Ciudad de México, abril 23, 2024 09:56
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Los dos Rebsamen: heridas de la impunidad

La tragedia que enlazó dos lugares de la ciudad que comparten el mismo nombre, Enrique Rebsamen, dio lugar a muestras conmovedoras de solidaridad y amor, pero también descubrió delitos e irresponsabilidades que no debieran quedar impunes. Esta crónica rescata ambos.

Por Beatriz Argelia González

Al nombre del pedagogo suizo Enrique Rebsamen se le asocian dos tragedias ocurridas en la Ciudad de México, tras el movimiento telúrico de 7.1 grados que tuvo lugar el pasado 19 de septiembre. Una de ellas corresponde a un colegio ubicado en la colonia Nueva Oriental Coapa, y la otra, a una calle en la Narvarte Poniente, en la delegación Benito Juárez. La primera, de manera inmediata se convirtió en noticia de los medios de comunicación nacionales e internacionales, porque ahí, decenas de niños y trabajadores quedaron sepultados bajo los escombros, ante la mirada incrédula y dolida de vecinos y transeúntes que corrían para ponerse a salvo entre las calles Rancho Tamboreo, Rancho Piombo, Brujas, Prolongación División del Norte, Escalera y Acoxpa.

Foto: Cuartoscuro

 

Cuando el reloj marcaba las 13:20 horas la zona era un caos: por las avenidas principales circulaban los autos en sentido contrario y buscaban espacio para avanzar sobre camellones y banquetas. Los gritos de desesperación, las caras desencajadas de mujeres y hombres anunciaban el desastre jamás antes visto en el lugar. Seis minutos después del terremoto Coapa tenía otro rostro: plazas comerciales, negocios particulares, edificios y casas exhibían la entraña entre grietas y varillas retorcidas. Trozos de historias personales quedaron a la vista de todos en medio de enormes cuarteaduras y boquetes en muros y fachadas. Pero lo que realmente reveló el sismo fue la calidad humana de su gente, de los coaperos, esos que se sienten orgullosos de haber nacido o crecido ahí.

Y es que antes de que las instituciones reaccionaran y tomaran y decisiones, los estudiantes de la Escuela Nacional Preparatoria No. 5 “José Vasconcelos” que se encuentra en Calzada del Hueso, corrieron hacia la Sismoscuela privada derrumbada, con sus mochilas a cuestas, entre los edificios siniestrados a lo largo de Prolongación División del Norte, la arteria que conecta con Calzada de las Brujas. Antes de que el presidente Enrique Peña Nieto instruyera a las Fuerzas Armadas a actuar, los empleados de la pizzería más cercana, apenas  a unas cuadras del lugar, habían arribado sin despojarse siquiera del mandil y la gorra en colores rojo y azul. Muchas horas antes del arribo del Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera a la zona siniestrada, los albañiles que prestaban sus servicios en las grandes plazas comerciales que se erigen en los alrededores, se adelantaron a la autoridad capitalina y con sus propias herramientas de trabajo comenzaron las labores de búsqueda y salvamento, sin esperar órdenes de nadie.

Antes de que los medios de comunicación arribaran a las inmediaciones del colegio, los vecinos ya estaban ahí, conteniendo a las madres de familia que en desesperados intentos buscaban un espacio entre los escombros para introducirse a localizar a sus hijos. Y antes, mucho antes de que Televisa montara sus cámaras sobre los escombros para ejecutar la transmisión que derivó en telenovela, decenas de meseros, cocineros, garroteros, hostess y clientes de los restaurantes y bares que conforman la oferta de la vida nocturna en la Avenida Acoxpa −y que constantemente son clausurados por la delegación Tlalpan debido a irregularidades − se habían desplazado hacia Rancho Tamboreo y Brujas, la esquina de la muerte en que Mónica Villegas convirtió la escuela de su propiedad.

A esa hora el grito generalizado que se expandió de boca en boca por todo Coapa era: “A la escuela, todos a la escuela”. Y sí, por las calles vecinas la muchedumbre corrió, unos ataviados en traje y corbata, tacones y falda, algunos más en uniformes médicos o escolares y otros hasta en pijama y pantuflas, dispuestos a ayudar, conmovidos de manera profunda por lo ocurrido en su colonia, donde bardas, ventanales, postes, cornisas y transformadores también cayeron al suelo.

