Los sueños de la niña de la montaña
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Eufrosina y su libro. Foto: especial.
Y como toda la vida te han dicho eres el del pantalón de manta, dice Eufrosina Cruz, eres el asunto indígena, el tema indígena. No somos un expediente ni un objeto. Somos personas, así de simple. Con desventajas, pero esto no significa que no pensemos, que no razonemos…
POR NANCY CASTRO.
MADRID. Eufrosina Cruz evoca a la niña que un día salió de su pueblo Santa María Quiegolani, en la sierra sur de Oaxaca. La terquedad y la rebeldía la acompañan desde entonces. Gracias a esta personalidad arrolladora, actualmente es una de las activistas más influyentes del país defendiendo los derechos de las mujeres indígenas y logrando la modificación de la constitución para que el artículo segundo reconociera el derecho de las mujeres indígenas del país al voto activo y pasivo, hoy representa en el Congreso federal como diputada por el PRI a su comunidad.
Esta es su historia. Una niña que en cuanto cumplió doce años desafió su realidad porque las preguntas que se hacía no tenían cabida en los usos y costumbres de su pueblo: por qué no puedo jugar a las canicas como mis hermanos, por qué tengo que levantarme temprano como mi mamá a hacer las tortillas, por qué las niñas se tienen que casar a los doce años…
Su historia la cuenta en Los sueños de la niña de la montaña editado por Grijalbo. Salió el 21 de febrero pasado en todas las librerías de México, en plataformas digitales y en papel. El libro se agotó en pocos días.
En esta tarde de aquí y noche de allí, mantuvimos una conversación.
P. “El futuro y sus germinaciones, todo lo que hacemos tiene que ver con el tiempo presente”. Es una frase de tu libro que me gusta mucho. ¿Qué te sugiere?
R. Por supuesto, las acciones cotidianas si las llevas a cabo con responsabilidad van a germinar con responsabilidad, si no lo haces con responsabilidad las germinaciones no van a llegar a buen término, por eso hablo del tema de responsabilidad porque de eso dependen las germinaciones que vienen.
P. Esa niña de la montaña, cómo era.
R. Imagínate en un entorno donde no había luz, no había carretera, literalmente esa niña que aparece en el libro con un vestido azul que quien sabe quién se lo regaló, que no está viendo a la cámara y no le hacía caso a nadie porque su rebeldía ya estaba en su instinto. Esa niña rebelde decía no me gusta levantarme a las tres de la mañana todos los días con mamá y ser la última en dormir, yo por qué tengo que servir a mis hermanos si ellos también tienen manos, por qué no puedo jugar canicas si soy chingona también. Empecé a rebelarme a esa cotidianeidad, de repente el mundo nos impone ciertos protocolos que tenemos que seguir y mucha gente cumple aunque no les guste. Entonces entendí que no iba a hacer cosas que no me gustaran, imagínate una niña de ocho, nueve años con piojos, mocosa, mugrosa, desafiando las reglas pues la chinga que le daba papá. Para papá era imposible pensar que su hija le respondiera, para papá era imposible pensar que su hija estuviera en la cancha con los niños. Porque el espacio de la niña correspondía a lo privado o sea la casa, el mismo espacio que mamá, el mismo que el de la tía, que el de la abuela. Hoy le digo a esa niña qué chingona y valiente fue.
P. En uno de los capítulos hablas que cuando saliste de tu pueblo, conociste desigualdades sociales como la discriminación y sentimientos como el rencor. Ver que alguien podía tener una casota y tú no tenías esa posibilidad. ¿Esos sentimientos fueron alicientes para empezar a luchar?
R. Esos sentimientos contribuyeron, pero lo que me dio más hambre fue cuando conocí el espacio de mi maestro en ese lugar empezó mi rebeldía y el aspirar a tener eso que mis ojos veían, porque mi entorno era el petate donde dormía y las pulgas. Entrar al mundo de mi maestro, era eso que no estaba acostumbrada a ver, su cuarto era el más bonito ¡tenía una cama!
“La mirada discriminatoria que lastima duele y el rencor por supuesto me dio fuerza para decir ¡voy a demostrar que la india también razona! Ser indígena no significa que soy menos tengo una identidad cultural, es como ser blanco o negro, no nos hace ser ni más ni menos. Pero sí tienes que gritarlo a la sociedad para que lo entiendan, porque vivimos en una sociedad discriminatoria.
