Ciudad de México, septiembre 12, 2024 07:27
Opinión

EN AMORES CON LA MORENA / Los hermanos Ortiz Pinchetti, juntos

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Pese a la tristeza que nos da su partida, estoy seguro que mi tío se asomará como, cuando Carmelo en el pasodoble de Lara, se asomaba a ver torear a su hermano Silverio: el miércoles 28 de agosto, mero día de San Agustín.

¡Y el toro solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Federico García Lorca

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Para el libro que escribieron mi padre y mi tío, Francisco y José Agustín Ortiz Pinchetti, un repaso de la historia mexicana desde las prolegómenos de los años cuarenta del siglo pasado hasta nuestros días, desde una mirada familiar y muy personal, discordante en varios momentos no por razones meramente ideológicas sino por las experiencias y las vivencias, escribí una “advertencia” que diera cuenta de los impulsos de vida que los llevaron a escribirlo.

Los hermanos habían esperado por varios meses, un tanto ansiosos, el momento oportuno para presentar su obra, ya sin los ruidos de la elección presidencial que marcó el cambio de un ciclo en la vida nacional. El reciente fallecimiento de José Agustín, a los 87 años de edad, frustró aquel momento tan feliz que habría sido para los dos hermanos presentar juntos su libro frente al lago de Chapultepec, el bellísimo bosque urbano que tanto significado tuvo en sus vidas. Con gran acierto su viuda, la ministra Loretta Ortiz, ha dispuesto que la presentación siga adelante, como un homenaje a quien tanto animó los últimos tres años la creación de este libro al lado de su querido hermano menor.

Fui testigo de la forma accidental en que surgió la afortunada idea. Un lunes del último trecho de 2019, al retomar por un tiempo las comidas a las que solíamos acudir a la casa de mi tío en San Miguel Chapultepec, le pregunté qué había sido de su plan de contar su historia personal en paralelo de la vida pública y él me respondió sonriendo que estaría bien, que era cosa de que mi papá aceptara escribir su parte. Supongo que me entendió que la propuesta era mía cuando me refería a la de él, que trataba de un solo autor. Mi papá intentó aclarar, sin éxito, sobre el sentido de la pregunta, y otra vez quedó en el aire la respuesta, ambigua. Unos días después mi tío llamó a mi padre, verdaderamente emocionado por lo que consideró una propuesta nuestra. Francisco quedó desconcertado, sin saber qué responder, quizás por la pena de aclarar que él no había hecho ninguna propuesta. Al platicarlo mi padre y yo pensamos que de cualquier forma era una idea hermosa. Y así surgió todo: desde la incomunicación.  

De ahí en adelante los hermanos comenzaron a escribir y a reunirse para compartir y debatir sus avances, enriquecerlos, en una experiencia de inédito acercamiento y tallereo ya en la etapa madura de sus vidas. Mientras el país convulsionaba entre la pandemia y la polarización política, los hermanos sostuvieron el proyecto, a pesar de la obvia angustia que provocaba el riesgo de morir. Durante todo este lapso sufrieron desde la enfermedad crítica hasta la pérdida de seres queridos. Pero nada los detuvo.

El libro es el feliz registro de una vida de esfuerzos y de compromiso con los demás, sí, pero también de tenacidad frente a la adversidad. Y, pese a la tristeza que nos da su partida, estoy seguro que mi tío se asomará ese día de la presentación del libro como cuando Carmelo, en el pasodoble de Agustín Lara, se asomaba desde el cielo a ver torear a su hermano Silverio: el miércoles 28 de agosto –mero día de San Agustín y de los chiles en nogada–, en la librería Porrúa de Chapultepec. Justo a las 5 de la tarde, aquella hora de la que hablaba Federico García Lorca para encarar la vida, con pasión.     

Comparto ahora mi muy breve participación en el libro Dos hermanos, un país (ed. Porrúa 2024):

Este libro es insólito hasta donde conozco ejercicios relativamente cercanos. Los hermanos Ortiz Pinchetti no son Caín y Abel, como tal vez quisieran suponer algunos actores de la vida política en tiempos de la famosa “polarización”. En realidad son personas en las que afloran los sentimientos sobre las ideologías, y entre esos sentimientos está el amor al prójimo. Ese amor originario –que también a su manera, muy italiana, de discusiones muy apasionadas, han practicado entre ellos a lo largo del tiempo– es el que los ha llevado a escribir este libro.

Con vocaciones diferentes, los hermanos heredaron de su padre, José Ortiz y Ortiz, la pasión de escribir. Don José fue un periodista de oficio, con pluma innata, fina y precisa, de esos de antes que se hacían al calor de la necesidad y la curiosidad y no con teorías avanzadas sobre la comunicación enseñadas en las universidades. Bromista y juguetón a pesar de su timidez, mi abuelo vivió una infancia difícil, lejos de su padre y con una madre suplantada como su “tía”. Es de suponer que algo del dolor de su padre ha vivido en los hermanos Ortiz Pinchetti, pero también que heredaron ese humor con el que juguetean acerca de sus diferencias, donde al final nada es para tanto… hasta como para publicar un libro juntos.

Tal vez esa es la principal lección que ellos dejan en esta obra: Ese impulso para verse en el otro de manera diferente, como algo que uno quiso ser del otro. Por eso el lector también encontrará insospechadas coincidencias entre ellos. Porque los dos hermanos, emanados del mismo padre y de la misma madre, logran fundirse en el mismo país al que, desde diferentes trincheras, tanto han amado y defendido. Los hermanos son la expresión de los contrarios al final de sus vidas; pero a la vez ponen en este libro el sello de la hermandad –más allá de la muerte— en el más estricto sentido de la palabra.


El libro ya se encuentra en librerías Porrúa y en tienda en línea, con envío a domicilio: www.porrua.mx

 

 

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