Ciudad de México, octubre 8, 2024 22:39
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Historias e imagen: Coyoacán, un libro para añorar… y emocionarse

Acaba de aparecer una edición cumbre sobre Coyoacán, ilustrada con más de 200 fotografías históricas, en el que se repasa como nunca antes la vida de esa demarcación tan cercana histórica y geográficamente a los juarenses. Libre en el Sur ofrece en su edición impresa correspondiente al mes de Octubre, como primicia exclusiva, fragmentos del capítulo dedicado a los tiempos recientes, particularmente el siglo XX coyoacanense. Este es el texto:

Carmen Aguilar Zinser

Desde la fundación de la Colonia del Carmen empezó el éxodo de familias capitalinas y extranjeras a Coyoacán. Conozco una que visitó la villa en viaje de bodas, se fascinó con Coyoacán y aquí se estableció para siempre, en la llamada Quinta Isabel, ahora Villa de la Veracruz, en la entonces calle Real de Santa Catarina, ahora Francisco Sosa. Lo mismo puede decirse de la familia Kahlo, sí, la de Frida, que llegó a Coyoacán para quedarse, precisamente en la Colonia del Carmen. A finales del Porfiriato Coyoacán fue ocupando un lugar en el mapa turístico capitalino y fue atrayendo a personalidades que como José Juan Tablada, Manuel Toussaint, José Chávez Morado escogieron Coyoacán para vivir; posteriormente a figuras de la talla de Salvador Novo, el “Indio” Fernández, Manuel Álvarez Bravo, Dolores del Río, Raúl Anguiano, Antonio Castro Leal, el Rey Carol de Rumania y su Madame Lupescu; Alfredo Ramos Martínez, José Iturriaga, Julián Carrillo, Gabriel Figueroa, Rufino Tamayo, Jorge Ibarguengoitia, Carlos Montemayor y por supuesto Frida Kahlo y Diego Rivera, quienes vivieron sus amores y desamores en la Casa Azul; aquí le llegó la muerte a nuestro premio Nobel de Literatura Octavio Paz, quien llegó a Coyoacán y no quiso volver a salir.

En unos cuantos años Coyoacán y sus quince o veinte mil habitantes, que distaba once kilómetros de la Ciudad de México y que estaba comunicado con ella por la Calzada de Tlalpan primero y luego por la Avenida Coyoacán, y que si bien sólo existía un trenecillo con horario fijo para ir de uno a otro sitio, pronto se encontró inmersa en una red de vías de comunicación como la Avenida General Anaya, Miguel Ángel de Quevedo, División del Norte, Universidad y últimamente Calzada de las Bombas, Eje 10 Copilco, Las Vírgenes, Aztecas, Miramontes y muchas, muchas más que la comunican con todos los rincones de la capital. Ahora tenemos líneas del Metro, metrobuses, trolebuses, camiones, rutas peseras y como siempre y desde sus orígenes dos pies para caminar porque al coyoacanense le gusta caminar y por ello sus callejones son vericuetos, sin banquetas, permiten el paso de peatones, bicicletas y, a veces, no siempre, uno que otro utilitario, y “así nos gusta”, dicen quienes defienden lo poco que queda de la integridad de sus barrios, que fueron divididos durante una noche, sin que se dieran cuenta, para dar paso al pavimento, a la urbanización, que de un día para otro impuso su presencia en Coyoacán.

(…)

En 1934, el 30 de diciembre, Coyoacán tuvo su primer mártir: Lucha Camacho,

cuyos restos yacen en la Parroquia de San Juan Bautista en la pared a la izquierda de la entrada, frente al Cristo, en un nicho negro un tanto empolvado. Casi nadie conoce su historia: murió acribillada en las escaleras de la parroquia por fanáticos anticlericales

que vestían camisa roja y obedecían órdenes de Garrido Canabal. Se dice que fueron varios los muertos, sólo ella y un “camisa roja” que llegó tarde y fue apedreado hasta morir son los únicos que recuerda la memoria coyoacanense.

