Vecinos en cuarentena / Escuela de cuarentena
POR HÉCTOR ROJAS PRUNEDA
El confinamiento es muy difícil sin importar la razón, pero cuando se trata de hacerlo para salvaguardar tu salud y probablemente tu vida y la de tus seres queridos, se convierte en algo que juega en todo momento con tu mente. ¡Y es que al final del día hay que salir de casa! Ir por comida o ciertos artículos indispensables o realizar algunas actividades que simplemente no puedes dejar para otro día como alguna emergencia médica tuya o de algún miembro de tu familia son razones que te obligan a salir a un mundo que puede contagiarte de algo desconocido.
En mi caso una de las peores experiencias hasta ahora del #QuédateEnCasa me sucedió el 20 de marzo, cuando una de mis hijas se cayó y tuvimos que salir corriendo al hospital para que la atendieran. Sentí horrible por la gravedad de la caída que requirió múltiples puntadas, anestesia general y todo lo que una urgencia desata (hoy plenamente recuperada).
Pero adicionalmente el temor a infectarnos del nuevo Coronavirus era inmenso y me hizo mucho más difícil la estancia en el hospital. Andaba por todos lados abriendo puertas con los pies evitando tocar absolutamente todo lo que podía y cuando era indispensable tocar algo, hacía un esfuerzo sobre humano para no tocarme la cara. Ahí entendí que nos tocamos la cara miles de veces al día sin pensarlo.
Para colmo, todo parecía tomar dimensiones catastróficas pues nos tocó ver y escuchar a los médicos de urgencias en ese hospital mientras definían los protocolos para atender la emergencia que pronto llegaría al país. Y no estaban nada equivocados, finalmente ese hospital fue el primero en anunciar que cerraba sus puertas para atender más casos del famoso COVID-19 por estar saturado.
Pero las cosas buenas también han llegado con la cuarentena. Después del susto del hospital y una vez que pudimos salir de ahí, decidimos seguir el encierro en un rancho donde el contacto con la naturaleza nos ha enseñado cada día cosas nuevas que, en familia, saben mucho mejor y en donde la lejanía con la civilización nos pone en un espacio mucho más seguro.
Una fogata con mis hijas, una caminata a media tarde o un “safari de bichos” puede ser muy reconfortante y te regresa a valorar las cosas más importantes de la vida. Cosas que a menudo dejas de ver por vivir en el frenesí de la gran Ciudad de México.
Hay que tener mucha paciencia y mucha tolerancia para lo que viene, recordemos que falta por lo menos un mes adicional de encierro. Aprovechemos esta oportunidad para convivir con nuestras familias y hasta con nosotros mismos.
Vecino de la colonia Extremadura Insurgentes. Publicista. Presidente de Vecinos del parque Hundido, A.C.