JUVENTUD COMO SISTEMA / A 50 años del mayo francés
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DINORAH PIZANO OSORIO
“La historia de una explosión social que modificaría profundamente a toda una generación pero que no cambiaría la faz de la tierra. El origen de una gran decepción, pero también de una gran fiesta. Rebelión contra el viejo mundo y condena a la estupidez de por vida. Se liberaron los más profundos sentimientos y los más acuciantes anhelos de miles y miles de jóvenes. Vivir sin cortapisas, sin represión, sin consumismos, vivir es luchar contra la sociedad burguesa y es luchar contra quienes desde una pretendida oposición hablan de cambiar la vida”.
La cita corresponde al libro Mayo ‘68 de José María Vidal Villa.
2018 marca medio siglo desde aquel verano parisino que se tradujo en un hito de organización, creatividad y participación. Para millones, los acontecimientos de mayo de 1968 en los barrios y universidades de la capital francesa dieron pie a romper la cadena de la inmovilidad. Fue un año donde en la mente de los jóvenes del mundo se forjó la idea de un futuro diferente, con ellos como protagonistas.
Los hechos se suscitaron bajo un clima mundial peculiar. En Estados Unidos se vivía un conflicto racial; Berkeley, California era el centro de las protestas contra la Guerra de Vietnam; se sumarían espacios estudiantiles en Italia, concretamente en Turín y en Milán. En Alemania nació la Liga de Estudiantes Socialistas, y mientras en países de América Latina se vivía bajo la sombra de dictaduras militares, en varias naciones de Occidente existía una clase media creciente. La innovación en la música, la pintura, la literatura, el cine y el teatro se abría paso con nuevos productos, personajes, sonidos y colores.
Un aspecto a resaltar de esos meses fue la capacidad de atraer la atención de filósofos, novelistas, sociólogos y escritores en general, quienes se sumaron a una agenda en la que advertían posibilidad de cambio y agitación. Ejemplo de ello fue el manifiesto de Jean Paul Sartre, Henri Lefebvre, Andre Gorz, Jacques Lacan, Pierre Klossowski, Maurice Blanchot, entre otros intelectuales de la época, publicado el 9 de mayo en el diario Le Monde:
“La solidaridad que afirmamos aquí con el movimiento de los estudiantes en el mundo –este movimiento que acaba de sacudir con violencia, en horas estruendosas, a la sociedad llamada de bienestar, perfectamente encarnada en el mundo francés— constituye en primer lugar una respuesta a las mentiras mediante las cuales todas las instituciones y formaciones políticas (con unas pocas excepciones), así como todos los organismos de prensa y de comunicación (casi sin excepción), buscan desde hace meses alterar este movimiento, pervertir su sentido o incluso intentar volverlo irrisorio.
Es escandaloso no reconocer en este movimiento lo que se busca y lo que está en juego: la voluntad de escapar, por todos los medios, de un orden alienado, pero tan fuertemente estructurado e integrado que aun la simple discusión corre el riesgo de ser puesta a su servicio. Y es escandaloso no comprender que la violencia reprochada de ciertas formas de este movimiento es la réplica a la inmensa violencia al abrigo de la cual se preserva la mayoría de las sociedades contemporáneas, y cuya barbarie policial no es sino su divulgación.
Es este escándalo el que buscamos denunciar sin más demora, y el que pretendemos afirmar; asimismo, frente al sistema establecido, es de una importancia capital, quizás decisiva, que el movimiento de los estudiantes, sin hacer promesas y, por el contrario, desechando toda afirmación prematura, oponga y mantenga un poder de rechazo capaz, creemos, de abrir un provenir”.
América Latina tendría en Julio Cortázar un representante activo. Observador habitual en las discusiones estudiantiles, relató parte de lo sucedido, con la agudeza y articulación que impregnan sus letras, en una serie de escritos bajo el título Noticias del mes de mayo.
“Ahora estas noticias. Este collage de recuerdos. Igual que lo que cuentan, son obra anónima. La lucha de un puñado de pájaros contra la Gran Costumbre. Manos livianas las trazaron con la tiza que inventa la poesía en la calle, con el color que asalta los grises anfiteatros. Aquí prosigue la tarea de escribir en los muros de la tierra: EL SUEÑO ES REALIDAD”.
Lo que ocurrió, más allá de las consecuencias de largo alcance o cambios estructurales en una circunstancia específica de la historia contemporánea, evidencia que cada época tiene detonantes, puntos de inflexión. Recordar el mayo parisino nos coloca frente a la necesidad de conformar nuevas historias, de dar nuevos impulsos a los esfuerzos colectivos, de discusión y cuestionamiento permanente. El futuro es indeterminado, pero la determinación del mismo será un proceso, un camino por andar, en el cual las generaciones nos hemos de formar en nuevas prácticas, donde el ser humano retome el papel transformador que le corresponde, sin sucumbir a la inmediatez del consumo manifiesto en cada vez mayor número de realidades sociales.