Ciudad de México, diciembre 7, 2024 17:17
Leticia Calderón Chelius Opinión

¿En el inicio de una nueva era?

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Es obvio que la movilidad humana es parte del contagio, pero muy pronto aprendimos que eso no se resuelve cerrando fronteras sino justamente dando seguimiento a quienes las transitan.

POR LETICIA CALDERÓN CHELIUS

Muchos pronostican de manera muy a la ligera que la pandemia marcará una antes y un después. Suena difícil sostenerlo cuando ni siquiera salimos aún del primer round en que la estabilización del contagio nos de un respiro. Lo cierto es que ya podemos decir que esta pandemia es el primer evento social y climático verdaderamente planetario en la historia de la humanidad.

Lo digo porque, aunque la naturaleza da golpes a cada país y región del mundo cada tanto, terremotos, huracanes, erupciones, ciclones, etc., para la mayoría son eventos que llaman la atención, impactan por los daños y pueden incluso movilizar a la solidaridad, pero en tanto no nos afectan de manera directa, difícilmente se vuelven asuntos que se asuman como propios.

Con la pandemia, sin embargo, esto ha sido diferente.  En un mismo tiempo el mundo entero ha compartido y vivido en carne propia una circunstancia idéntica que es la necesidad de resguardarnos, de limitar la movilidad humana para reducir los contagios en un mundo densamente poblado, y, sobre todo, entender que hay nuevas reglas que son la base de nuestra sobrevivencia.

No hay que exagerar tampoco, la humanidad no esta en peligro de extinción y eso seria un fatalismo desmedido y una visión apocalíptica que no se me da, pero la pandemia si ha resultado ser una prueba de fuego para ver como reaccionamos como seres humanos en peligro, como especie vulnerable y al mismo tiempo, el grupo de la naturaleza que se siente superior por el control que creemos tener sobre lo más simple lo mismo que sobre lo más complejo.

La verdad es que reprobamos la primera fase de esta prueba de fuego. Algunas de las cuestiones que por décadas se estaban discutiendo entre los gobiernos y organismos internacionales fueron de lo primero que no se respetó. Por ahora solo mencionaré un ejemplo para iniciar un diálogo con ustedes queridos lectores, a través de estas páginas. 

El caso más claro fue el cierre de fronteras nacionales que en realidad resultó una respuesta medieval a una circunstancia del siglo XXI. Fue la creencia de que un contagio microscópico se puede detener con murallas o impidiendo a las personas transitar a través de una línea fronteriza que es una geografía completamente ficticia y a la que la naturaleza, como el aire, el sol o la lluvia, lo mismo que la propagación de un virus, le tiene sin cuidado.

Es obvio que la movilidad humana es parte del contagio, pero muy pronto aprendimos que eso no se resuelve cerrando fronteras sino justamente dando seguimiento a quienes las transitan, sobre todo en tanto las personas lograban guarecerse dado el llamado de emergencia para hacerlo.

Lo que vimos fueron escenas absurdas de países cerrando el paso a sus propios nacionales que buscaban regresar a sus países expandiendo aún más el pánico y el desconcierto. Tal vez lo recuerden pero al poco tiempo de que se instrumentó esta medida en la mayor parte de los países, fue obvio que era tan absurda como contraria a los protocolos que los mismos países habían acordado para casos de emergencia donde las palabras cooperación, solidaridad y reciprocidad eran la norma. Esto tan básico para una humanidad que se cree sofisticada no se cumplió y se abrió incluso un hueco que ahora habrá que llenar para resolver rencillas diplomáticas que esa circunstancia generó entre gobiernos.

No quiero extenderme dando ejemplos porque, salvo algunos países, México entre ellos, la mayoría cerraron sus fronteras, como los países de la Unión Europea que francamente prefirieron el “sálvese el que pueda” aún entre sus propios países miembros, o Estados Unidos que dejó varados a su suerte a sus propios ciudadanos, como el caso de los cruceros que volvieron a la gente paria alrededor del mundo penando por desembarcar como si fueran leprosos de un relato bíblico.

Esto es un pequeño recuento de uno de los temas que hemos vivido juntos pero que ante la velocidad del tiempo se nos empiezan a escapar y que me gustaría reflexionar con ustedes desde distintas ópticas y temas cada mes en estas páginas tan libres.

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