La pseudo ciencia y la superstición ganan terreno
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Foto: Margarito Pérez Retana / Cuartoscuro
En materia de libertad de ejercer su vida como quieran, están en su derecho. Pero no es su derecho no vacunar a su progenitor, ya que la vacuna es para la inmunidad de todos.
POR RODRIGO CORDERA THACKER
La búsqueda de respuestas ante la incertidumbre es parte de la humanidad. Preguntarnos y tratar de responder las causas de los fenómenos naturales no solo es un hábito saludable, sino que también explica nuestro avance como especie en un planeta que alguna vez no estaba dominado por la humanidad.
Dios y lo espiritual fueron las primeras explicaciones que pudimos formular, darles sentido, método y tradición. El imperio de la religión y la superstición envuelven la mayor parte de nuestra caminata en la tierra. Su influencia siempre ha sido enorme.
En la ilustración y los procesos que desembocó la rectoría del pensamiento entró en disputa con diversas filosofías, especialmente con el método científico. Este ganó terreno por varias causas, especialmente por proveer a la humanidad de curas para diversas enfermedades, herramientas que mejoraron trabajos y producción y por que acotó lo inexplicable a métodos claros para tratar de explicarlo.
La ciencia como todo invento tiene su factor humano. En algunos casos se utilizó de manera dogmática y cruel por dictadores y líderes totalitarios, y en otros acabó con males tan antiguos como la viruela. En nuestro caso mexicano, las vacunas formuladas por el método científico son prueba tangible de progreso total.
Pero desde finales del siglo pasado, la pseudociencia ganó terreno. La pseudo ciencia vende milagros haciendo pasar su producto como uno validado por el método científico, cuando solo fue una idea sin comprobación por parte de ninguna institución. Se dedican desde la venta de productos milagro, supuestas medicinas, tratamientos etc.
Aunque en el siglo XXI existan los avances en medicina y tecnología más increíbles de la historia. Habitan aquellos que consideran que todo avance humano es despreciable. Será por ignorancia o por que su postura es el regreso a lo básico desde la comodidad de la modernidad. No lo sé. Pero lo que si tengo muy claro, es que la pseudo ciencia, los antivacunas, como la religión no tienen cabida en la toma de decisiones del espectro público. En materia de libertad de ejercer su vida como quieran, están en su derecho. Pero no es su derecho no vacunar a su progenitor, ya que la vacuna es para la inmunidad de todos. Pero este no es el tema.
El tema es que diversos personajes del gobierno están promoviendo desde sus redes tratamientos contra el COVID.19 o su prevención que no están validados por nadie, excepto por su curandero new age más cercano.
No se trata del pensamiento rígido que enaltece todo lo científico y denosta cualquier tradición o ritual. No se trata de la mofa ante lo religioso o espiritual. Claro que no. El estado laico permite la convivencia pacífica de todas las ideas bajo la superioridad de lo público y el derecho.
Por eso preocupa que legisladores y funcionarios que sí deben anclarse bajo estrictos lineamientos de comunicación estén recetando o peor aún; vanagloriándose de que tienen un remedio casero medio hippie contra el COVID-19.
Ya de izquierda histórica arraigada al pensamiento crítico ni hablamos.