Ciudad de México, diciembre 3, 2024 11:55
Gerardo Galarza Opinión Revista Digital Junio 2023

SALDOS Y NOVEDADES / Chispear no es llover

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“El San Juan del 24 de junio es nada menos que El Bautista, nomás pa´que les vayan midiendo el agua a sus camotes, es decir quien según la tradición bautizó a Jesucristo”.

POR GERARDO GALARZA

El escribidor celebra el día de San Juan desde que su memoria infantil le permite el recuerdo, porque ese día desde siempre es el día de su pueblo, de su familia, de sus amigos, uno de los dos días del año en que toda el agua está bendita… por lo menos en su pueblo.

Uno no tiene la culpa.

No hay o no debería haber Día de San Juan que no llueva, como ocurre o debería ocurrir también en el Jueves Santo, el otro día del agua bendita. Esto lo sabemos desde que tenemos el uso de la razón, más o menos.

En el mundo se celebra la Noche de San Juan, en la que “comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”, según canta Joan Manuel Serrat.

En el pueblo del escribidor no había ni hay cien mil raleas. Bueno, sí había y hay, pero no tantas; ni siquiera los habitantes llegaban ni llegan todavía a esa cifra. Ya se sabe que los poetas siempre son medio exagerados.

El día de San Juan es el día del solsticio de verano, y en algunas culturas y pueblos es tan importante con el solsticio de invierno, en diciembre, el del nacimiento de Jesús, el Cristo.

El San Juan del 24 de junio es nada menos que El Bautista, nomás pa´que les vayan midiendo el agua a sus camotes, es decir quien según la tradición bautizó a Jesucristo. En el hemisferio sur es invierno; en el norte, verano. Las estaciones y el clima siempre cambian; dependen del sol, de su rotación, al igual que la de la tierra, pero eso no impiden su celebración, la fiesta, pues.

En Europa, dicen, se celebra la Noche de San Juan con fogatas, luces, música, cantos, comida y vino. La alegría de hombres y mujeres, el placer de compartir.

En el pueblo del escribidor se celebra el Día de San Juan de manera diferente, pero con el mismo objetivo: festejar la vida y compartir ese placer.

Ahora los festejos duran varios días, por lo menos una semana entera con actividades deportivas, conciertos populares, la elección de una reina de la feria; charreadas -nomás faltaba que no en un pueblo de charros-, puestos de antojitos (gorditas, tacos dorados, enchiladas, las necesarias e infaltables patas de puerco en vinagre y, por supuesto, las célebres y casi indescriptibles vaquitas, que no son pastes ni empanadas, sino vaquitas de chicharrón).

El día comienza con Las Mañanitas a Juan El Bautista, el patrono parroquial; luego a aprovechar el agua bendita, aun cuando después de muchos años no ha quedado claro si también limpia la suciedad del alma, es decir los pecados, aunque el escribidor hace votos porque así sea; al mediodía, la misa concelebrada de muchos curas, encabezados por el obispo de la diócesis, con confirmaciones y primeras comuniones.

Después, en la tarde comienza lo que la parte principal de la tradición del Día de San Juan: el Desfile del Apero (instrumentos, herramientas y máquinas que se utilizan en la labranza, el cultivo de los campos) adornados con tiras de papel de colores por la ocasión y mostrando los primeros frutos de la época: trigo ya cosechado en mayo, los primeros chiles y melones, las primeras mazorcas.

Además, carros alegóricos alusivos a la vida del santo patrono o a la fundación del pueblo, grupos de ciclistas, deportistas, todos aquellos que quieran sumarse a la marcha, que es cerrada por charros y charras arriba de sus caballos y algunos a pie floreando la reata.

Claro, todos bendecidos a su paso con agua bendita distribuida por el señor obispo.

Era, es, común que en el transcurso de ese desfile lloviera, llueva, como bendición del cielo y entonces a nadie le importa mojarse.

Esa es la hora que debe de llover, porque después seguirá el palo encebado y, más tarde, “el castillo” pirotécnico.

En ocasiones, el Baile del Día de San Juan coincide con la mera fecha y en la Noche de San Juan es el baile al que todos quieren asistir, hasta el escribidor que tiene dos pies izquierdos. Hace cuatro años, antes de la pandemia, fue con su Sonia Elizabet y bailaron a los acordes de, nada menos, la Sonora Santanera.

Pese a la fiesta y su alegría, a su día y a su noche, los viejos de la comarca se sienten decepcionados y tristes si el Día de San Juan no llueve. No hay bautizo. “No llovió”, lamentan. Un presagio de un mal año para la agricultura. Y es que debe de llover en forma, porque aquí cuando el agua es poca ellos dicen: “Ha chispeado, pero no ha llovido”.

Luego, al igual que donde se celebre a San Juan o el solsticio de verano o de invierno, según esté uno parado en el mundo, al término del día o la noche, según sea el caso o se quiera, casi siempre entre humos del alcohol, que para esos momentos ya alcanzó también el grado de agua bendita, se baja la cuesta del término de la fiesta.

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