Del feminismo a conveniencia al empoderamiento real
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Dramas vigentes. Foto: Cuartoscuro
Buena parte de las mujeres en el poder se han valido de esos espacios para obtener beneficios personales o lucrar políticamente con las causas del movimiento feminista.
“El falso feminismo redefine el feminismo de una manera peligrosa, reduciéndolo a un eslogan. El mensaje, sin acción, crea una ilusión de progreso en nuestra lucha por los derechos de las mujeres”.
Katie Martell
POR ITZEL GARCÍA MUÑOZ
El hecho de que por primera vez en nuestro país una mujer sea presidenta representa un mensaje simbólico para las futuras generaciones femeninas. Sin embargo, es importante precisar que ello no necesariamente impactará en el avance de los derechos de las mujeres, las adolescentes y las niñas ya que los hechos dicen más que las palabras.
A partir de que se implementaron las cuotas de género y que posteriormente se incorporó la paridad en la Constitución federal, muchas mujeres han tenido acceso a posiciones de poder político, ya sea a través de elecciones o designaciones. Sin embargo, la realidad demuestra que esto no se ha traducido en un avance sustancial en nuestra agenda por varios factores, menciono los que a mi juicio son más relevantes.
El primero consiste en que la mayoría de esas mujeres no tienen y/o conocen la perspectiva de género ya que ejercen el poder sin empatía con las mujeres de a pie, a veces de manera masculina; y sin tomar en consideración las causas de la desigualdad, discriminación y exclusión del sector femenino, es decir, carecen lo que las feministas llamamos “gafas violetas”.
En segundo lugar porque una buena parte de las mujeres en el poder se han valido de esos espacios para obtener beneficios personales o lucrar políticamente con las causas del movimiento feminista. Eso sí, cada 25 de noviembre o el 8 de marzo aparecen con sus distintivos anaranjados o violetas en eventos que únicamente sirven para justificar el gasto público destinado a las mujeres.
En tercer lugar, la situación de las mujeres no va a cambiar sin políticas públicas e instituciones que realmente funcionen, para ello, traigo a colación dos ejemplos. El primero es la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que a mi juicio constituye un catálogo de buenas intenciones. Por ejemplo, la ley citada contempla las alertas de violencia de género contra las mujeres cuya declaratoria poco ha servido para prevenir, sancionar y erradicar la violencia feminicida.
Otra de las leyes que prácticamente es letra muerta, y que sinceramente hasta hace unos cuatro años desconocía es la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres que se expidió en 2006. Esa ley obliga al Estado a elaborar una política de igualdad bajo ciertos parámetros y a establecer un Sistema Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombre.
Hasta la fecha no he visto ni en papel algo sobre su cumplimiento. Hay dos pilares fundamentales para que las mujeres, adolescentes y las niñas logremos la igualdad. El primero es el empoderamiento femenino y el segundo la erradicación, tanto de la discriminación como de la violencia de cualquier tipo contra nosotras.
Ahora bien, para empoderar a las mujeres y comenzar a erradicar la violencia es necesario alcanzar la autonomía económica y, para ello, es indispensable que el Estado mexicano construya un piso mínimo que incluya seguridad social para todas las mujeres y sus hijas e hijos, escuelas de tiempo completo para los niveles preescolar, primaria y secundaria, trabajos decentes con jornadas fijas y permisos maternales y paternales. Lo anterior para estar en condiciones de avanzar hacia un sistema de cuidados.
En ese sentido, la Presidenta Claudia Sheinbaum puede empezar por implementar estas y otras medidas a las mujeres y hombres que trabajan en la Administración Pública Federal. También aplicar políticas de igualdad de género, que prácticamente son inexistentes, en la estructura y el funcionamiento de los órganos que pertenecen al Ejecutivo federal; así como fomentar la cultura de la igualdad.
La deuda que tiene el Estado mexicano con las mujeres, adolescentes y niñas es enorme; y no va a solucionarse en un sexenio. Es necesario avanzar paso a paso pero de manera firme, elaborando, aplicando, evaluando y corrigiendo políticas públicas que se enfoquen a empoderar económicamente a las mujeres; pero también que contribuyan a prevenir, sancionar y erradicar la discriminación y violencia contra las mujeres.
Finalmente, las reformas constitucionales en favor de las mujeres presentadas por la presidenta el pasado 2 de octubre, entre las cuales están la igualdad salarial entre hombres y mujeres, la obligatoriedad de la paridad de género en toda la Administración Pública Federal y estatal, y el deber el Estado de garantizar a las mujeres una vida libre de violencia serán cambios meramente semánticos en tanto no existan instituciones eficientes que observen esas disposiciones ni tribunales independientes que garanticen su cumplimiento.