EN AMORES CON LA MORENA / Pobres criaturas… en la política
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Pobres criaturas. Fotograma: Especial
Es más deleznable la prostitución institucional porque no pasa por la libertad y sus distorsiones, sino por el cálculo.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
Para cuando llegue la Ceremonia de los Premios Oscar 2024, las campañas electorales federales y locales en Ciudad de México y otros estados, habrán arrancado con centenas de candidaturas acordadas –y ajustadas— por los partidos políticos. Al ver Pobres Criaturas (Poor Things, 2023), del director Yorgos Lanthimos, no puedo evitar pensar en esta democracia nuestra que nos obliga a elegir entre lo malo y lo peor, incluido eso que se presenta como lo nuevo que no tiene nada de nuevo, ante la imposibilidad de que pudiésemos votar por un corderito inofensivo.
Mi opinión acerca de la política en los últimos 10 años cambió también de lo malo a lo pésimo necesario, lo que paradójicamente me ha llevado a defender más la democracia, pues ya a estas altura podemos afirmar sin margen de error que somos los de a pie los que nos tenemos que cuidarnos de los gobernantes, no esperar que ellos nos cuiden a nosotros. No hay tal pueblo que manda; en todo caso, el pueblo frena a los gobernantes, los acota.
El guión de Pobres Criaturas, en realidad una adaptación de la novela del escritor británico Alaisdar Gray, tiene un acertado enroque entre el comportamiento humano y los personajes que lo protagonizan. Es decir: no todos están en el mismo costal, aun cuando el hecho se considere inmoral. En el centro de esa historia está la prostitución, pero no como un pecado ni una descomposición social, sino matizada por el enfoque que de ella se da a los casos individuales. Lanthimos nos mete en el juego de los valores alrededor de lo que entendemos por “libre albedrío”. Una interpretación razonable es que resulta más deleznable la prostitución institucional porque no pasa por la libertad y sus distorsiones, sino por el cálculo. En la traspolación que aquí se hace, los políticos en general no salen bien librados. Lo más interesante de todo es descubrir quién es el que prostituye y quién es el que se prostituye, que no pocas veces se confunden. Y en todo eso hay comedia, sí, pero también mucha tragedia.
Pobres Criaturas aparece en la lista de las nominadas a Mejor Película, lo que se develará el próximo 10 de marzo. La chica –¿monstruo?–, que personifica en soberbia actuación Emma Stone, aspirante a llevarse una estatuilla como mejor actriz, no solo tiene una belleza imposible porque la belleza de las pelis siempre es imposible, sino por su intocada ternura y torpeza. Los líderes de la política quieren ver como criaturas a los seres humanos que les pueden servir. Las más de las veces buscan fans cual si fuesen rockstars, que eventualmente se convierten en votos. Otras tantas para formar grupúsculos de poder al interior de las instituciones. Y claro, les ofrecen lo que sea a cambio de su “lealtad”. En un momento posterior de la vida suelen desecharlos, cuando ya no “sirven”.
A veces tiene que haber un “Juanito” para que muchos años después Clara Brugada se convierta en la candidata a la Jefatura de Gobierno, con miras a ser la tercera sucesora del hoy presidente de México. Son esos Juanitos, efectivamente, parte de experimentos. Bella no sabía lo que significaba el sexo por el dinero en el mundo de los depravados; los Juanitos y las Juanitas tampoco lo saben, son víctimas, no victimarios. La frustración es terrible –pregúntenlo a Marcelo Ebrard, que jugó como un Juanito Mayor y de veras se creyó eso de que habría “piso parejo” en Morena–. Por eso Manuel Gómez Morín, conocedor del sistema autoritario al que combatió, solía decir que lo mejor no ilusionarse para que no haya desilusionados.
En De Pueblo en Pueblo (Océano, 2000), Francisco Ortiz Pinchetti publica la crónica que originalmente escribió para la revista Proceso, el 8 de marzo de 1982, donde un viejo maya de 80 años, Emilio Chuc Chuc, es embarcado con toda su ilusión para “restaurar” el socialismo de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán. Socialista de toda la vida, Chuc Chuc había sido muchos años atrás, en 1934, presidente municipal de su pueblo, Temax. Así que un día de 1981, los dirigentes estatales del Partidos Socialista de los Trabajadores (PST) fueron a convencerlo. “Don Emilio –le propuso el comisario político del Partido Socialista de los Trabajadores, César Humberto González Magallón, que había acudido —“usted tiene que ser gobernador de Yucatán”. Y así lo repitió Chuc Chuc a su esposa: “tengo que ser gobernador de Yucatán.
“Pobre fue su campaña de pueblo en pueblo”, describe Ortiz Pinchetti. “El viejo superó las penurias con su energía y, después de oírlo, muchos campesinos quedaban convencidos de que el gobierno de Chuc Chuc sería la reanudación del de Carrillo Puerto”. Al final, el candidato priísta Graciliano Alpuche Pinzón obtuvo 175,038 votos y Chuc Chuc apenas 2,071. “¡Me engañaron!”, gritó Chuc Chuc. “Transaron con el PRI. Por eso está Alpuche de gobernador en Mérida. Y se quedaron con el dinero que les dio el gobierno para la campaña”. Efectivamente, el gobernador saliente Francisco Luna Kan había dicho a los periodistas que el gobierno estatal había entregado medio millón de pesos a cada partido contendiente…
Triste metáfora resulta la historia cuando por designio presidencial, este 2024 electoral es el “año de Felipe Carrillo Puerto”. En la ruta se van quedando como zombis cientos, miles de mexicanos que pretendieron contender por algún cargo de elección popular. No todos, sin embargo, fueron embaucados a ese naufragio: Hubo quienes lo hicieron bajo su propio ego –Frankensteins de su ambición, hechura con los retazos de sus vidas– y hoy pelean desesperados por obtener uno de los últimos pasajes en la embarcación, algunos por supuesto para salvarse del futuro a través de algún fuero político en el Congreso.
Ya nos había convencido el gran Guillermo del Toro en El Callejón de las Almas Perdidas: Los peores monstruos están entre los seres humanos.