Ciudad de México, noviembre 21, 2024 21:20
Alcaldía Benito Juárez

Reponen, restaurada, Cruz Atrial de la iglesia de San Lorenzo, en Tlacoquemécatl

Hace tres años la Cruz fue dañada la por la rama de un árbol que cayó durante una tormenta.

Realiza limpieza mayordomía del templo franciscano del siglo 16 en preparación de las festividades patronales del mártir, el domingo 14.

STAFF/LIBRE EN EL SUR

En vísperas de las festividades patronales de San Lorenzo Mártir, el próximo 10 de agosto, fue restituida la Cruz Atrial de la capilla franciscana erigida en el siglo l6 en honor del santo que había sido derribada hace tres años por la caída de una rama.

El templo, que está catalogado como Monumento Histórico por el Instuto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desde 1932, se encuentra en la esquina norponiente del parque de San Lorenzo, entre las calles Manzanas y Magnolias de la colonia Tlacoquemécatl del Valle de la alcaldía Benito Juárez.

La Cruz de piedra basáltica se localiza  en la parte frontal del templo, precisamente en lo que era el atrio del mismo antes de una modificación llevada a cabo en los años sesenta del siglo pasado, cuando se suprimió un cementerio que ahí se encontraba.  

A principios de la pandemia, en junio de 2019, la parte superior de la Cruz fue parcialmente derribada por una enorme rama que cayó durante una tormenta.

El trozo caído fue rescatado originalmente por la mayordomía del templo colonial y entregada a la alcaldía Benito Juárez, que a su vez la devolvió a la iglesia para su custodia.

La Cruz, con la capilla colonial de San Lorenzo atrás.

Las cruces atriales son esculturas generalmente de piedra creadas por los frailes mendicantes, en este caso franciscanos, en los atrios de las iglesias, señalando simbólicamente el centro de las poblaciones dada su disposición entre el eje longitudinal y transversal del atrio.

Laura García, una de las asistentes, explicó que la cruz fue en efecto conservada en el interior de la capilla y finalmente, con el apoyo de un vecino, restaurada y repuesta en su pedestal del atrio, en el que está inscrito únicamente el año de “1600”, sin mayor explicación.

Indicó que actualmente se realizan labores de limpieza en el recinto, en preparación de las fiestas patronales que iniciarán la víspera del miércoles 10 de agosto con la colocación con la tradicional portada floral, que previamente será llevada por los vecinos en una procesión por las calles del antiguo barrio de Tlacoquemécatl  Xochimanca.

El propio día de San Lorenzo, 10 de agosto, habrá “mañanitas” al santo e  las 7:00 a.m. y el siguiente domingo, día 14, se realizará la fiesta patronal con diferentes actividades, que esta vez tendrán un sentido más cultural.

Los organizadores de la celebración comentaron que esta vez se reducirá a 12 el número de cohetes de estruendo, que se harán tronar en horas previamente programadas, para evitar en lo posible molestias a los vecinos, particularmente adultos mayores y personas vulnerables.

El tema de los cohetes en las fiestas tradicionales ha sido motivo de polémica en fechas recientes, sobre todo por las quejas vecinales en el sentido de que los estallidos asustan y causan “estrés” a sus mascotas, mientras otros defienden el valor cultural e histórico de las celebraciones populares, algunas de ellas –como en el caso de San Lorenzo—con una antigüedad de varios siglos.

Defienden también el hecho de que los habitantes de esos pueblos originarios estaban ya ahí mucho antes de la urbanización de la antigua capital mexicana y la construcción de nuevos desarrollo condominales.

Esta vez, como ha ocurrido en los últimos dos años con motivo de la pandemia, no habrá juegos mecánicos pero sí, además de las misas, verbena, danzantes, función de lucha libre, festival artístico y exhibición de motocicletas acrobáticas.

La fiesta culminará como es tradicional con la quema del castillo pirotécnico, que esta vez tendrá mayor atractivo visual y menor estruendo de cohetes.

A esta festividad, como ocurre en otros pueblos y barrios originarios, suelen asistir año con año antiguos habitantes de la zona que a través de los años fueron desplazados por el desarrollo inmobiliario que elevó la plusvalía de estas tierras.

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