Ciudad de México, enero 10, 2025 17:08
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La fiesta de la comunidad del libro

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Con la FIL de Guadalajara y otras ferias editoriales de gran importancia, el objetivo es agrandar y fortalecer una comunidad compuesta por escritores, editores, diseñadores, ilustradores, traductores, correctores, divulgadores, libreros y, por supuesto, lectores.

POR OSWALDO BARRERA FRANCO

A finales de noviembre de 2024 y durante los primeros días de diciembre volvieron los libros, las casas editoriales, las presentaciones y el público que llenó, nuevamente luego de la pandemia, los pasillos de Expo Guadalajara durante la Feria Internacional del Libro en esa ciudad. Dos años después de mi última asistencia a esta gran fiesta, atestigüé el auge del mayor acontecimiento del mundo editorial en español, que ahora presume unos números envidiables y que, confío, muestran un mayor aprecio de los lectores por los libros, más allá del formato en que se adquieran y lean.

La atmósfera festiva correspondía al interés de quienes asistimos para conocer los nuevos títulos que se ofrecían en estantes y mesas, así como los proyectos editoriales que saturaron los salones y foros donde se dieron a conocer. Por todas partes, multitudes se congregaban lo mismo frente a los stands de las grandes casas editoriales que en los pasillos, donde había que buscar un resquicio para ver las novedades de otras editoriales más modestas, pero igual de competitivas en varios aspectos, como la oferta de sus contenidos, el cuidado editorial y la capacidad de convocatoria de un público ávido.

Todo alrededor de esta feria invitaba a conocerla sin dejar un solo pasillo sin recorrer o tratar de acomodar en la agenda varias presentaciones y charlas que se sobreponían. El don de la ubicuidad puede ser una gran ventaja cuando se asiste a un encuentro de estas dimensiones, pero tuve que conformarme con mi humana capacidad de desplazamiento hacia aquellas presentaciones que más llamaban mi atención o en la que sabía que participaban conocidos y colegas del gremio editorial, con quienes compartí extraordinarios momentos tanto de camaradería como de reflexión respecto a lo que ha de venir para la comunidad del libro. Mención especial para la muy amena comida que compartí con dos de mis más queridos amigos desde la secundaria en el Farallón de Tepic, como es costumbre, donde el pescado zarandeado es ley entre editores y autores que suelen darse cita ahí.

Y es que, con la FIL de Guadalajara y otras ferias editoriales de gran importancia, el objetivo es agrandar y fortalecer dicha comunidad del libro, compuesta por escritores, editores, diseñadores, ilustradores, traductores, correctores, divulgadores, libreros y, por supuesto, lectores. Todos formamos parte de un universo bibliocéntrico, en el cual el libro, hogar de la palabra escrita, nos une y libera, nos permite dialogar con autores y con nosotros mismos gracias a sus obras, nos ubica en un mismo plano y crea vínculos, nos motiva a recrear aquello que nos mueve las entrañas y provoca hambre en nuestras mentes.

La presencia de España como país invitado fue evidente en el interés que esta edición de la FIL originó entre aquellos que ven en el país ibérico una fuente de historias y conocimientos que nos acercan como parte del mundo de habla hispana, pero también cabe destacar la continua presencia de otras literaturas y otras formas de abordar el desafío humano de hacer trascender las ideas plasmadas en caracteres y agrupadas en páginas que las transportan de un lado al otro del planeta. La feria se enriquece con la presencia de países o regiones que aportan formas distintas de ver el mundo y de relatar sus experiencias, de las que siempre podemos aprender con el mundo entero, literalmente, al alcance de las manos.

Si analizamos los números de esta feria, veremos una tendencia muy alentadora. Más de 900 mil asistentes, la presencia de más de dos mil editoriales de 64 países, poco más de 18 mil profesionales de varias lenguas y 632 presentaciones en nueve días hablan de una comunidad que se está expandiendo y que demuestra que los libros aún son un vehículo relevante para la expresión de intereses y costumbres con los cuales nos podemos identificar o de los que buscamos aprender.

La FIL de 2024 dejó la vara alta para próximas ediciones, así como un precedente para otras ferias de gran tradición, como la Feria del Palacio Minería, que arranca el 21 de febrero, o de reciente creación pero gran convocatoria, como la del Zócalo, para que 2025 sea el año en el cual la comunidad del libro alce fuerte la voz y muestre su amplia capacidad creadora y de participación alrededor de las páginas que nos esperan para ser hojeadas en este año que apenas arranca y que ojalá esté lleno de exquisitas lecturas.

Pasillos repletos y mentes abiertas, en un ambiente celebratorio y de tolerancia, pero también de cuestionamiento y crítica cuando es necesaria, siempre es prueba de que tenemos más en común de lo que a veces creemos. La palabra puede usarse para ofender o halagar, pero su verdadero propósito se ve reflejado en un acontecimiento de la talla de la FIL de Guadalajara y sus visitantes, así como de cualquier otro que invite a expresarnos y hacer comunidad: la palabra nos redime y libera.

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