Ciudad de México, abril 23, 2024 01:17
Revista Digital Febrero 2021

Un momento de San Valentín / Amor en la pandemia

No esperes que tu pareja cumpla tus expectativas. Si eso haces, siempre estarás esperando, me dijo mi maestro, un monje tibetano.

POR JULIETA GARCÍA PARDO

Hace más de diez años que estamos juntos mi esposo y yo. Diez San Valentines, cada uno distinto. Pero este será sin duda uno muy peculiar, un año para recordar. Nos conocimos en un pueblo remoto en el sur de un país lejano; en el lugar más extraño e inesperado, parte de un plan divino. Así es la vida, cambiante e inesperada, y hoy nos pone a prueba.

“En 15 años de matrimonio jamás tuvimos que pasar tantas horas del día juntos”, me dijo uno de mis alumnos. “Es un verdadero reto para muchas parejas”. Y sí: Una combinación de encierro y enfrentamiento con la muerte, pero nunca de soledad. Porque estamos juntos. “Dios aprieta pero no ahorca”, dicen. Y nosotros hemos comprendido la importancia de ser precavido sin convertirse en presa del pánico.

Cuando la pandemia comenzó, miré al cielo y pregunté: ¿Qué es lo que debemos aprender de todo esto? Y me salió una lágrima solita, con la ligera sensación de un nudo en la garganta impregnada de melancolía. ¿Qué tenemos que aprender?, volví a preguntar. Me quedé un buen rato mirando al cielo, pero ninguna respuesta llegó. Al día siguiente mi esposo me dijo: “Soñé que me visitaba un hombre muy sabio. Me habló sobre vivir en el ahora”.

Y en ese momento, como relámpago, me vinieron a la mente las palabras que escuché hace tiempo de mi maestro, un monje tibetano que conocí hace más de una década en los Himalayas: “La vida es un conjunto de momentos. En cada uno de esos momentos te da una oportunidad para practicar”. ¿Pero practicar qué? –le pregunté. “El darnos cuenta que todo cambia, que somos amor, que no hay que buscarlo porque ya está dentro de nosotros”.

¿Pero cómo empiezo, maestro? “Bueno. Primero, hay que darnos cuenta que la vida termina, no importa si eres joven o viejo, a todos nos sucederá, en un instante. Puedes comenzar en la mañana por agradecer lo que ya hay en tu vida y pensar qué vas a hacer con este día tan especial que se te ha dado como un regalo”. ¿Y cómo puedo mantener esos pensamientos positivos? “Deja de pensar en ti y haz algo por el otro. Y canta un mantra, un rezo, una oración. Pero hazlo con el corazón”.

Cuando me preguntó sobre lo que significa un mantra, traté de recordar las definiciones del diccionario, todo lo que aprendí en aquellos cursos en donde mi esposo y yo tomábamos notas sin cesar. Ante mi silencio, el maestro continuó: “Un mantra o rezo no son palabras al aire, sino deseo y compromiso de transformar nuestra mente para volvernos más compasivos, valorar nuestra vida y la de los otros, aceptar la impermanencia, practicar el desapego y cultivar pensamientos positivos en lugar de los que nos causan sufrimiento a nosotros y a los demás; convertirnos en sabios pero no para el beneficio propio sino para el de todos aquellos que nos rodean”. Y luego añadió: “Por ejemplo, no esperes que tu pareja cumpla tus expectativas. Si eso haces, siempre estarás esperando”.

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