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Gerardo Galarza Revista Digital Abril 2022

SALDOS Y NOVEDADES / Privilegiados

Los que vivimos en esas hoy lejanas épocas sabemos que el mundo no ha sido como es y también intentamos entender el por qué hoy es así. Somos generaciones privilegiadas.

POR GERARDO GALARZA

Ella dijo: no existe una razón y la verdad es fácil de ver. Procul Harum. “Una pálida sombra”.

Para quienes no tienen derecho a la “pensión del bienestar” o como se llame, es decir mayores de 65 años, el nombre de Gary Brooker poco dirá, salvo para los verdaderos expertos del rock de los años sesenta del siglo pasado.

Pues resulta que Gary Brooker se murió el pasado 19 de febrero, un día digamos poco propicio para el escribidor porque en días así numerados murieron su madre (que la tuvo) y también la abuela de su mujer, es decir la abuela y la bisabuela de sus hijas, quienes tuvieron la fortuna de conocerlas a las dos.

Gary Brooker fue el pianista y cantante de Procul Harum, aquel grupo inglés de “Una pálida sombra” (A Whiter Shade of Pale, es su título original, autoría del propio Brooker, Keith Reid y Matthew Fisher), el gran éxito de 1967. Una de las canciones que definen los años sesenta del siglo pasado.

El escribidor no puede evitar varias lágrimas cuando abre YouTube para verlos, jóvenes o viejos, cantando la misma canción, la de siempre, la que dicen que fue inspirada/basada en la música del un tal Joan Sebastian Bach y que también es, dicen, el inicio del rock progresivo.

“Una pálida sombra” es, dirán muchos y con razón, apenas de unos de los cientos de éxitos rocanroleros de los años sesenta del siglo pasado, que bien los refleja.

Quienes vivieron esos años somos ahora unos despreciables privilegiados. Ni modo, pues. Y mucho más ahora que es políticamente incorrecto hablar de privilegios. Pero ya qué. Andamos arriba de los 60 años y podemos y tenemos derecho a presumir nuestras vidas.

Los que vivimos en esas hoy lejanas épocas sabemos que el mundo no ha sido como es y también intentamos entender el por qué hoy es así.

Somos generaciones privilegiadas.

Los años sesenta del siglo pasado no son exactamente de 1960 a 1969. Hay muchos quienes creen, entre ellos este escribidor, que se iniciaron allá por el 1956 con Elvis Presley y James Dean y apenas terminaron en 1972 con el atentado en los Juegos Olímpicos de Múnich.

Pero cada uno puede hacer su propia década.

Ya no nos faltan muchos años, 20-30 en el mejor los casos, para desaparezcamos de la faz de la tierra, pero debemos estar orgullosos de haber sido testigos de las grandes hazañas y también de muchas vergüenzas del ser humano. Un día esos años serán parteaguas en las diferentes épocas del mundo.

A vuela pluma y a ojo de buen cubero, con “b” por favor, la lista es muy larga:

Fuimos testigos del nacimiento del rock and roll, y de Elvis Presley, The Beatles y The Rolling Stones (y todos los demás que son muchos): oímos en inglés a Bob Dylan, a quien hasta le dieron el Nobel de Literatura, y en español a la Joan Báez; y también al gran Joan Manuel Serrat; los mexicanos disfrutamos a José Alfredo Jiménez, luego vendría Joaquín Sabina; leímos en su momento al boom latinoamericano, que produjo dos premios nobel (Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, puñetazos entre ellos incluidos), y también a su contemporáneo, el mexicano Octavio Paz.

Vivimos el triunfo de la Revolución Cubana, la Guerra Fría, los asesinatos de John F. y Robert Kennedy; el aggionarmiento de la Iglesia católica; las luchas de Martin Luther King, Malcolm X y los Panteras Negras; la guerra de Vietnam; el movimiento hippie y el feminista; los movimientos estudiantiles de París, México y Berkeley; y la invasión soviética a Checoslovaquia.

Disfrutamos ver jugar a Pelé y a sus compañeros, quienes de 1958 a 1970 consiguieron tres campeonatos mundiales de futbol; los Juegos Olímpicos de Roma donde un etíope descalzo, Abebe Bikila, ganó la Maratón, y los de México donde dos negros estadunidenses (Tommie Smith y John Carlos) levantaron sus puños enguantados, -con la solidaridad y complicidad de un blanco australiano (Peter Norman, un héroe desconocido)-, en favor de los derechos y el poder de los negros del mundo.

Fuimos testigos del gran desarrollo de la tecnología y la carrera espacial, que permitió en 1969, el mero día de cumpleaños del escribidor, que dos hombres pisaran la luna y que llegó a los hogares por televisión en vivo; conocimos el primer trasplante de corazón; vimos a un papa (Paulo VI) salir de Roma por primera vez luego de siglos, subirse un avión y llegar a Nueva York para hablar ante la ONU; de la popularización de la televisión a color, de las grabadoras de sonido y de video, de los pantalones de la mujer y sus minifaldas y de los cabellos largos de los hombres y nos escandalizamos con en el ataque a los atletas israelíes en 1972 en Múnich, Alemania.

En México, supimos de la lucha de los ferrocarrileros de Valentín Campa y Demetrio Vallejo; del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia, de los movimiento médico (1966) del estudiantil (1968), de las guerrillas, de la Liga 23 de Septiembre y de la Guerra Sucia; vivimos la lucha por la libertad y por la democracia y su represión; también cantamos con los inicios de José José y Juan Gabriel.

Y no, no nos curamos de espanto.

El mundo y los humanos habrían de seguir sorprendiéndonos en los años siguientes. Y lo seguirán haciendo.

Pero nosotros vivimos los sesenta y fue un privilegio y, ni modo, es para presumir antes de que palmemos.

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