Ciudad de México, junio 14, 2025 21:32
Francisco Ortiz Pardo Opinión Revista Digital Junio 2025

EN AMORES CON LA MORENA / Trabajar en ruedas

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“Los trabajadores sobre ruedas no solo pedalean: sortean la indiferencia, la hostilidad de los automóviles, la falta de reglas claras y la burocracia que nunca los mira”.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

El policía del Parque Hundido no sabe qué responder cuando le pregunto por qué permite que varios dueños suelten a sus perros en los andadores, en el área de ejercicio y también —lo más grave— en la zona de juegos infantiles, donde niños pequeños corren, tropiezan y pueden ser alcanzados por un can sin correa. Va uniformado de negro, ajustado, con gorra y montado en una bicicleta oficial —una patrulla sin sirena, sin prisa, sin función clara. Le llaman “policleto”, aunque no patrulle nada. “No hacen caso”, me responde finalmente, frente al enorme reloj floral, como si no existiera una Ley de Cultura Cívica que obliga a esos dueños a llevar a sus perros sujetos con correa. Lo dice con resignación, como quien sabe que su trabajo es difícil por inútil.

En esos mismos andadores, como en muchas otras banquetas de la ciudad, circulan también otros trabajadores sobre ruedas. Algunos con prisa legítima, otros con una imprudencia que los pone al mismo nivel de las motocicletas que invaden ciclovías y banquetas. Suben sin freno ni aviso, y casi atropellan a una señora con bastón, a un niño con globo, al oficinista, que también recibe gritos por su “distracción”.

Policleto en el Parque Hundido.

En Ciudad de México, según datos del INEGI, el 20% de los hogares cuenta con al menos una bicicleta como medio de transporte. Este porcentaje varía según la alcaldía: en Tláhuac, por ejemplo, el 36% de los hogares dispone de una bicicleta, y muchas de ellas no sólo se usan para el traslado individual, sino también como taxis. Son triciclos adaptados, parecidos a los rickshaws de la India: estructuras con techo de lona, asiento de pasajero y un pedaleo que a veces ha sido sustituido por motores rudimentarios, pero que conservan el esfuerzo humano como propulsor de la economía popular.

Los trabajadores sobre ruedas no solo pedalean: sortean la indiferencia, la hostilidad de los automóviles, la falta de reglas claras y la burocracia que nunca los mira.

Es curioso: en una ciudad que rara vez se mueve con sentido, ellos pedalean. Algunos lo hacen con uniforme fluorescente de aplicación digital, otros con la camisa sudada del pan de barrio, otros más con una vaporera amarrada a la parrilla trasera y el grito agudo de “¡tamales calientitos!”. La ciclovía del Eje 7 Sur, por ejemplo, se convierte cada tarde en un desfile de necesidad y de ingenio. ¿Y si tienes hambre? Pues mejor bájate a buscar a alguno de ellos antes que abrir una app.



No todo lo que rueda tiene solo dos llantas. En La Merced o en Tepito, también sobreviven los triciclos de carga, los carritos de cuatro ruedas adaptados con una caja de carga donde llevan la mercancía de una bodega a otra, como si la informalidad también tuviera una infraestructura invisible. Pero mejor no te les cruces en la banqueta. No pararán.

Supongo que ellos también sufren accidentes, a veces mortales, pero no gozan de la misma prensa. No tienen la misma exposición en medios, ni son tomados en cuenta como los activistas del pedal, cuya narrativa siempre aparece en columnas, conferencias o campañas con enfoque ecológico.

Uno de esos casos fue el de Daniel Tadeo Méndez, un joven repartidor de comida por aplicación que perdió la vida el 8 de marzo de 2023 en la colonia Portales, cuando una pipa de gas invadió el carril de la ciclovía por donde él circulaba. Murió en el acto. El caso apenas fue mencionado por algunos medios locales y desapareció sin escándalo alguno, como suele pasar con quienes no tienen portavoz.


A veces ellos me hacen recordar, con un aire de nostalgia de tiempos que no viví, aquellas películas italianas como El cartero o Ladrón de Bicicletas. Hay en su pedalear un aire melancólico de historia obrera, de postguerra sin guerra, de poesía improvisada entre baches y claxonazos. Pero no hay guión, ni toma dos: hay sudor, hay prisa, hay subsistencia.

Y ahora que se acerca el 3 de junio, Día Internacional de la Bicicleta, no sé si ellos festejarán. No sé si lo vivirán con el orgullo deportivo de quien pedalea por salud o placer, o si lo dejarán pasar con la misma indiferencia de quien ya no tiene más opción. Para ellos, que pedalean por necesidad, el uso de la bicicleta no es una decisión ni una ideología: es una forma inevitable de atravesar la vida. Al contrario de quienes ven en el ciclismo un acto alternativo de gozo, de libertad y de sueños, ellos pedalean porque no hay de otra.

Trabajar sobre ruedas no es una metáfora. Es una forma de vivir. Una coreografía desordenada entre el pavimento, el sudor y el olvido. Eh… trabajar sobre ruedas. Nada más.

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