Ciudad de México, septiembre 16, 2024 12:55
País Política

José Agustín Ortiz Pinchetti, el demócrata

La participación del abogado y activista en la lucha democrática fue crucial aportación en la presión al viejo sistema autoritario.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

Para José Agustín Ortiz Pinchetti, abogado de profesión, ocupar la titularidad de la Fiscalía Electoral fue el sello de vida de una pasión de lucha democrática, en la que se enlistó muchos años atrás. Y también una forma de morir a los 87 años de edad, el sábado 3 de agosto, sin bajarse del barco.

Manifiesto admirador de Benito Juárez, desde los prolegómenos de una muy incipiente apertura democrática auspiciada por el malogrado priísta Carlos Madrazo, del que se hizo fiel escudero, y cruzando por las luchas de Heberto Castillo en el Comité Nacional de Auscultación y Organización (CNAO), antecedente del Partido Mexicano de los Trabajadores, Ortiz Pinchetti soñó con darle a los principios de la Revolución Mexicana –institucionalizada por el PRI en sus diferentes etapas— un cariz democrático, principalmente a través del respeto al voto.

Poco a poco, desde los grupos ciudadanos –siempre crítico de las dictaduras socialistas y reservado ante las luchas intestinas de los partidos de izquierda mexicanos y sus formas “asambleístas” poco eficaces— fue en aumento su involucramiento en el activismo contra los fraudes electorales. Desde esas trincheras, encontró la amistad de personas que con el tiempo resultaron entrañables para él, como los desaparecidos Jaime González Graff y Adolfo Agilar Zínser, así como Bernardo Bátiz.

Con ellos y también con Jorge Castañeda, Demetrio Sodi, Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, Jesús González Schmall, Graco Ramírez, y Miguel Basañez, fundó un colectivo de intelectuales que resultó un hito en la lucha democrática de México, el Grupo de los Nueve, donde compartió también los sueños, los debates y los alimentos. Así lo recordaron Basañez y el propio José Agustín Ortiz Pinchetti, en un texto publicado en la revista Este País, el 1 de octubre del 2020:

La creación del Grupo de los Nueve (G9) fue un proceso de construcción de confianza entre círculos antes incomunicados y cada vez más amplios, enmarcado en la lucha democrática de 1985 a 2000. Tuvo su antecedente remoto en el movimiento estudiantil de 1968 y en las protestas que recorrieron el mundo a partir de mayo de ese año. El espíritu crítico del movimiento antiautoritario se reflejaría en el desafío al Excélsior de Julio Scherer, que culminó con su expulsión del diario orquestada por el gobierno el 8 de julio de 1976 y la consecuente fundación de Proceso ese mismo año, unomásuno al año siguiente y casi una década después La Jornada, en 1984. Aún más tarde, pero en la misma línea, Este País aparece en 1991 para romper la censura gubernamental. Los cuatro medios se fundaron con base en una amplia convocatoria a círculos muy plurales de la intelectualidad y la sociedad civil para financiarse y gozaron desde su arranque de una clara influencia, contribuyendo así a ese proceso de construcción de confianza.

Otro elemento importante proveniente de los círculos del poder gubernamental, fue la reforma democratizadora de 1977 que Jesús Reyes Heroles impulsó, atento al acontecer internacional y especialmente a los eventos en España después de la muerte de Francisco Franco, para dar cauce a la inconformidad social y política que se gestaba y que se reflejó en la candidatura presidencial de José López Portillo, sin contrincantes. La observación de elecciones, la defensa de las encuestas independientes y la organización de Este País nos había mantenido bastante ocupados de julio de 1988 a abril de 1992, cuando se cumplió el primer aniversario de la revista. A mediados de 1992 Adolfo Aguilar y Jorge Castañeda convocaron a tres miembros por cada una de las tres corrientes políticas principales —el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) —, con la capacidad de socializar y establecer conversaciones sobre estrategias políticas que conviniera promover. Ese fue el verdadero ojo del huracán del que surgirían más grupos informales, organizaciones no gubernamentales (ONG) y después las instituciones de la transición. Así, quedaron José Agustín Ortiz Pinchetti, Demetrio Sodi y Miguel Basáñez como contacto del grupo con los priistas; Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, Jesús González Schmall y Bernardo Bátiz con los panistas; y Adolfo Aguilar, Jorge Castañeda y Graco Ramírez con los perredistas.

