautizos y primeras comuniones y se elaboran hermosos tapetes de aserrín por los que pasará la procesión que lleva a la Virgen adulta por las calles de la colonia, en tal vez la más arraigada y tradicional festividad de cuantas se celebran en nuestra demarcación juarense. Por alguna razón, sin embargo, cientos de fieles visitan cada año a la Divina Infantita también en torno a las fiestas navideñas.