Microsismos son prevención
No hay mayor peligro ni debe cundir el pánico. Pero una experta del Instituto Sismológico Nacional recomienda llevar un “diario” sobre fisuras superficiales en inmuebles a fin de evitar desgracias posteriores ante sismos grandes.
FRANCISCO ORTIZ PARDO
Los microsismos no son resultado ni del exceso en la construcción de edificios ni de los pozos de extracción de agua o las obras subterráneas como las líneas del Metro. Pero pueden ser un factor clave en la prevención de pérdidas humanas.
El veredicto es rotundo, de acuerdo con Delia Bello, maestra en Ciencias de la Tierra e investigadora del Instituto Sismológico Nacional. Los capitalinos –explica en entrevista— se vuelven temerosos ante tales eventos primero y por obvias razones dadas las tragedias ocurridas en los terremotos de 1985 y 2017 y, por el otro lado, que no estamos acostumbrados a los microsismos como sí quienes habitan ciertas zonas de permanente actividad sísmica, como los linderos de las costas de Oaxaca, “donde puede haber un pequeño movimiento cada 10 minutos o cada hora, como ocurre en Pinotepa Nacional y la gente ya ni siquiera se fija o le da importancia”.
La especialista explica que, aunque un microsismo se puede sentir como un “brinco” o un “jalón”, es fugaz y tal percepción se debe a que justo se vive sobre el epicentro, cuyas ondas han de expandirse aunque el movimiento es horizontal en realidad. “Es como la teoría del péndulo de Newton”, ilustra.
Existe una hipótesis –matiza la también investigadora y profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM— de que los hundimientos que por décadas se han dado en la ciudad pueden estar asociados a estos microsismos, pero no hay resultados concluyentes que lo permitan sostener.
Ante tal afirmación, la reflexión obvia es porqué los microsismos en la ciudad se sienten más que antes. Y la experta tiene la respuesta: Hay ocasiones, no siempre, en que fallas del subsuelo, milenarias, se activan tras un sismo fuerte, en estos casos los del del 19 de septiembre del 2017 y 2020.
Dicha actividad provoca la expansión de la energía en forma de ondas a profundidades de entre un kilómetro y dos kilómetros, por lo que es imposible atribuir las sacudidas a la construcción de obras, que aunque sean de grandes dimensiones sus cimientos son superficiales, o pozos de extracción de agua, que llegan a medir 120 metros de profundidad.
Sobre las consecuencias probables de estos microsismos, dos de los cuales se presentaron apenas los días 18, 20 y 21de abril con gran revuelo y angustia entre vecinos de las demarcaciones centrales, principalmente Álvaro Obregón, Benito Juárez y Coyoacán, el conocimiento de Delia Bello ayuda a calmar los nervios.
Primero, porque las cartografías de Ciudad de México han dejado registrado que ninguno de los microsismos en la capital mexicana ha sobrepasado los 3.5 grados; y segundo porque los daños estructurales no ocurrirían por debajo de los 5 grados, la magnitud que sí puede impactar en afectaciones mayores.
Esa es la misma razón por la que las alarmas sísmicas no se activan con temblores de tan baja intensidad, así se trate de los epicentros donde se generan.
Lo que sí es importante saber es que los microsismos pueden ayudar en la prevención, cuando dejan rastros en acabados, como grietas que desprenden pinturas o los recubrimientos de las paredes, para lo cual es importante llevar un registro, incluso “un diario”, para que en determinado momento sean revisados por ingenieros civiles o estructurales a fin de alertar sobre riesgos ante un sismo grande.
Las fallas que están provocando estos microsismos desde septiembre del 2017 forman parte de la Faja Volcánica Transmexicana, que cruza desde el Volcán de Colima al Pico de Orizaba. En la parte oriental de las alcaldías Benito Juárez pasa una fractura que va de la colonia Doctores hacia Coyoacán, atravesando la colonia Del Valle.
De ahí que el microsismo del 20 de abril (de apenas 2.4 grados) tuviera su epicentro en la esquina del Eje 7 Sur Félix Cuevas y Avenida Coyoacán, justo dende se ubica la grandiosa obra arquitectónica de Mario Pani, el Centro Urbano Presidente Alemán, que por prácticamente 75 años ha resistido todos los temblores.