Pan de azafrán
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El encierro me ha permitido encontrar espacios para no evadir la tristeza. Qué fortuna que las actividades de la vida cotidiana no me han impedido vivir este duelo, aunque sea en los pocos momentos que tengo para estar sola.
POR ARANTXA COLCHERO
En memoria de Sandra Sosa Rubí.
Sabíamos todos que llegaría ese día, pero no lo esperaba, no estaba lista. Nunca estamos listos para dejar ir a las personas que amamos. Peor aún, se atravesó la pandemia de COVID-19 y no te vi en un año. Cuántas veces dijimos que lo primero que haríamos al acabarse sería juntarnos en tu jardín con una rica comida y una copa de vino. Te daba gran ilusión pensar que a esa comida iría mi mamá y su esposo con el pan de azafrán que él prepara y que tanto te gustaba.
Lamento tanto no haberte procurado más en este año tan convulso, no haberlos acompañado y apoyado en los momentos difíciles de los últimos meses. Pero no supe con tiempo que no estabas nada bien, preferiste guardártelo y tengo que aceptarlo y entenderlo. Afortunadamente pude despedirme de ti. Aunque no estabas consciente, deseo que hayan llegado mis mensajes de cariño y los que me dejaron amigos que te querían mucho, para que te fueras tranquila y supieras que cuidaríamos de tus hermosas hijas y de tu esposo que con tanto amor y solidaridad te acompañó.
El encierro me ha permitido encontrar espacios para no evadir la tristeza. Qué fortuna que las actividades de la vida cotidiana no me han impedido vivir este duelo, aunque sea en los pocos espacios y momentos que tengo para estar sola. Nuestra amistad lo merece. Siento mucho dolor, sí, pero hay que vivirlo y aceptar que ya no estás aquí. Tu partida me confronta con algo que no podemos eludir: la impermanencia. La muerte es inevitable, no la evadamos, seamos conscientes de que puede suceder en cualquier momento. Solo esta consciencia nos permite estar y disfrutar plenamente el momento mientras estamos vivos. No nos damos el espacio para detenernos, observar, gozar, llorar, observarnos y aceptar. Y no es un lugar común, no es nada fácil, menos aún cuando pierdes a alguien.
Qué fortuna haberte conocido. Qué días aquellos en la universidad, nos bebíamos el conocimiento, compartíamos la vida, nuestras posiciones ideológicas, nuestros sueños y pesares, los amigos. Tú siempre más controlada que yo que era más impulsiva, más emocional. No olvidaré nuestras largas noches de desvelo haciendo trabajos en máquina de escribir, con ese anhelo por la perfección. Cómo admiraba tu empeño, tu dedicación, tu paciencia con los detalles. Disfrutarte con tu familia y la mía, en esas tardes de primavera, en la Toscana comiendo olivas y bebiendo buen vino, charlando con esa tranquilidad tuya que me hacía tanto bien.
Amiga de mi corazón, amiga del alma, no sabes cómo te voy a extrañar. Pero seguirás en mi corazón y en mis recuerdos.