Ortiz Pinchetti era un abogado muy bien acreditado que había trabajado cerca de Carlos Madrazo durante la presidencia del PRI, lo cual le daba muy buenas credenciales. Demetrio Sodi había sido un funcionario serio en Diconsa, reclutado por Cassio Luiselli durante la administración de López Portillo, en donde había dado muestras de sensibilidad y pensamiento crítico. Basáñez había pertenecido al círculo de Alfredo del Mazo, precandidato presidencial favorito del presidente Miguel de la Madrid —aunque no de sus colaboradores— y había publicado un libro de política mexicana, La lucha por la hegemonía, 1968-19901, de cierta resonancia por presentar una radiografía del poder de los años 80. Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, michoacano y cercano a Gómez Morín, había sido candidato a gobernador de Michoacán en 1962 y precandidato presidencial del PAN; Jesús González Schmall, de Torreón, había sido diputado federal del PAN en dos legislaturas (1979-1982 y 1985-1988); Bernardo Bátiz, procurador de Distrito Federal (DF) y cuatro veces diputado federal, formó con Jorge Eugenio y Jesús el Foro Democrático y Doctrinario, como una corriente crítica que finalmente les valió a los tres la salida del PAN.

Adolfo Aguilar Zínser, nieto del Apóstol del Árbol, Miguel Ángel de Quevedo, era el más agudo, penetrante y simpático del grupo, con una enorme creatividad y preocupación social. Jorge Castañeda Gutman, le Enfant Terrible, era hijo del excanciller de López Portillo, exmilitante del Partido Comunista y tenía una bien ganada fama de provocador. Graco Ramírez Abreu, tabasqueño e hijo del general Graco Ramírez Garrido, participó en la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en 1975 y después se sumó al Frente Cardenista para la elección de 1988.

El grupo empezó a reunirse en comidas semanales para analizar los acontecimientos y decidir sus posiciones. Además de divertidas, las comidas eran bastante profundas e informativas y fueron descubriendo un México nuevo de izquierdas y derechas, desconocidas para todos. Conforme se fue logrando entusiasmar a más colegas, el G9 se amplió: con Clara Jusidman y Amalia García a 11 miembros; después a 14 con Jaime González Graff, Sergio Aguayo y Carlos Heredia; hasta llegar a su máxima expresión en el grupo San Ángel, en 1994. La presión social y política que ejercía este grupo provocaba que el gobierno fuera respondiendo con modificaciones al marco legal. Se fue gestando una transición del control electoral de la Secretaría de Gobernación hacia la autonomía, tímida primero y más clara después, de lo que fue el Instituto Federal Electoral (IFE) en noviembre de 1991. Pero su punto culminante, su página de oro, fue sin duda la participación en el IFE de dos consejeros ciudadanos ejemplares de 1992 a 1994: Ortiz Pinchetti y Santiago Creel.

El 17 de octubre de 1996, en el marco del Seminario del Castillo de Chapultepec convocado por el presidente Ernesto Zedillo para una reforma electoral a la que llamó “definitiva”, Ortiz Pinchetti y Creel plantearon 11 conceptos fundamentales para democratización:

  1. Autonomía e independencia plenas del IFE.
  2. Control Constitucional de la materia electoral.
  3. Igualdad y fiscalización en el financiamiento y topes a los gastos de campaña con penalidades severas cuando sean excedidos.
  4. Que prevalezca el financiamiento público sobre el privado.
  5. Equidad en el acceso a los medios de comunicación.
  6. Prohibición del uso de los colores y símbolos patrios.
  7. Que desaparezca el registro condicionado de los partidos políticos.
  8. Facilidades para coaliciones y candidaturas comunes.
  9. Cédula de identidad ciudadana.
  10. Que no se identifiquen programas públicos y partidarios.
  11. Prohibir cualquier forma de afiliación colectiva a los partidos.

La participación de Ortiz Pinchetti y sus amigos de lucha democrática provocaron el involucramiento de personajes de la vida pública en las tareas de presión al sistema autoritario, que hasta antes del Grupo de los Nueve era un espacio prácticamente exclusivo de los valiosísimos frentes cívicos locales, principalmente del Frente Cívico Potosino, liderado por el doctor Salvador Nava Martínez. Unos y otros finalmente se articularon en formas más prácticas de defender el voto, como la observación electoral, más allá de la incidencia mediática que pudieran tener esos líderes de opinión; aquella suma de voluntades, tan plural y diversa como hoy sería inimaginable, derivó en organizaciones tan importantes como el Movimiento Ciudadano por la Democracia y Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia.

Varios momentos de esa lucha democrática en la que participó Ortiz Pinchetti han quedado descritos en el libro Dos hermanos, un país (editorial Porrúa), de reciente aparición, que escribió con su hermano Francisco y que será presentado el próximo miércoles 28 de agosto a las 5 de la tarde en la librería Porrúa de Chapultepec, como un homenaje al abogado, activista y periodista, defensor de la laicidad pero inculcado por los jesuitas desde sus primeros años de vida en los valores de la dignidad humana.  

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