Unos, los menos, no pudieron hacer nada. La escena los petrificó hasta convertirlos en mirones. De pie, se derrumbaron de a poco frente al Rebsamen, huérfanos de autoridad, porque sabían que quienes habían quedado bajo lozas y estructuras, fueron víctimas de la corrupción y el compadrazgo político, de la ambición e irresponsabilidad: los dueños del colegio obtuvieron de la delegación los permisos correspondientes para la construcción de un jardín de niños y dos departamentos en 1983, es decir, antes del primer terremoto ocurrido en México un 19 de septiembre. A lo largo de los años se realizaron varias ampliaciones y modificaciones al inmueble, además de obtener autorización por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para impartir los niveles de primaria y secundaria. No obstante, en  2010 y en 2014 la escuela particular fue clausurada y en 2016 una denuncia ante el Instituto de Verificación Administrativa de la Ciudad de México (INVEA) puso en alerta a las autoridades debido a las irregularidades en que había incurrido en centro educativo al realizar nuevas construcciones. Después del terremoto se sabría que el certificado de uso de suelo con que operaba el colegio era apócrifo, pero nadie hizo nada.

En Narvarte, la calle Rebsamen es paralela a Heriberto Frías y Pestalozzi. En el número 241 –casi a la altura de Morena-   una historia de amor entre dos mujeres saltó a los medios: la de Renata, hija de Laura Ramos, que murió ahí, entre los escombros de una edificación verde a la que se le vencieron las columnas y colapsó. La joven llegó procedente de Estados Unidos para buscar a su mamá y lanzó mensajes en las redes sociales con el objeto de que se permitiera el rescate antes que el inmueble fuera demolido.

Detrás de esta entrañable historia había otra que denunciaba la corrupción de las autoridades en Benito Juárez y su omisa actuación, porque antes del 19S los vecinos del edificio siniestrado habían solicitado la presencia de Protección Civil de la demarcación, pero el apoyo jamás llegó. Como dio a conocer Libre en el Sur, los días 14 y 15 de mayo de 2014, el entonces Jefe Delegacional, Jorge Romero Herrera recibió cuatro mensajes vía Twitter en los que los condóminos le pedían una revisión estructural del conjunto de departamentos, luego de los sismos registrados los días 7 y 8 de ese mes y año. A los tuits de los habitantes de Narvarte les siguió el silencio del ahora coordinador de los diputados panistas en la Asamblea Legislativa, quien a pesar de su cargo y responsabilidad, entonces nada dijo y nada hizo.

Como en el otro Rebsamen, los narvarteños también sacaron la casta y rápidamente se organizaron para ayudar: los vecinos estuvieron ahí antes que cualquier funcionario. De  edificios y casas colindantes llegó la primera ayuda. De los negocios aledaños, como la Veterinaria que se ubica apenas cruzando Morena, los encargados salieron enseguida para prestar su apoyo. Los amantes del café que apaciblemente disfrutaban la bebida a pocos metros de ahí, atestiguaron el desplome y corrieron dispuestos a auxiliar a las víctimas, de la misma forma que lo hicieron los empleados del lugar. Otros más se desplazaron hasta las torres rojas del número 18 que también resultaron con muchos daños. La zona, que desde 2006 había experimentado un boom inmobiliario, sufrió las consecuencias del desastre político, que no natural: la complicidad de las autoridades con las empresas constructoras que actualmente ofrecen departamentos de hasta seis millones de pesos.

En ese barrio, la vida no ha regresado a la cotidianidad, y difícilmente lo hará porque sus calles continúan cerradas, con presencia policiaca, la que más, Morena, donde los daños son evidentes desde Pestalozzi hasta Gabriel Mancera. Lo ocurrido en el 241 de Rebsamen se ha convertido en ícono de lo que sus habitantes viven de manera cotidiana: el desdén de la autoridad delegacional que en ese perímetro redujo las políticas públicas al envío de brigadas comunitarias encargadas del arreglo de enseres domésticos, corte gratuito de cabello, aplicación de vacuna antirrábica para perros y gatos,  duplicado de llaves económicas y talleres de soya y amaranto, aunque en realidad lo que los vecinos habían esperado era la actuación decidida de los jefes delegacionales de las distintas administraciones panistas para frenar las irregularidades inmobiliarias. Ninguno de ellos lo hizo.

El nombre del educador europeo Enrique Rebsamen ha quedado ligado a los acontecimientos del de por sí trágico 19 de septiembre, pero también a la solidaria y decidida acción de los ciudadanos, que antes que nadie se volcaron a las calles ante la emergencia: coaperos y narvarteños hoy saben que lo mejor que tienen sus barrios es su gente y no la autoridad.

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