Ciudad de México, octubre 8, 2025 11:20
Ciudad de México

Separación en la Línea 12 del Metro: otra grieta que abre la desconfianza

La versión oficial: ‘no hay riesgo’ y todo está bajo control

STAFF / LIBRE EN EL SUR

El Sistema de Transporte Colectivo (STC) reaccionó rápido —al menos en el terreno comunicativo— para asegurar que “no existe riesgo estructural”. Según su explicación, el espacio observado pertenece a la columna LOE-14 y ya era conocido desde 2021, sin haber registrado cambios significativos desde entonces. Ingenieros del propio Metro habrían inspeccionado el sitio y concluido que las trabes siguen apoyadas correctamente. Incluso deslizaron que este tipo de separaciones son “normales” en curvas de la estructura elevada.

La versión técnica, sin embargo, resulta insuficiente frente a un contexto de desconfianza. Si algo dejó el desplome de Olivos fue la certeza de que los comunicados del Metro no bastan para tranquilizar a nadie. Aquel derrumbe también fue precedido por revisiones y declaraciones de seguridad. Hoy, el discurso de “no hay riesgo” suena demasiado parecido, mientras la ciudadanía observa —con justa suspicacia— un tramo cuya construcción fue cuestionada desde su inauguración por deficiencias en soldaduras, pernos y diseño.

Transparencia ausente y memoria de una tragedia reciente

El gran vacío es la transparencia técnica. El STC no ha publicado informes estructurales detallados, ni fotografías comparativas que muestren el estado de la trabe en 2021 y hoy. Tampoco ha habido presencia visible de organismos independientes que respalden la inspección. Para un sistema que transporta a más de 4 millones de personas diarias, esa opacidad es tan preocupante como cualquier fisura.

Además, la administración actual insiste en que la Línea 12 se encuentra bajo “supervisión permanente”, pero la historia reciente prueba que la vigilancia interna sin rendición de cuentas puede convertirse en simple burocracia. A casi una década de inaugurada y cuatro años después de la tragedia, el tramo elevado sigue cargando un estigma que el gobierno no termina de disipar: la percepción de que el Metro prioriza la contención mediática sobre la seguridad real.

La ciudadanía no pide pánico, pide certeza. Y la certeza solo se construye con información abierta, dictámenes públicos y auditorías independientes. Decir que la separación “ya era conocida” no calma; al contrario, inquieta: ¿por qué entonces no se comunicó antes con claridad?, ¿quién avala que no ha crecido?, ¿qué protocolos de monitoreo en tiempo real existen?

En una ciudad que ya pagó con vidas la negligencia técnica y política, minimizar la preocupación social no es opción. Cada fisura visible es también una grieta en la confianza, y sin confianza el Metro pierde su carácter de columna vertebral urbana. Mientras no haya transparencia total y verificación independiente, cualquier “no hay riesgo” seguirá sonando hueco.

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