Amor
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“Es triste ver que ahora se celebra más el fin de año que el 25 de diciembre. ¿Me pregunto si las personas asociarán aquella fecha con el amor o más con ponerse calzones de colores?”
POR LUIS MAC GREGOR ARROYO
En la Navidad se celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret, personaje al que muchos veneran como al hijo de Dios, otros lo ven con simpatía y otros simplemente ni les va ni les viene o, inclusive, prefieren no tener nada que ver con él: sin embargo, hay quienes afirman que Jesús es amor. Independientemente de lo que creamos o no de ese personaje, que vivió aproximadamente hace dos mil años, la verdad es que la palabra amor es básica para muchos de nosotros cada 25 de diciembre.
Pero qué hemos hecho para amar al prójimo, a la naturaleza o a nosotros mismos en nuestra vida… ¿Vemos a nuestros seres queridos aunque sea en esa fecha? ¿Nos buscan y piden que compartamos con ellos la cena de Nochebuena o el recalentado de la Navidad? ¿A cuántos necesitados hemos ido a repartir mantas contra el frío durante el año como un gesto de caridad o amor? ¿Cuántas veces en el último lustro hemos salvado nuestra relación amorosa o simplemente como Grinch cualquiera no nos hemos esforzado y vamos con lo que sigue?
No puedo hablar por lo que desconozco, pero sí puedo hacerlo por mi propia experiencia. Antes –más joven que ahora– era mucho muy tímido, no me atrevía a decirle ni hola a alguna mujer que me gustara. Así que dejé pasar oportunidades de oro –por docena– para tener un noviazgo. Lo mismo con algunos de mis trabajos. Estudié comunicaciones y los azares de la vida me encaminaron durante una época a tener que hacer la lucha por ser periodista.
No llegué a ser relevante en ello y se me fueron oportunidades increíbles; pero dentro de mis desaciertos –tal vez hasta en la mitad de las ocasiones– la culpa la ha tenido el querer ser responsable. Cuando menos en un par de ocasiones por no aceptar línea decidieron prescindir de mis servicios, llevándome a perder buenos puestos y salarios respetables. Cabe hacer mención de que hay verdaderos héroes en la profesión en algunos diarios, donde realizan su mejor esfuerzo por ser veraces y objetivos, y el pago es más el agradecimiento del lector, por tener dónde enterarse de lo que ocurre, que un salario digno ofrecido por su empresa en reconocimiento a su labor.
Incluso alguna vez rechacé que me enviaran de corresponsal a lugares paradisíacos, todo pagado, por no querer dejar de decir la verdad. Es triste pero la labor de reportero muchas veces es ingrata pues hay que hacerle la barba al patrón poniendo en la noticia a reportar lo que él quiere y no lo que es. Muchos de quienes ceden acaban con fortunas que no se sabe de dónde vienen o con casas que con su salario regular no les sería posible costear.
Aquellos que valerosamente siguen adelante a veces se dedican a otro giro dentro de la carrera o, de plano, prefieren hacer algo más.
Pero el amor no sólo es decir la verdad. En mi vida también tengo mis culpas como haber intimado con varias mujeres sin pretender más, cuando ellas realmente querían emprender algo serio. Algunas de ellas realmente guapas o interesantes. Así, muchas veces uno va por la vida que da frutos de amor y uno simplemente muerde y tira, como si se tratara de un pasatiempo… Y uno se la pasa diciendo “la que sigue será la buena”.
A veces desperdiciar una oportunidad puede costar varios años de sequedad. Cada vez son menos los manuales en nuestros días que nos enseñan a apreciar que con el amor no se juega. Diferente es hacer la lucha y que a uno no le salga la jugada; pero es mejor intentar a andar picándole de aquí y de allá: al menos esa es la conclusión a la que he llegado.
Independientemente de la creencia que uno profese, en casi todas lo que se enseña es a amar y en muchas ocasiones se pone al amor como el fin último para estar iluminado, más allá de maya o para llegar al cielo (si se es cristiano).
El amor es un término que nos merodea todos los días. Algunos viven con la esperanza de encontrarlo, y eso es lo que les da energía para vivir diariamente; para otros, en cambio, es una realidad: aman, tienen pareja, ayudan a los necesitados, siguen a un dios bueno y esperan llegar al estado de nirvana con el desapego (esto último algo con lo que yo no estoy de acuerdo), que para mí sería más bien el dar y compartir con los demás e involucrarse en los grandes huecos de bien existentes: como los del medio ambiente y el de ayudar a los pobres.
Es triste ver que ahora se celebra más el fin de año que el 25 de diciembre. Me pregunto si las personas asociarán aquella fecha con el amor o más con ponerse calzones de colores para tener fortuna, dinero y amor, en vez de obrar con coherencia para tenerlos. Como última acción que he emprendido para estar en el camino del amor es donar frijoles para los pobres a quienes no les alcanza para completar su mes. Así, como complemento, también ayudo a formar las despensas que se les dan, esto es en un inmueble católico. No sé pero si uno desea amar –en tiempos tan difíciles como los actuales–, uno debe de buscar cómo y dónde hacer algo, no es tiempo de andar con los brazos cruzados.