¿Cuál es el verdadero Año Nuevo?
Foto: Magdalena Montiel / Cuartoscuro
El inicio de ciclo cada 1 de enero responde más a los valores culturales de los pueblos que a una fecha natural.
POR ESTEBAN ORTIZ CASTAÑARES
“En el próximo año sí voy a bajar esos kilitos extra que tengo”, “seguro termino la tesis y me titulo”, “voy a dedicarme a lo que quiero…” En esos propósitos de año nuevo, con todo y sus emociones y bullicios, queda en el aire una pregunta: ¿Por qué festejamos el fin de ciclo el primero de enero?
En particular, después de ese día no hay ningún cambio especial ni en la naturaleza ni en los astros que nos dieran una clara huella del motivo del festejo.
Y en efecto todo es arbitrario, resultado de ajustes históricos.
El desarrollo de la humanidad siempre necesitó de la identificación de los ciclos de la naturaleza. Desde el principio, en la época de los recolectores y cazadores, se necesitaba saber los periodos de migración y los ciclos de la vida de la vegetación y la producción de frutos.
Con la domesticación de las plantas y animales y la aparición de las sociedades sedentarias, la necesidad de poder identificar ciclos guía se volvió esencial para la siembra y la cosecha y el ser humano empezó a buscar referencias. La luna fue la gran seductora, sus ciclos eran claros y las culturas primogénitas la empezaron a utilizar como referencia. El ciclo lunar es de 29.5 días.
Los babilonios y sumerios descubrieron que las estrellas regresaban a su punto inicial aproximadamente cada 12 periodos lunares, calculando así que un año tenía una duración de 354 días (12 x 29.5 = 354). Pero cada ciclo lunar era de 29 días seguido de otros de 30. Y ese es el origen de los 12 meses que actualmente tenemos.
El valor simbólico de la luna es tan fuerte que en la actualidad seguimos viendo festejos y ritos religiosos relacionados al ciclo de este astro. La religión musulmana, por ejemplo, utiliza la luna creciente como símbolo de su identificación cultural y por supuesto su calendario se basa en sus ciclos, haciendo que las fechas de sus festejos cambien cada año. Es probable que, por provenir del desierto, no era imperante mantener un calendario exacto que ayudara a programar los periodos de siembra y cosecha a largo plazo, lo que hizo que esta referencia se mantuviera hasta nuestra época.
Las distintas culturas antiguas, al descubrir que el uso de esta referencia creaba un desfase (11 días por año), trataron de desarrollar soluciones pragmáticas. La mayoría generaron un sistema para compensar las diferencias y solo muy pocas culturas abandonaron la seductividad de la luna para crear un sistema solar total.
Los babilonios fueron los primeros en crear un sistema de ajustes conocidos como calendarios lunisolares agregando cada 3 años un año de 13 meses. La antigua Grecia copió este ajuste y en 432 a.C. creó el ciclo metónico (Metón de Atenas), de 19 años, con 13 años de 12 meses lunares y 7 con un mes adicional (13). Con algunos ajustes adicionales llegó a tener solamente 1.2 horas de diferencia al ciclo solar real.
Este calendario sigue en uso para la religión judía (manteniendo el mes intercalado fijo, se llama “Adar II”). Métodos muy parecidos de ajuste, se desarrollaron en la India y se mantienen en los festejos religiosos hinduistas. También China desarrollo algo similar que se mantiene vigente en el budismo, en las festividades japonesas y coreanas y por supuesto en el calendario civil chino. La gran desventaja de estas soluciones es que, aunque compensan las diferencias al final de los ciclos, las fechas cambian año con año.
La iglesia católica también se rige por un sistema lunisolar, lo que obliga a consultar el calendario litúrgico para saber cuándo programar las vacaciones de Semana Santa.
Egipto, donde su producción agrícola dependía totalmente de los periodos estacionales (crecida del Nilo), fue la primera cultura que desarrolló un calendario solar real de 12 meses, cada uno con 30 días (esta duración puede ser vestigio de un calendario lunar anterior). Al final del año se agregaban cinco días, para llegar a 365.
Mesoamérica también creó un calendario solar puro, totalmente independiente a los ciclos lunares y ajustado de una manera mucho más pragmática y lógica. Con 18 meses, todos de 20 días, y cinco o seis días al final del año, que se consideraban de transición: nefastos, de mala suerte. Se creía que en estos días los mundos de los vivos y los muertos se unían, permitiendo a los muertos visitar a los vivos, lo que actualmente ha llegado a nuestra cultura como el Día de Muertos.
“En 1582, el papa Gregorio XIII encargó al jesuita alemán Cristobal Clavius que ajustara el calendario, y así surgió el ‘Gregoriano’, que se usa actualmente”.