“Estoy convencida de que la fotografía puede cambiar tu realidad, porque las imágenes a través de una fotografía te pueden transportar a posibilidades imaginativas.
“Cuando no tienes tus posibilidades tangibles, construye posibilidades imaginativas para poder llegar a tus posibilidades tangibles, nadie lo va a hacer por ti, es trabajo de cada uno.
“Lo que busco con el libro es eso, establecer que el poder de la conciencia cuando aprendes a decidir te lleva a transformar tu realidad, no es tu origen el que te determina, tu destino lo construyes tú. Eso es lo que quiero decir a las niñas, a las comunidades indígenas y a todos en general”.
P. ¿La terquedad te ha llevado a cumplir sueños?
R. La terquedad, la rebeldía, la persistencia. Cuántos noes te han dicho en la vida, más que síes, frases como: eso no es para ti, ubícate, no vas a llegar nunca. Cuántas veces no nos lo han dicho y de repente en un momento te dicen sí. He aprendido que a pesar de los noes, hay que ir por el sí.
P. El hablar de la comunidad indígena desde la reivindicación para dejar de ser vista como población vulnerable, como personas en desventaja incapaces de tomar decisiones.
R. Esa es otra de las cosas que quiero decir con el libro, hay que reaprender a ver los pueblos indígenas no como grupos vulnerables. Bajo esta mirada, que sirva a la construcción de políticas públicas, ya no como al grupo vulnerable al que tienes que dar, sino al grupo que tiene mucho que aportar. Y también de parte de nosotros, como pueblos indígenas tenemos que reaprender a vernos como chingonas y chingones que somos, capaces de construir nuestras propias posibilidades tangibles a pesar de no tenerlas, tenemos que valorar lo que hacemos porque hacemos mucho pero como nos han minimizado, el poder de la mente también minimiza. Y como toda la vida te han dicho eres el del pantalón de manta, eres el asunto indígena, el tema indígena. No somos un expediente ni un objeto. Somos personas, así de simple. Con desventajas, pero esto no significa que no pensemos, que no razonemos.
R. ¿Qué tipo de cambios ha habido en tu pueblo?
R. Quiegolani significa el lugar donde aprendí a soñar, porque cuando iba a cortar leña en el burrito yo divisaba centellitas de luces, y me preguntaba qué era eso, y ahora sé que esas lucecitas eran las de los coches en la carretera que va a Oaxaca.
Hoy en Quiegoloni ya hay carretera, nos faltan muchas cosas para que negarlo. Pero lo más importante es ver a las mujeres en los espacios de la toma de decisiones en el palacio municipal, hace quince años ni lo hubiera soñado. Hoy ver a Jacinta, Irinea, Artemia a María siendo regidoras de obras de salud, tomando decisiones y dando también órdenes. Y ver a las niñas en la cancha jugando futbol, en el parque. A algunas convertidas en ingenieras, doctoras, arquitectas o ver al doctor del pueblo que es de allí mismo. Y jóvenes arquitectos que asesoran el tema de caminos. Ver el día que mi mamá fue a votar por primera vez y se puso su mejor vestido y su listoncito en la cabeza porque la iban a nombrar, antes solo podían votar los ciudadanos hombres y hoy el pueblo ya sabe que existe la ciudadana Guadalupe Mendoza. A veces no nos damos cuenta de la dimensión de esas posibilidades, libertades que la mayoría tiene al nacer. Pero muchos hemos tenido que construirlas, o arrebatarlas porque no queda de otra.
