Solidaridad
El concepto que da título a esta entrega está presente en el desarrollo de las sociedades, sin sesgo de ubicación geográfica ni forma de gobierno, y constituye una condición necesaria –que no suficiente— para establecer relaciones basadas en la igualdad y la búsqueda del progreso. Con mayor o menor intensidad en lo que a apropiación y práctica de la misma se refiere, representa una herramienta ineludible en la conformación de nuevos sujetos, de nuevas realidades.
Su presencia en la mente de los colectivos y como factor en la toma de decisiones en determinado momento implicó el poder avanzar hacia pactos políticos y consecución de derechos elementales. Émile Durkheim escribió: “Para que los hombres se reconozcan y se garanticen mutuamente derechos, es preciso que se quieran, que, por alguna razón, se aprecien unos a otros y aprecien una misma sociedad de la que forman parte”.
Destaco lo anterior toda vez que durante algunos momentos el devenir de las diversas realidades manifiestas en la narrativa nacional carece de solidaridad. Por lo menos no de una manera que nos permita compartir circunstancias y encontrar la forma de emprender acciones por quienes no conocemos, pero que sin lugar a duda guardamos una responsabilidad. Me refiero a los jóvenes.
En no pocos espacios somos testigos de cómo se atribuye a una suerte de mérito el lugar que un joven ocupa, como situación de vida, en un contexto social. Nada más alejado de la realidad. Ello implicaría tomar como aceptables las diversas desigualdades a enfrentar y reproducirlas conforme se suceden las generaciones, sería asumir como normal una paradoja tal como la brecha tecnológica en la cual se encuentran inmersos cada vez mayor número de mexicanos, como si por descarte asumiéramos que no poseen capacidades ni ambiciones.
Por el contrario, es deseable conformar las bases de un pacto político en el cual los jóvenes menos favorecidos (no por elección) puedan generar lazos de interdependencia, auténticas nuevas instituciones mentales con la solidaridad como el sonar para identificar realidades y construir nuevos relatos, con menor desigualdad.
Procesos como el sugerido no llegan por el simple paso del tiempo, deben ocupar las mesas de discusión de todos los involucrados en pensar el futuro del país, en un último reducto, como ejercicio de fraternidad, de construir respuestas ante la crisis generalizada.