POR LA LIBRE/ Parques
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Parque Hundido. El emblemático Reloj Floral. Foto: archivo.
Debo reconocer que soy asiduo visitante de los parques, porque en ellos encuentro solaz y aire fresco y aunque sea un poco relativo me siento por un rato en contacto con la naturaleza…
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
Tengo la suerte –y el privilegio—de vivir enfrente de un parque. Hermoso, además. Y con una joya arquitectónica incluida: una capilla franciscana del siglo 16.
Es uno de los 26 parques que existen en la alcaldía Benito Juárez, que es una de las demarcaciones con más áreas verdes de esparcimiento en la capital. Y hay que reconocer que la mayoría de esos jardines, como el mío, están esmeradamente cuidados a pesar de la sequía que padecemos por el estiaje.
De los parques juarenses destaca el llamado Parque Hundido. Su nombre oficial es “Luis G. Urbina”, en honor del escritor, poeta y cronista mexicano (1868-1934). Es el más grande, además. Y, efectivamente está hundido. La explicación es que esos terrenos eran utilizados por una fábrica de ladrillos, allá a principios del siglo pasado, que de ahí extraían la tierra. Fue así que se formaron enormes socavones, que dejaron efectivamente hundido el predio de diez hectáreas que hoy ocupa el parque público y que antes de serlo fue una especie de bosque, llamado el Bosque de la Nochebuena.
En el Parque Hundido, que también me queda muy cerca de casa, está uno de los íconos de la alcaldía y de la ciudad misma: el Reloj Floral de 10 metros de diámetro, el segundo más grande del mundo, instalado ahí a principios de los setentas del siglo 20.
El otro gran parque emblemático de la Benito Juárez es el de Los Venados, así llamado por las dos fuentes presididas por sendos cérvidos de bronce, uno de los cuales fue robado hace más de una década. También tiene un nombre oficial: “Francisco Villa”, en homenaje al Centauro del Norte, cuya estatua ecuestre se ubica a la entrada del jardín, sobre la avenida División del Norte. Es, junto con el de Arboledas, uno de los parques más visitados por quienes gustan correr, caminar o hacer algún tipo de ejercicio.
Están también, bastante cuidados, los de las colonias Álamos y Postal y uno pequeñito en San Simón Ticumac. Otro que frecuento es el de Tlacoquemécatl, que algunos llaman “Jardín del Arte”, donde se ubica la parroquia del Señor del Buen Despacho y en cuyo entorno hay fondas emblemáticas de BJ, como la Fonda Margarita y Los chamorros de Tlacoquemécatl. Hay que señalar que las áreas enjardinadas de este parque están un poco descuidadas, quizá por la falta de agua para riego.
Hace poco por cierto redescubrí el parque de La Bola, en la colonia San José Insurgentes, del que pocos conocen su verdadero nombre: Parque de la Insurgencia. Mero enfrente hay un cafecito muy grato, donde se puede pasar una tarde espléndida en paz.
Me gustan también el “Esparza Oteo”, de la Nápoles y uno que me acaba de sorprender: el “Pascual Ortiz Rubio”, sobre el Eje 7 Sur Félix Cuevas, éste último sembrado de una gran variedad de especies arbóreas: jacarandas, eucaliptos, fresnos, pirules, cedros, pinos y algunas palmeras.
Están también el Parque Pombo, que en realidad es una especie de “zócalo” de la colonia San Pedro de los Pinos, con su kiosco de aires provincianos, sus áreas verdes y sus juegos infantiles frente al tradicional mercado público.
En casi todos los parques de la alcaldía, por cierto, se han instalado recientemente nuevos y modernos juegos para los niños, de un material plástico sumamente resistente, que cuentan con esclareas, toboganes, ventanas y otros recovecos que encantan a los pequeños. Algunos semejan castillos y otros tienen forma de carabela que surca el mar…
Debo reconocer que soy asiduo visitante de los parques, porque en ellos encuentro solaz y aire fresco y aunque sea un poco relativo me siento por un rato en contacto con la naturaleza. Pienso que es un espacio vital para los habitantes de cualquier ciudad y que deberían ser cuidados con el mayor cuidado, tanto por las autoridades como por los vecinos. Un punto importante a este respecto es el pedir a quienes acostumbran llevar a sus mascotas a pasear a los parques los mantengan, como indica la ley, con sus correas adecuadas y no permitan que ingreses en las áreas enjardinadas donde naturalmente pueden dañar a las plantas.
Hay otras calamidades que amenazan a nuestros parques, como las plagas de ratas y otra fauna masiva y la sobrepoblación de ardillas. Por lo demás, pienso que ya hay por fortuna una conciencia de conservación muy importante entre los vecinos de las colonias juarenses para preservar esos espacios. A lo largo de las décadas pasadas ha habido diferentes atentados contra ellos y sobre todo intervenciones indebidas de las propias autoridades. Caso célebre fue el intento de perforar en el año 2007 un pozo de extracción de agua en el parque de San Lorenzo, lo que provocó una movilización vecinal histórica para impedirlo. O el intento de construir dos torres de departamentos en pleno Parque Hundido, que también impidieron los residentes de las colonias circunvecinas; pero ya en otra ocasión les contaré esas historias. Válgame.