P. Tipificar como delito la práctica de casar a las niñas con doce años de edad.
R. No puedes defender, amar y gritar si no has sentido ese dolor, el dolor de una niña de doce años que llora bajo la cobija porque alguien irá por ella. Y que los que desconocen la situación se pregunten ¿por qué criminalizar? y yo les pregunto, entonces tenemos que seguirlo permitiendo en el amparo de los usos y costumbres. Se tiene que sancionar con nombre y apellido, ya hemos avanzado en fortalecer los derechos humanos, en las leyes para las niñas y los niños y protección de sus derechos. Pero en el abuso de sus derechos no ha habido una acción consecuente, yo estoy trabajando en que se eleve al rango del código penal federal, para que estas prácticas, quien las haga y las avale sea sancionado a través de la privación de su libertad, porque no es posible que quien robe una vaca cometa un delito grave y el entregar una niña, no sea delito. Entonces qué incongruencia, somos una sociedad de doble moral porque nos indignamos cuando sale una nota a nivel nacional, internacional, pero cuando se hace una propuesta para erradicar el problema, se manifiestan porque a ojos de los demás quiero acabar con los usos y costumbres. Siempre lo he dicho, no hay usos y costumbres si hay violación de los derechos de las niñas, y niños.
Hoy soy madre y lucho para que mi hijo crezca con derechos, eso me hace ser más responsable para cambiar lo que está en mis manos. Porque el día de mañana si no hice nada y mi hijo me lo recrimina, sabiendo que estuve en el lugar correcto para hacerlo. Yo tengo mucha fe en poder lograrlo, porque soy terca. En eso estoy.
Oaxaca ocupa el segundo lugar nacional en las prácticas de matrimonios infantiles.
Aunque el artículo 45 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes establece que la edad mínima para contraer matrimonio son los 18 años sin excepción y desde 2016 el Código Civil para el estado de Oaxaca prohíbe uniones conyugales entre menores, lamentablemente persiste la práctica cultural en un contexto de unión informal y consentimiento social, regido por los usos y costumbres. Los usos y costumbres son los modos de vida de la gente; es la forma de reproducción social, política y económica que tienen los pueblos. Sólo de 2020 al primer trimestre de 2021, la cifra de embarazos en menores de edad ronda los 7 mil 396 casos, de los cuales mil 282 se han registrado en ese año, de acuerdo con datos de los Servicios de Salud de Oaxaca datos de la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica (Enadid), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) Estos datos oficiales indican que en el estado cuatro de cada 10 matrimonios se realizaron cuando alguno de los contrayentes eran menores de edad.
P. ¿Qué opinión tienes del gobierno central?
R. Hay cosas buenas, pero en otros aspectos ha habido retrocesos al quitar programas de emprendimiento a las mujeres indígenas, niños y niñas violentadas, niños con cáncer y por supuesto el tema de la educación, en mi estado había 500 escuelas con conectividad a internet y hoy no hay ninguna. ¿Cómo vamos a aspirar si nos están cortando las alas en la educación? Lo digo con responsabilidad, hoy en día sin tecnología no se puede. Como me dijo una niña “Quiero conocer el mundo, pero también quiero que el mundo me conozca” y de eso se trata la tecnología, no nada más es el internet por internet, es también dar la oportunidad a las nuevas generaciones a que disfruten no nada más de la luz del sol, la luz del ocote, no nada más la luz de la vela. Es dar la oportunidad para que ellos descubran cómo se hace y todo lo que puede surgir de esa búsqueda.
No creo en los subsidios, creo en las corresponsabilidades, porque los programas subsidiarios hacen creer a la mente que eso que haces es lo que mereces como persona por lo tanto crean personas dependientes y la persona dependiente agradece al dios superior, con la creencia que gracias al gran dios tienen eso. Y ahí es donde creo que ha habido un retroceso.
P. Tu hijo ¿qué quiere ser de grande?
R. Dice que quiere ser diputado, es el triple de terco. En las vacaciones se va a Quiegolani, allí juega con el lodo, brinca, anda en todos lados, le gusta mucho estar allá porque no hay límites.
P. Hay una frase que me gusta mucho de tu libro, “que en el origen esté el sueño y que el sueño sea destino”
R. Así es, y así ha sido…
Al despedirnos y agradecerle por el tiempo, hace una pausa y concluye.
“Yo creo que tenemos que construir alianzas, la verdadera sororidad es eso, visibilizarnos entre nosotras reconocernos y admirarnos y decirnos que somos chingonas. De repente entre nosotras nos cuestionamos y somos más rudas, y no, hay que empezar a vernos diferente, sin nosotras este mundo no sería lo que es. Hay que perderle el miedo al reconocimiento. Por eso mi cubre bocas dice Chingona…
“Y cuando vengas a México, avísame para chingarnos un mezcalito”.