Ciudad de México, noviembre 23, 2024 04:16
Revista Digital Diciembre 2021

El nuevo Coronavirus: ceguera y contradicción

México ha sido uno de los países con mayores decesos de personal médico por COVID19, sin análisis que lo explique

El aislamiento social para evitar contacto no fue obligatorio y desde inicios de la pandemia se observó una fuerte renuencia para reconocerla como tal; el discurso oficial se empeñó en insistir en el bajo número de contagios y, sobre todo, en su escasa mortalidad.

POR NADIA MENÉNDEZ DI PARDO Y JESÚS PUENTE TREVIÑO

De acuerdo con Edoardo Campanella, en el ámbito histórico los asesinos invisibles han sido las bacterias y los virus, y han sido estos los principales causantes de epidemias y pandemias que, en el presente, se han manifestado con el Covid 19.

La reaparición de distintas enfermedades que, se pensaba, habían sido controladas o incluso erradicadas a nivel mundial, evidencian que las epidemias surgen, resurgen y se desarrollan de acuerdo con diversas condiciones económicas, culturales, demográficas y psicológicas. De hecho, desde 1940 los científicos han identificado 335 nuevas enfermedades infecciosas y la reaparición de epidemias que se creía erradicadas.

A fines del 2019 se dio a conocer por primera vez, en la ciudad de Wuhan, China, una nueva cepa de coronavirus conocida como COVID-19. El impacto y alcance de esta nueva enfermedad ha llegado a niveles inimaginables, y es evidente que ningún país estaba preparado para actuar ante tal situación.

Históricamente el surgimiento de epidemias se ha asociado con países con bajos niveles de desarrollo, noción que no corresponde únicamente al pasado. Autores como Daron Acemoglu, del Instituto Tecnológico de Massachussets, han argumentado que existe un estrecho vínculo entre el bajo nivel de desarrollo de los países y sus respectivas “cargas de afecciones” lo cual -argumenta- es tanto consecuencia como causa de su pobreza.

En este orden de ideas, el nuevo Coronavirus hace patente la distinción entre países desarrollados y no desarrollados en términos de cómo una enfermedad particular puede -o no- ser relevante dependiendo de las características específicas de la afección y de la sociedad en cuestión. Al observar las acciones de cada gobierno, es claro que hubo países que actuaron de manera expedita y efectiva mientras que, a la par, se ha evidenciado que diversos países tomaron decisiones y medidas claramente erróneas.

Foto: Fernando Carranza / Cuartoscuro

En el caso de México el órgano encargado de hacer frente al COVID-19 es la Secretaría de Salud, la cual se ha visto apoyada por otras instituciones, tales como la Secretaría de Marina, así como por diversas instituciones privadas. Otros países, tales como Nueva Zelanda, Malasia, Chile, República Checa o Italia han adoptado políticas similares.

No obstante, una de las grandes diferencias en el enfoque con que los países han enfrentado esta crisis sanitaria corresponde al esfuerzo por mantener a la gente en sus casas. En México el aislamiento social para evitar contacto no fue obligatorio y, de hecho, desde inicios de la pandemia se observó una fuerte renuencia para reconocerla como tal; el discurso oficial se empeñó en insistir en el bajo número de contagios y, sobre todo, en su escasa mortalidad. Dicha negación se reflejó en la tardanza para aplicar medidas y, lamentablemente, en 2020 el coronavirus se convirtió en la primera causa de muerte en el país, de acuerdo con el director de políticas públicas en salud global de la Universidad George Washington.

Vale la pena señalar que ante la identificación del virus y sus -presumiblemente- elevados niveles de contagio y expansión, la Organización Mundial de la Salud y los sectores de salud de los países afectados plantearon la autoatención como la principal estrategia de prevención, de manera explícita o no.

En México, el sector salud orientó sus esfuerzos a que fueran los individuos quienes hicieran un primer diagnóstico y decidieran ir -o no- al médico, o al hospital, todo lo cual es parte del proceso de autoatención.

Las consecuencias. Foto: Graciela López / Cuartoscuro

En este entorno, las medidas adoptadas por el gobierno mexicano tuvieron como objetivo aislar a grupos vulnerables de sus actividades cotidianas. Sin embargo, estas medidas no fueron efectivas debido a que buena parte de los trabajadores forman parte del sector informal, con ingresos bajos y/o inestables y que no goza de los beneficios que la ley establece en materia laboral. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo realizada por el INEGI, en 2019 el sector informal llegó a estar conformado por 30.8 millones de personas, lo que hace pensar que buena parte de la población mexicana presenta un riesgo sumamente elevado en el contexto de la emergencia sanitaria.

A lo anterior cabe agregar el hecho de que México ha sido uno de los países con mayores decesos de personal médico por COVID19 a nivel mundial, sin que se cuente con análisis, oficiales o no, que expliquen, con claridad, esta situación.

Por otra parte cabe señalar que países con cierto sesgo hacia el autoritarismo han registrado mayor efectividad en sus esfuerzos para enfrentar la pandemia, presumiblemente debido a su capacidad para emitir decretos extraordinarios de control civil, mientras que países con niveles más altos de descentralización del poder se han visto envueltos en disputas de carácter político respecto de las medidas a adoptar, erosionando el poder del Estado para actuar.

En este contexto, a la par de sus impactos en la salud, la pandemia se ha visto acompañada de devastación económica, por un lado, y de la erosión de la democracia, por otro. Las medidas de contención, como la cuarentena generalizada, han sido acompañadas por un aumento del autoritarismo y del despotismo de funcionarios públicos quienes -en algunos casos- parecen haber visto en el coronavirus una oportunidad para censurar a la oposición y fortalecer su estatura política.

Foto: Rogelio Morales / Cuartoscuro

A la par de lo anterior, en el caso de México se ha hecho patente cierto mutismo por parte de los medios de comunicación ante la respuesta insuficiente y tardía de la Administración ante la pandemia del COVID, lo que es reflejo de la notable renuencia a reconocerla como tal y ha hecho patente las negaciones, confusiones y contradicciones que evidencian la vigencia de las palabras de José Saramago: “…creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo no ven. El miedo ciega ante la muerte.”

En nuestro caso, esta ceguera ha consistido en no reconocer que el Coronavirus es un padecimiento grave, con consecuencias catastróficas… y que, al final del día, es una enfermedad que llegó para quedarse.

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