Ciudad de México, noviembre 24, 2024 06:17
Dar la Vuelta Opinión Patricia Vega Revista Digital Enero 2024

DAR LA VUELTA / Cartas a los Reyes Magos: Creer, esa magia en nuestras vidas

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

“Al mismo tiempo que doy nuevamente la bienvenida a la magia en mi vida, decido creer en que, como género humano, todavía podemos rectificar el camino”.

POR PATRICIA VEGA

Queridos Melchor, Gaspar y Baltazar:

Hace tiempo que no les escribo. Sin embargo, permanece en mi memoria uno de sus muchos actos de magia que corresponde a la época en que mi familia decidió establecerse de manera permanente en la ciudad de México, a partir de la segunda mitad de la década de los años sesenta del siglo pasado.

Recuerdo con gran claridad un 6 de enero en particular: mi mamá me despertó con la noticia de que ustedes, los Tres Reyes Magos le habían encargado que me comprara, en su nombre, un par de zapatos que yo había visto en un aparador y que me habían gustado muchísimo.

Al llegar a la zapatería, ubicada en la céntrica colonia Juárez de la hoy Alcaldía Cuauthémoc, me probé dos pares de zapatos de charol: uno blanco y otro negro. Mi mamá, María Teresa—acompañada de su entonces inseparable hermana, mi tía Silvia– me preguntó varias veces “¿qué par quieres?” porque tenía que escoger y yo… ¡no podía decidirme! Tanto los zapatos blancos como los negros, me encantaban. Finalmente, a regañadientes e indecisa todavía, tuve que optar por uno de los pares. Luego, mi mamá pagó y pidió que le envolvieran el par para para luego regresar a casa, tal como ustedes le habían pedido, una vez cumplida esa delicada misión. De seguro se acuerdan de la anécdota.

Pues bien, al llegar a casa, al final de la cena nos esperaba la tradicional rosca de pan con chocolate, lo que dio paso a una pequeña pero imborrable convivencia familiar. De repente mi mamá me dijo: “a ver, enséñanos los zapatos que te mandaron Los Reyes”. Recuerdo que me levanté y corrí por el envoltorio y, al abrirlo, me llevé una gran sorpresa: ¡había un zapato blanco y uno negro!

Primero pensé que la señorita que nos atendió en la zapatería se había equivocado y que tendríamos que regresar a cambiar el par por los zapatos correctos. Luego, mi mamá con gran dulzura me explicó que ustedes, como Los Reyes Magos que eran, se habían dado cuenta de mi indecisión y concluyeron que lo mejor era regalarme los dos pares.

Durante algunos años más me acompañó la creencia de que ustedes, mis queridos Melchor, Gastar y Baltazar, emisarios que provenían del Oriente para celebrar el nacimiento del niño Jesús, de pasada habían leído en lo profundo de mi corazón y descubierto así mi deseo por los dos pares de zapatos.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces y, sin saber cómo ni cuándo, dejé de escribirles para contarles mis anhelos, resumir mi comportamiento durante el año y, por lo tanto, pedir lo que yo sentía merecer. Ahora, mis queridos Melchor, Gaspar y Baltazar, reanudo la tradición de escribirles una carta convencida de que deseo que mi vida continúe llena de magia, como lo estuvo durante mi infancia,

A mis 66 años, cumplidos apenas el año que acaba de terminar, caigo en la cuenta de que una, como persona adulta, decide en qué creer y en qué no. Decide qué sueños mantener y cuáles no. Decide vivir bajo la ilusión de que la magia existe y que, por lo tanto, nuestra vida puede ser mágica.

Les escribo con plena conciencia de lo que significa el volver a creer en su mágica existencia. Les cuento que me he convertido en una periodista que ejerce su oficio con responsabilidad y cuidado; que sigo interesada y llena de curiosidad por el mundo que me rodea y así trato de reflejarlo en lo que escribo. Que a lo largo de todo el 2023 me he comportado dentro de mi comunidad y país de la mejor manera que me ha sido posible. También reconozco he sido una buena hija al hacerme cargo de mi mamá, que el próximo 16 de enero cumplirá 90 años y que agradezco la oportunidad de estar junto a ella para apoyarla en esta última etapa de su vida.

También les escribo con la seguridad de haber sido durante muchos años y en general una buena compañera de vida, con mis pequeñeces y grandezas. Les cuento, aunque ya de seguro lo saben, que actualmente enfrento retos inesperados de salud que demandan toda mi entereza y voluntad de renovar mi fe en un orden superior del mundo. Les confieso que me continúa intrigando de manera ontológica ese misterio que llamamos vida y muerte en un Universo, tachoneado de estrellas, en particular la Vía Láctea bajo cuyo brillo nací, un 25 de julio, el mismo día que el Apóstol Santiago.

No me queda más que admitir que al mismo tiempo que doy nuevamente la bienvenida a la magia en mi vida, decido creer en que, como género humano, todavía podemos rectificar el camino y conservar la esperanza en un mejor mañana.

Finalmente les describo mi más ardiente deseo.

Deseo con todas mis fuerzas que esa estrella de Belén que guió sus pasos para llegar al lugar en el que ofrecieron sus regalos al recién nacido Jesús, guíe ahora nuestros pasos hasta lograr construir un mundo y un presente más benevolente para todas las criaturas que habitan este planeta llamado Tierra.

Con gran humildad y con la terca necesidad de creer en su magia, les abraza con enorme cariño y nostalgia, Patricia Vega.

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