Ciudad de México, noviembre 8, 2024 08:45
Revista Digital Mayo 2021

Mamás en pandemia / Búsqueda de equilibrios

El camino de la crianza se desvió por una ruta de terracería donde mi esposo y yo salíamos siempre más raspados que nuestra hija, pero de la que hemos aprendido todos.  

POR NATALIA SALDAÑA

La guerra de los sexos y los roles establecidos me ha sido siempre un tanto ajena. Con dos hermanas brillantes, autosuficientes e incansables, y ningún hermano en quien pudiésemos notar alguna diferencia en el trato, la igualdad de oportunidades fue la norma en mi educación.

Mi papá, que es de pocas palabras, nos enseñó a las tres a usar su caja de herramientas, cómo se identifica un buen boxeador, y un fuera de lugar; mi mamá nos descubrió todo lo que no se hace con las manos: Teoría del conocimiento, silogismos, pero de manera muy explícita nos enseño que nuestro rol no era secundario con respecto al género masculino, que las responsabilidades del hogar y la crianza eran compartidas.

–¿A qué te dedicas? –le preguntó mi mamá a una amiga de la preparatoria que se encontró en la calle.

–Soy mamá –respondió orgullosa.                                               

–Yo también, ¿pero a que te dedicas?

Durante buena parte de mi vida traté activamente de esquivar todo aquello que pudiera asociarse al viejo rol femenino, con la misma intensidad con la que más bien he buscado parecerme a Bob El Constructor: Puedo dar cátedra sobre la broca indicada para perforar tablaroca pero no puedo mencionar ni un ingrediente de la sopa de lentejas.

Mi hija nació hace 17 años en la noche de mi día quirúrgico y me sacó de circulación por dos semanas. La pandemia logró encerrarme mucho más. Pasados los meses y una vez terminada toda actividad relacionada al mantenimiento de mi inmueble (impermeabilizaciones, desasolve de tuberías, reparaciones eléctricas) empecé a hacer las paces con algunas labores del hogar, aprendí a cocinar un par de platillos y me vi como mi abuela tratando de aprovechar la mayor parte de las materias primas del refrigerador, y mientras más cercanas estaban a la basura orgánica mayor fue mi necesidad de compartir el caldo.

La convivencia intensa con una adolescente encerrada, que está aprendiendo a debatir en sus clases en línea, no iba a ser tarea sencilla. El camino de la crianza se desvió por una ruta de terracería donde mi esposo y yo salíamos siempre más raspados que ella, pero de la que hemos aprendido todos.  

Recientemente, con motivo del día de la mujer y a un año del inicio del confinamiento, mi hija me explicó muy gráficamente en qué consiste el Pacto Patriarcal y las razones para romperlo; me preocupó su intensidad incendiaria, pero luego recordé que alguna vez acusaron a mi familia de matriarcal a modo de ofensa. Solo espero que ella encuentre el equilibrio sin la necesidad de otra pandemia.


Oftalmóloga.

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