Por la misma historia, aunque diferente final, caminó Ponciano Robles, quien llegó a Coyoacán con su primo Luciano a instalar una nevería La Siberia. Después de muchos tropiezos, éxitos y fracasos, el negocio prosperó y se asentaron en un local del Jardín Centenario, desde donde empezó a circular su fama por el helado de limón. De toda la ciudad venían visitantes a Coyoacán a tomar un helado en La Siberia, hasta que Ponciano, socio de la Adoración Nocturna y miembro de la Acción Católica se dedicó de lleno a la lucha religiosa. Fue cristero, lo apresaron, estuvo un año en las Islas Marías y abandonó el negocio que quedó en manos de Luciano y que prosperó e hizo prosperar negocios similares, ya que quienes no alcanzaban a entrar a la larga fila de la más famosa se tenían que consolar con comprar en las de otros neveros.

En esta época el transporte más popular era el tren, muy pocos automóviles circulaban por sus calles. Recuerdo que de niña yo iba a la primaria a San Ángel en el tranvía, que recorría la entonces Avenida Juárez, ahora Francisco Sosa en homenaje al ilustre historiador que viviera en esa calle. Un símbolo que identifica a Coyoacán es su quiosco, construido en 1900 y que desde entonces sirve de hogar a las palomas, de albergue de cuantos quieran manifestarse en Coyoacán y siempre lo rodea un globero, un músico ambulante, un niño jugando, el vendedor de pepitas y masitas, las abuelas tejiendo y paseantes leyendo el periódico. Es escenario de conciertos, bailables, cuentacuentos y todo tipo de espectáculos públicos; todos los días hay algo diferente, ya sea previamente organizado o simplemente improvisado.

(XXX)

Aventura en busca del pasado

Historias e Imagen: Coyoacán es una pieza de investigación histórica que emociona, asombra y que con seguridad extraerá de sus lectores una sonrisa o lágrima de nostalgia. Es una obra ilustrada inédita de altísimo valor percibido, con más de 200 fotografías que reflejan la vida, el tiempo y nos conducen a disfrutar de un título pletórico de recuerdos.

Se realizó gracias a la contribución de MP Marketing Group, liderada por Guillermo Mendoza; el impulso del gobierno de la delegación Coyoacán, encabezada por Raúl Flores; por la investigación de Voces de Cultura S.C. y el diseño e impresión por parte de AM Editores. Compilada y editada por Tania Mena Bañuelos, Historias e Imagen: Coyoacán contó con la participación de coyoacanenses como Carmen Aguilar Zínser, Hilda Trujillo, Lorena Muñoz Ledo, Rosa Larralde, Andrea Rostan, Alejandra Betancourt, Hermann Bellinghausen, Adolfo Castañón, Luis Everaerd, Enrique Rivas, Hilario Salvador, entre otros.

En la Introducción del volumen, Tania Mena describe así la aventura que significó el proceso de la obra: Emprender una búsqueda de imágenes del pasado siempre es una aventura, uno no sabe cómo, dónde, cuándo, a quién y qué se va a encontrar. Los caminos que se recorren son sinuosos, misteriosos y apasionantes. La idea del principio se va transformando conforme transcurre la investigación, y los pasos se dirigen a donde los guía la intuición, los rumores, las historias… Y entonces las fotos, las pinturas, los mapas, los grabados, los documentos aparecen uno tras otro, o muchos juntos de manos de compañeros, de instituciones y sobre todo de vecinos amables que nos comparten las visiones de sus antepasados. Iniciamos, como todo el que se acerca a la historia de Coyoacán, con su Centro Histórico, pero ya mucho estaba dicho y oído; había que buscar también por otros lados. Así fuimos pueblo por pueblo, barrio por barrio, y visitamos lugares en los que nunca habíamos estado; a través de los ojos de sus habitantes participamos en fiestas, procesiones, huelgas, y paseos… (Para cualquier información, al 53390350)

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