Ciudad de México, diciembre 14, 2024 09:30
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Pueblo, una categoría política

Los usos que desde narrativas oficialistas y transnacionales se da al término “populismo” deben mover a reflexión. Consiste en una tangente en el terreno peyorativo para comunicar como normal una condición de hegemonía, despojo, dominación y relegación del principal actor de los procesos políticos: el pueblo.

Ante los catastróficos resultados del modelo económico neoliberal, el cual concede a los estados nación la función primordial de cuidar los bienes privados, la categoría política denominada “pueblo” adquiere paulatinamente otro tipo de conciencia. El sistema hegemónico está en crisis pues no goza de legitimidad.

Quienes patrocinan el orden desigual existente incluso denuestan que los ciudadanos se asuman como sujeto histórico. Arguyen que cuando los habitantes de determinado territorio reflexionan y actúan para modificar su situación de clase existe un “retroceso”, y lo repiten, defendiendo lo indefendible.

Es importante diferenciar entre categoría política y categoría económica. El discurso reduccionista suele tender trampas. Al dejar “pueblo” en un terreno netamente económico apelan a un marco referencial de pobreza. Mimetizarlo con “lo popular” y “el populismo” evidencia desconocimiento toda vez que no son sinónimos.

Por ello enfatizo, se trata de una categoría donde los desplazados y afectados no necesariamente comparten una condición de ingreso o distribución y apropiación de la riqueza generada. La determinación es política.

Asimismo no debemos olvidar que los modelos económicos ejecutados en países como el nuestro despojan de territorio, de patrimonio, de libertades, y ante ello la categoría política “pueblo” emprende procesos de organización, atiende su voluntad de vida y en ello no existe algo de vergonzante o retrógrado.

Bajo la trampa de ser moderno se pretende infundir en los jóvenes el “no dejarse engañar” por el “populismo”, es decir, no oponerse a la globalización, asumir obediencia cómplice como horizonte de vida, sin solidaridad fraterna más allá del orden establecido, convertirse en simples maquiladores sin rostro.

En suma, legitimar un sistema que colocó a la humanidad en la mayor crisis de la cual se tenga registro. Según datos de la Unicef, durante 2014 cada minuto 21 menores de cinco años murieron a causa de enfermedades tratables. Inconcebible… irresponsable… inhumano.

Se equivocan quienes desde diversos espacios burocráticos y de poder advierten que nos enfrentamos al dilema liberalismo vs populismo, es una visión simplista. La contradicción principal en esta circunstancia concreta sea quizá la subsistencia de la humanidad, su concepto.

Por ello nos corresponde, a todos y cada uno de los ciudadanos, entusiasmar a los jóvenes respecto a la posibilidad de construir una verdadera coyuntura de oportunidad y no esperar únicamente a que las condiciones objetivas se agudicen. Las crisis representan escenarios ambiciosos y uno de ellos consiste en asumirnos como pueblo, ese actor y sujeto histórico cuya fuerza de cambio lo coloca como la vanguardia social.

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