Los mineros eternos
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Foto: Internet.
Les llaman ‘lupios’. Entran a las minas por lugares poco accesibles y sumamente peligrosos, viviendo cada día con la posibilidad de morir. A veces, a causa de una piedra o un derrumbe, y últimamente también víctimas de las balas de algún guardia de seguridad de la empresa minera…
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
En recorrido virtual por algunos portales de comunicación del terruño, me sorprende que sigan refiriéndose a los denominados “lupios”. A estos personajes se les conoce así porque se introducen ilegalmente en las minas de Guanajuato capital, para extraer metales preciosos.
Entran a las minas por lugares poco accesibles y sumamente peligrosos, viviendo cada día con la posibilidad de morir. A veces, a causa de una piedra o un derrumbe, y últimamente también víctimas de las balas de algún guardia de seguridad de la empresa minera.
Aquí vale mencionar que desde hace tiempo son las mismas compañías, casi todas de procedencia extranjera, quienes contratan su propio personal de seguridad, por lo cual la autoridad municipal poca o nula injerencia tiene ya en los operativos de vigilancia.
Y aunque para estas personas el ser “lupios” es un término peyorativo, desde que tengo conocimiento se han referido a ellos de esta manera. Hace poco uno de los entrevistados con este oficio se consideró como “mineros eternos”.
Señala que han existido desde siempre, y no les falta razón, pues desde 1975 Jorge Ibargüengoitia en su ahora clásica novela “Estas ruinas que ves”, los refiere cuando Malagón le propone a Espinoza contratar ladrones de metales preciosos en las minas y pagarles la quinta parte de lo que valen. Desde ese momento, los personajes advierten que esa acción está severamente penada por la ley, sin embargo, Malagón informa: “se sabe de grandes capitales cuevanenses que se han hecho de esa manera”. Recordemos que el escritor rebautiza a Guanajuato como Cuévano.
Para ellos es un problema conseguir trabajo, porque en primer lugar, les piden requisitos que no tienen, como secundaria terminada, cartilla liberada y tener buena salud, pero carecen de todo eso, y en especial de lo último, porque durante años de trabajar ilegalmente e introducirse al interior de la tierra, sus pulmones han mermado considerablemente.
“Hay muchísima gente que no tiene empleo aquí en Guanajuato, nosotros lo que buscamos es mantener a la familia para vivir”, declara el entrevistado del portal Zona Franca, de marzo del 2014.
Un día para un lupio
Aunque riesgosa, la labor diaria de un lupio no es muy compleja: suelen entrar a los túneles ilegales a las siete de la mañana o a las seis de la tarde. En ocasiones, permanecen hasta dos días bajo tierra. No olvidan agua y suero oral, pues hace muchísimo calor mientras más se desciende. Tiene que estar escondidos de los vigilantes, quienes además de golpearlos, les arrojan gas por agujeros para que salgan de inmediato. Ni siquiera conocen el nombre de sus compañeros ni cuántos son, pues se trata de una actividad ilegal.
La corrupción se mueve hasta entre ellos: los vigilantes les cobran 500 pesos para colarse, pero luego, al salir, les quitan los metales que recolectaron, así como sus linternas. También, llaman a la policía y en ocasiones los llevan detenidos, hasta por 92 horas, pagando hasta 8 mil pesos por cabeza
Pierden su vida por un pedazo de mineral.
De los pocos sobre esta actividad, en septiembre del 2020, cuatro personas: Luis Daniel de 17 años, Osvaldo Daniel de 19, César de 14 y Álvaro Valdés de 45, todos ellos familiares entre sí, murieron al entrar a extraer el metal.
De acuerdo a un reporte en un medio de comunicación fue en el interior de la mina del Cubo, donde perecieron estas personas. “No pudieron recibir auxilio de manera inmediata debido a que entraron a sustraer mineral de manera ilegal”, refiere el director de Protección Civil.
“Estas personas no eran trabajadores, tampoco paseaban por el lugar. Ellos entraron a extraer mineral de manera ilícita y no recibieron atención debido a que evadieron la vigilancia; entraron en una zona de peligro”, recalcó el funcionario
El grupo se adentró a la mina, por una de las zonas más complicadas e inseguras. En determinado momento ya no contaron con el oxígeno disponible y las emisiones de gases que se desprenden de algunos minerales terminaron por asfixiarlos.
“Habemos de todo en esto de las minas: hay quienes sí son violentos, quienes sacan mucho varo, quienes de plano no sacan nada. Nosotros solo queremos que nos den trabajo. Lo necesitamos, pero tampoco es válido que maten gente nomás por matar. No sé si sea órdenes, pero ni queremos que nos maten, solo queremos trabajar. En Guanajuato el desempleo es algo bien serio, porque nadie nos quiere dar trabajo, ninguna empresa ya. A veces hasta tenemos que comer bolillo con vinagre porque no traemos ni un cinco para echarnos una torta”, señala el entrevistado de Zona Franca sobre su experiencia.