Un empujoncito
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Foto: Graciela López / Cuartoscuro
No ocurre solo con bienes claramente adictivos como el tabaco, el alcohol y las drogas. Consumir alimentos y bebidas poco saludables, no ahorrar, no hacer ejercicio, no cuidar el ambiente, no usar cubrebocas, son solo algunos ejemplos. Dar información tratando de apelar a la conciencia, puede no ser suficiente para la mayoría de las personas. Lo que necesitamos es un “empujoncito”.
POR ARANTXA COLCHERO
¿Por qué no dejamos de fumar, de tomar alcohol en exceso o de consumir drogas? ¿Será que no tenemos suficiente información sobre los efectos negativos que tienen para la salud? Sí lo sabemos en realidad, unos los saben más que otros, sin duda. Pero la satisfacción inmediata que produce su consumo, que puede ser por una compensación de vacíos, tristezas, angustias, inhibiciones, inseguridades, hábitos aprendidos, compite con cualquier evidencia, por más clara que sea, sobre cómo puede afectar nuestra salud en el mediano y largo plazos. Ya nos podría decir un familiar, una pareja o el gobierno mismo: “ya deja de beber tanto que te dará cirrosis”, “ya deja de fumar que te dará cáncer de pulmón”. Esos mensajes pasan por nuestra mente, pero no se quedan, no incentivan el cambio, no para todos al menos. Y no es que seamos malas personas o unos totales irresponsables, es más profundo…
Los economistas del comportamiento, a diferencia de los economistas clásicos, reconocen la existencia de sesgos humanos que nos llevan a comportamientos no racionales. Khaneman los describe como sesgos cognitivos, atajos de la mente que usamos para tomar decisiones, no siempre favorables. Hacemos uso de la heurística, para encontrar estrategias que justifiquen nuestros comportamientos. Y no ocurre solo con bienes claramente adictivos como el tabaco, el alcohol y las drogas. Consumir alimentos y bebidas poco saludables, no ahorrar, no hacer ejercicio, no cuidar el ambiente, no usar cubrebocas, son solo algunos ejemplos. Dar información tratando de apelar a la conciencia, puede no ser suficiente para la mayoría de las personas. Lo que necesitamos es un “empujoncito”.
¿Han visto cómo en el metro la mayoría de la gente prefiere usar las escaleras eléctricas? Las otras siempre están vacías. ¿Cómo hacer que la gente use las escaleras para hacer un poco de ejercicio sin decirle que “tiene” que hacerlo? Ya lo hicieron en el metro Polanco y en otras ciudades: pusieron un piano de escalera, al pisar cada tecla suena una nota. Un empujoncito. Brillante idea.
Los límites de velocidad, el alcoholímetro, el uso obligatorio del cinturón de seguridad, los impuestos al alcohol y al tabaco son estrategias de política pública que usan sanciones como desincentivos de conductas individuales poco favorables para la persona y que pueden afectar a otros. No nos gustan las sanciones, las multas o los impuestos, pero nos cuesta mucho cambiar y estas estrategias han sido exitosas. El sueño sería que estos “empujoncitos” se pudieran quitar algún día, que ya no los necesitáramos, que fuesen suficientes para crear nuevos hábitos, mayor conciencia.
La pandemia de COVID-19 nos ha puesto un enorme reto para encontrar estrategias que apelen a nuestra conciencia, que busquen que nos cuidemos y que cuidemos al otro. Necesitamos encontrar estrategias más efectivas, “empujoncitos” más creativos e integrales, de todos, sociedad y gobierno. Ojalá lo logremos para no dejarle todo a las vacunas.