Ciudad de México, noviembre 21, 2024 12:19
Revista Digital Julio 2020

Vecinos en Cuarentena / Encierro interlineado

Sí, hay un alma de ermitaño en mí. Sin embargo, al mirar por esa ventana no puedo dejar de extrañar las caminatas por el parque, los recorridos en busca de algún libro o revista, y, sobre todo, la convivencia, entre letras o fichas de dominó, con compañeros de trabajo o amigos cercanos

POR OSWALDO BARRERA FRANCO

La vista desde la ventana incluye una jacaranda que hace unos días perdió sus últimos toques violetas, los techos de casas vecinas ajenos a cualquier actividad humana y, a lo lejos, el dosel de los árboles del Parque de los Venados. Por esa misma ventana se percibe, con una constancia a prueba de cualquier pandemia, la voz del vendedor de tamales que nos recuerda que, allá afuera, hay ciertas notas de cotidianidad que no se han perdido en las semanas que llevamos recluidos en la Santa Cruz Atoyac.

Me dedico a la corrección de textos, por lo que mi labor no se ha visto del todo perjudicada por la pandemia y los meses de voluntario encierro. Es más, podría decir que he aprovechado este retiro sanitario para poner en orden sintagmas y enunciados, perseguir comas errantes y decodificar párrafos crípticos con una tranquilidad mayor que cuando acudía a las casas editoriales con las que colaboro.

Sí, hay un alma de ermitaño en mí. Sin embargo, al mirar por esa ventana no puedo dejar de extrañar las caminatas por el parque, los recorridos en busca de algún libro o revista, y, sobre todo, la convivencia, entre letras o fichas de dominó, con compañeros de trabajo o amigos cercanos. Tal vez no sea el más sociable debido a una actividad que, por su propia naturaleza, resulta solitaria, pero las miradas y presencias asiduas se meten bajo la piel por más que uno se rasque.

Ahora enfrentamos una transición a una nueva ¿normalidad? Claro que se extraña cierta rutina; somos seres de costumbres, ¿o no? Pero, ¿en qué reside esa normalidad que patrocinan como la panacea de los sobrevivientes al hastío y la obligada sana distancia? Es difícil definirla cuando siempre dimos por sentado que, afuera de nuestras ventanas, más allá de los umbrales, había un entorno conocido al cual podíamos acudir sin temor alguno. Mientras más lo pienso, creo que cada día, cada repetición de horas de las mismas tareas y los mismos trayectos, ofrecía un sinnúmero de posibilidades que rebasaban lo que podía encontrar en las páginas de un libro.

Así que espero con ansias la posibilidad de reencontrarme con aquellas líneas que tuve que dejar en pausa, con aquellas lecturas que han permanecido estancadas en el páramo de los resguardos sanitarios, a la espera de que alguien, con ojos ávidos, encuentre en ellas las sonrisas ocultas, las miradas atentas y los encuentros postergados que claman por una muestra de afecto necesaria pero contenida. Volveremos, eso sí, con muchas dudas y reservas, pero convencidos de que aún no terminamos de escribir las siguientes páginas.


Corrector y editor independiente. Colaborador de revistas como National Geographic en español y Travesías. Vecino de la Santa Cruz Atoyac desde 2007.

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas