Ciudad de México, octubre 8, 2025 13:15
Deportes

Un Mundial con tres países, tres culturas y… ¡tres mascotas!

Zayu, Maple y Clutch: un jaguar mexicano, un alce canadiense y un águila calva estadounidense que buscan encarnar la identidad de cada país anfitrión.

Por primera vez en la historia de la Copa del Mundo habrá tres mascotas oficiales distintas, reflejo de un torneo continental que quiere unir culturas sin borrar sus raíces.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

En un mundo donde el futbol suele ser devorado por el mercadeo y los contratos multimillonarios, las mascotas todavía intentan recordarnos que un Mundial es también un juego colectivo de símbolos. No son simples dibujos para vender peluches: son un intento de condensar en un personaje la identidad de un país y la ilusión de millones de aficionados. Este 25 de septiembre, la FIFA presentó por fin a los tres personajes que acompañarán el torneo que en 2026 compartirán Canadá, Estados Unidos y México. Nunca antes un campeonato había tenido que repartir su corazón entre tres naciones y, quizá por eso, la decisión fue clara: cada sede tendría su propia voz, su propia criatura que contar.

Zayu, el rugido mexicano

México puso sobre la mesa a Zayu, un jaguar ágil, eléctrico, de mirada luminosa. Es delantero —porque a este país le gusta pensar en goles y hazañas— y su nombre busca evocar unidad, fortaleza y alegría. En su diseño se cuela la iconografía prehispánica y un aire festivo que recuerda que el futbol aquí es una celebración popular: tambores en el Zócalo, mercados que paran para ver penales, y el rugido de millones cuando la selección promete lo imposible. Zayu no es un simple felino: trae consigo la selva, el color de las máscaras artesanales y la exuberancia de un país que se abraza a su selección aunque sepa que el camino será accidentado.

El jaguar no es un animal elegido al azar. En la cosmovisión mesoamericana fue símbolo de poder, misterio y conexión con lo divino. Para los mayas representaba la fuerza que gobierna la noche y la selva; para los mexicas, un emblema de guerreros y reyes que enfrentaban la oscuridad con valentía. En los códices, el jaguar aparece como guardián y mediador entre mundos, un animal que es fuerza y sabiduría a la vez. Recuperar esa imagen para un Mundial parece un guiño deliberado: México quiere presentarse como un país que, pese a sus heridas, sigue rugiendo.

Además, el jaguar es hoy un recordatorio vivo de la biodiversidad mexicana. Se calcula que en el país sobrevive poco más de la mitad de la población histórica de esta especie, amenazada por la deforestación, la caza furtiva y la expansión urbana. Que una figura tan emblemática aparezca como imagen de un torneo global podría servir —si el marketing no se come el mensaje— para volver a mirar hacia el sur del país, donde aún se escuchan rugidos en las selvas de Chiapas, Yucatán y Campeche. Un símbolo que no solo celebra tradición, sino que también interpela sobre el presente ambiental.

Hay algo en Zayu que conecta con el espíritu contradictorio del futbol mexicano: un país que presume creatividad y pasión pero que sufre cada vez que la realidad deportiva golpea. El jaguar es a la vez fuerza indomable y especie vulnerable, como la afición que llena estadios con esperanza inquebrantable pero carga con años de frustraciones. Es un personaje que quiere ser esperanza y advertencia: orgullo por la historia, conciencia del presente.

Maple, el guardián del norte

Canadá, país donde el futbol aún busca espacio entre el hockey y el basquetbol, eligió a Maple, un alce que juega como portero. El animal más emblemático del paisaje boreal aparece con un aire creativo y resiliente; es un guardián que simboliza autenticidad y liderazgo. Maple viaja —en la narrativa oficial— por las provincias, explorando ciudades y naturaleza, mientras lleva consigo música urbana y cultura contemporánea canadiense. Es la imagen de un país que quiere sumarse al futbol sin renunciar a su identidad, con paciencia y temple.