El calendario romano, creado por su primer rey Rómulo (738 a.C.), inicialmente no se alejó de la referencia lunar. Estableció 10 meses (de 30 o 31 días) con un total anual de 304 días. Estaba ajustado al trabajo agrícola, por lo que los días restantes eran de descanso y no se consideraban. Iniciaba en marzo y terminaba en diciembre. El nombre de los cuatro primeros meses se refería a deidades y el resto (seis) simplemente eran el número correspondiente al mes. Los últimos cuatro siguen manteniendo esta referencia: septiembre por el número siete; octubre, por el ocho, noviembre, por el nueve y diciembre por el diez. El sucesor de Rómulo, Numa Pompilio, ajustó el calendario integrando dos meses más al final (Ianuarius, en honor al dios Jano, que abre y cierra las puertas, es decir los ciclos, y Februarius, mes de la purificación). Pero siguiendo la referencia lunar agregó solamente 51 días, es decir estableció el año en 355 días, por lo que los gobernantes hacían ajustes a su conveniencia para hacer coincidir el año más o menos con el solar, transformando la medición en imprecisa y caótica.
Julio César, por necesidad de planear adecuadamente las campañas militares y el aprovisionamiento de alimento, creó un plan para reestructurar el calendario. Su astrónomo Sosígenes de Alejandría tomo como referencia el calendario de Egipto, de donde él provenía, para crear uno totalmente ajustado al ciclo solar. Recorrió el año a enero e incluyó el concepto de año bisiesto (inicialmente de cada cuatro años, pero luego fue ajustado por el emperador Octavio a cuatro, al identificar que se generaba un desfase). En 46 a.C., dos años después del asesinato del monarca, se hizo un primer ajuste que incluyeron tres meses más en el calendario; la adición hizo que el año fuera el más largo de la historia de la humanidad, con 445 días.
Este calendario “Juliano”, fue la guía de la vida en occidente hasta el siglo XVI. A pesar de haber sido muy exacto, presentaba una diferencia de 11.23 minutos del ciclo real solar, que con los siglos se hizo notoria. En 1582, el papa Gregorio XIII encargó al jesuita alemán Cristobal Clavius que ajustara el calendario, y así surgió el “Gregoriano”, que se usa actualmente. A pesar de que demostró ser más preciso, tuvieron que pasar hasta 350 años para que países no católicos lo aceptaran por considerarlo hereje, con consecuencias absurdas. Por ejemplo, el líder de la independencia en Estados Unidos, George Washington, tiene en la América protestante dos días diferentes de nacimiento, el registrado (Juliano) y el real (Gregoriano). Y en 1908 Rusia llegó una semana y media tarde a los juegos olímpicos de Londres, por la inexactitud de su calendario.
Otro calendario interesante es el creado por el matemático Laplace, que pretendía poner el racionalismo por encima de cualquier valor histórico. Fue hecho por encargo del comité de la Revolución Francesa. Debía ser totalmente lógico, por lo que la cuenta corta estaba hecha en base 10:100 segundos, para un minuto; 100 minutos, una hora; y 10 horas, un día. Es interesante ver que no pudo librarse totalmente de la seducción lunar y estableció la duración de todos los meses en 30 días y los 12 meses con cinco días adicionales de descanso (o seis en años bisiestos). Y por supuesto el nombre de los meses cambió para representar los cambios de la naturaleza. Pero el sistema solo existió en Francia durante 15 años (1792-1806), pues fue abolido por Napoleón.
Ahora pues, regresando al tema inicial, podemos clasificar los festejos de año nuevo en cuatro fechas o periodos principales:
Equinoccio de Primavera (día y noche de igual duración): El más usado, donde con el renacer de la naturaleza inicia el ciclo de la vida. Fue usado por Persia (la fiesta de Nowruz), Mesoamérica (Mayas, Mexicas y conexos), Songkran (Tailandia) y China (festival de la primavera, que ya se ha dicho que no es muy exacto) y por supuesto el festejo de la Roma primigenia.
Solsticio de Verano (el día más largo del año): La celebración de la abundancia y de la vida. Por ejemplo, la antigua Grecia (Hekatombaion, festejando la abundancia), Egipto (con el crecimiento del rio Nilo)
Equinoccio de Otoño (día y noche de igual duración): El fin productivo del año, un periodo de recogimiento y de agradecimiento por los bienes recogidos en el año. Es festejado en el Hinduismo (Diwali, la fiesta de las luces), Yon Kipur (ayuno y ceremonias religiosas para agradecer a Dios lo recibido en el año) y el calendario de la Revolución Francesa, más relacionado con la victoria de la república (22 septiembre), aunque es un festejo de agradecimiento.
Solsticio de Invierno (el día más corto del año): Se concentra más en el regreso de la luz que de la vida, relacionado con un periodo de reflexión con cuatro meses más de escases (el invierno). Celebrado como: Yule (escandinavo precristiano, el regreso de la luz), Cápac Raymi (Inca, que por estar en el cono sur, se festeja en junio o julio) y el año nuevo occidental-cristiano, el único vigente de este grupo.
A pesar de que los ciclos del año deberían estar más vinculados con la naturaleza y que yo preferiría festejar el año nuevo en marzo, reconozco que el concepto del regreso de la luz es seductor. Pero independientemente de cualquier cosa, la historia nos pone en claro que los inicios de ciclo responden más a los valores culturales de un pueblo que a una fecha natural.
Como sea, si queremos hacer una promesa de buenos propósitos la debemos hacer con la validez del ahora. Cada instante es un buen momento para tratar de ser mejores. ¡Feliz año 2025!