Ciudad de México, noviembre 22, 2024 01:16
Mayo 2020

Vecinos en cuarentena / La calidad de lo humano

POR MARÍA LUISA RUBIO GONZÁLEZ

Aunque nos habíamos preparado paulatinamente para el momento de que sucediera, fue todo muy rápido. Alguien del edificio dio positivo al SARS-COV2 y ese mismo día mudamos la oficina a cada una de nuestras casas. Al día siguiente nos citamos por videoconferencia para organizar la agenda y reinventar el trabajo.

Así es como ahora estoy todo el día en casa, sorprendida de escuchar pájaros cantando a todas horas, más cantos mientras menos autos pasan por la calle hasta sustituir los trinos por el cri-cri de los grillos. Más desde que cerró el restaurante de crepas de la contra esquina donde había música de tanto en tanto.

Los primeros catorce días fueron duros, entre observarme todo el tiempo y medirme la temperatura, pasando por esa noche en creí que me había dado y me dormí dispuesta a empezar el paracetamol al día siguiente para amanecer rozagante y descansada, hasta el último día de la cuarentena con un ataque de ansiedad brutal, imagino que producto de mucha acumulación y contención de emociones.

Porque esta que estamos viviendo es una crisis enorme. Es un cisma en muchos niveles: en lo individual, en lo familiar, en lo comunitario, en lo social, en lo nacional, en lo global. En la economía, en la salud, en la política; en lo público y en lo privado. También es una enorme oportunidad, tanto cuanto más conscientemente lo miremos, cuanto más nos detengamos a mirar, a mirarnos, con más consciencia y con menos juicio, culpa o reclamo.

Operar/encontrar/aprender/instalar la autorregulación necesaria para gestionar el trabajo y el descanso físico, la concentración y el reposo mental, la atención consciente y la limpieza de eso intangible que nos conforma y que llamamos energía, espíritu, alma.

¿Se acuerdan de aquel juego en que había que congelar la postura corporal al momento de la orden de engarrotarse o congelarse?  Así estamos ahora. Congelado-congelada cada quien en la circunstancia vital en que nos agarró la consecución de fases de emergencia. Me toca estar en una circunstancia cómoda pero no desahogada, y sin embargo con el privilegio enorme que significa tener opción de parar, de mirar, de pensar la complejidad.

Con la urbanización suficiente para que no falte agua, que el apagón por la tormenta sea momentáneo, con acceso cotidiano a Internet. Suficiente para que el mercado lleve la compra a domicilio. Para tener acceso a transporte público, es decir, posibilidad de trasladarse por la Ciudad en caso de ser necesario. Puedo entender lo fácil que es ponerse cómodo en lo que hay, sobre todo en comparación con donde no hay.

La calidad de lo humano, su misma definición, está sometida a revisión. Quizá es difícil ver su pertinencia desde nuestra pequeña burbuja territorial.

Muchas gracias a Libre en el Sur por la apertura, por la invitación, y felicidades por su aniversario.

*Vecina de la colonia General Anaya. Interesada en la participación ciudadana y en el lenguaje y las personas.

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