El alce es mucho más que un símbolo simpático: es el gigante de los bosques, capaz de atravesar lagos y resistir inviernos brutales. Para Canadá es un animal totémico que representa la vastedad de su territorio, la conexión con la naturaleza salvaje y el espíritu tranquilo pero perseverante de sus habitantes. Su sola presencia remite a un país inmenso, donde los paisajes pueden devorar al hombre y donde el silencio también es fuerza. Que sea portero parece casi lógico: un guardián que cuida la portería como se cuidan los grandes espacios abiertos del norte.

Canadá no es potencia futbolística, pero lleva años trabajando silenciosamente para crecer en el deporte: basta recordar el histórico regreso de su selección al Mundial de Catar 2022 después de décadas de ausencia. Maple no viene a prometer milagros deportivos, sino a representar una nación que apuesta por el trabajo constante, el multiculturalismo y la paciencia de quien construye sin alarde.

Clutch, el vuelo estadounidense

En Estados Unidos, la mascota es un águila calva llamada Clutch. Mediocampista por vocación —porque aquí todo es espectáculo pero también estrategia—, Clutch quiere transmitir valentía, curiosidad y optimismo. Representa al país anfitrión más grande y con mayor peso económico del torneo, pero que busca verse accesible, entusiasta, listo para tender puentes entre culturas. Su estética mezcla el deporte universitario con el orgullo nacional y pretende atraer a nuevas generaciones que ya miran con otros ojos a un futbol que dejó de ser minoritario.

La elección del águila calva es inevitable: es el símbolo por excelencia de Estados Unidos, presente en sellos oficiales, billetes, estandartes militares y ceremonias presidenciales. Representa libertad, poder y visión de largo alcance. Convertirla en jugadora de futbol es un guiño al esfuerzo por incorporar este deporte al imaginario nacional. El águila sobrevuela montañas y costas; Clutch quiere sobrevolar canchas y unir a un país diverso que se mira cada vez más hacia el balón redondo, impulsado por la fuerza migrante y la globalización cultural. Es también una declaración de confianza: el anfitrión que concentra estadios, recursos y audiencias se pone en modo mediocampista para repartir juego.

Aunque a primera vista puedan parecer simples caricaturas diseñadas para adornar playeras y peluches, las mascotas del Mundial son una declaración de intenciones. En esta ocasión, la FIFA buscó proyectar diversidad y unidad a la vez: tres animales que son emblemas nacionales —el jaguar, el alce, el águila—, convertidos en jugadores con roles específicos dentro de la cancha. Es un gesto de marketing, sí, pero también un intento por explicar que este campeonato será un rompecabezas cultural sin precedentes.

Por primera vez en la historia de la Copa del Mundo habrá tres mascotas oficiales distintas. No hay un solo símbolo que pretenda abarcar todo; cada país anfitrión tendrá el suyo y juntos buscarán contar la historia de un Mundial continental que cruzará fronteras, idiomas y paisajes. En tiempos de discursos nacionalistas y fronteras endurecidas, la imagen de tres animales jugando juntos es una metáfora fácil pero poderosa.

El reto será que Zayu, Maple y Clutch consigan lo que lograron en su momento Pique, Juanito o Naranjito: quedarse grabados en la memoria colectiva. Con estadios repartidos entre Norteamérica, traslados kilométricos y calendarios exigentes, las mascotas tendrán que convertirse en algo más que adornos digitales. De momento, lo que queda claro es que el Mundial 2026 quiere celebrar el futbol como un lenguaje común sin borrar las raíces de cada anfitrión.

Habrá que ver si ese jaguar que corre, el alce que ataja y el águila que vuela logran conectar con millones de aficionados. Al final, como siempre, el balón —y la emoción que despierte— decidirá si estas figuras se vuelven parte del recuerdo o quedan archivadas en el catálogo del marketing deportivo.

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