Veneno en la llave: El diésel es cancerígeno, sostiene la OMS

Foto: Cuartoscuro
El gobierno de Clara reconoció lo que el gobierno de Martí negó: El agua contaminada –consumida por juarenses– tenía diésel.
Las emisiones de diésel contienen más de 40 compuestos peligrosos: benceno, arsénico, formaldehído…
Hasta hoy, nadie ha sido sancionado por negligencia. No hay registro de seguimiento clínico a los habitantes expuestos. No hay un plan serio de salud pública que atienda las secuelas.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
En junio de 2012, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasificó los gases de escape de motores diésel como carcinógenos para los humanos (Grupo 1), basándose en evidencia suficiente de que la exposición está asociada con un aumento en el riesgo de cáncer de pulmón.
Tuvieron que pasar más de trece meses desde que comenzaron las denuncias vecinales sobre el agua que salía con olor a combustible en la alcaldía Benito Juárez para que el gobierno capitalino, ya en manos de Clara Brugada, dijera lo que los análisis ya sabían: el agua estaba contaminada con diésel.
Pero no fue con estruendo. No fue en cadena nacional. Ni siquiera en una rueda de prensa. La confirmación vino envuelta en tecnicismos, casi como si se quisiera decir sin decir. Fue Myriam Urzúa, actual titular de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, quien soltó la frase reveladora el martes 14 de mayo de 2025 en entrevista con W Radio:
“Lo que se detectó fue diésel, una cantidad mínima, pero fue lo que se encontró”.
No fue el primer gobierno de la ciudad en pronunciarse, pero sí el primero en aceptarlo. Porque Martí Batres, su antecesor, negó categóricamente que el líquido hediondo fuera gasolina o cualquier derivado del petróleo. El 8 de abril de 2024, afirmó textualmente que “no hay evidencia de que haya gasolina” en el agua. “No hay riesgo de explosión”, remató, como si los vecinos hubieran pedido un diagnóstico de pirotecnia.
Y no, no explotó nada. Pero la salud no siempre estalla. A veces se filtra, gota a gota, como ocurrió con el veneno doméstico que durante semanas entró por la boca, rozó la piel y se coló en los pulmones de quienes siguieron duchándose, lavando trastes y tomando café con agua de la llave.
Las certificadoras científicas no dudan: el diésel enferma
No lo dijo un vecino alarmista ni un influencer conspiranoico. Lo dijo la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC): “El humo de diésel está clasificado como carcinógeno del Grupo 1 para los humanos, con evidencia suficiente de que causa cáncer de pulmón”.
Y no es humo figurado. Las emisiones de diésel contienen más de 40 compuestos peligrosos, entre ellos benceno, arsénico, formaldehído y compuestos orgánicos persistentes que el cuerpo humano absorbe con eficacia trágica.
La Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR) de Estados Unidos advierte que el contacto con diésel puede provocar daños en la piel, riñones, hígado y sistema nervioso. El diésel ingerido no solo irrita la boca y el estómago, sino que puede provocar neumonía química si entra a los pulmones por aspiración, incluso en dosis pequeñas.
Lo confirma también MedlinePlus, el portal de salud de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos:
> “La ingestión de productos derivados del petróleo puede provocar vómitos, diarrea, dificultad para respirar, somnolencia, irritación y daño a los órganos internos”.
Y desde la trinchera nacional, el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM ha alertado que las partículas finas del diésel (PM0.1) pueden penetrar profundamente en el sistema respiratorio, ingresar al torrente sanguíneo y dañar órganos vitales como el cerebro, el corazón y los riñones.
Mientras los residentes reportaban urticaria, dolor de estómago y síntomas respiratorios, la jefatura de gobierno aseguraba que el agua era segura. Pero hasta hoy, nadie ha sido sancionado por negligencia. No hay registro de seguimiento clínico a los habitantes expuestos. No hay un plan serio de salud pública que atienda las secuelas.
En cambio, hay silencio. Ese que se posa cuando conviene más olvidar que asumir. Ese que intenta neutralizar la evidencia con tecnicismos. Ese que deja claro que en esta ciudad la salud pública puede contaminarse más rápido que el agua potable. la alcal´dia Benito Juárez se convirtió en un laboratorio involuntario de políticas públicas fallidas. Pero la química no se detiene en las declaraciones: el diésel, aunque no se aceptesdeja rastro.