Ciudad de México, noviembre 22, 2024 08:54
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Tiran el Moderno, cine legendario en la colonia Del Valle donde surgió el grito de '¡cácaro!'

Con la destrucción irregular del legendario Cine Moderno de la colonia del Valle –una joya histórica y arquitectónica– se prolonga la devastación cultural en la delegación Benito Juárez. Libre en el Sur advirtió desde hace 32 meses que el edificio estaba en venta, pero a nadie importó salvarlo. Ahora las autoridades delegacionales obligaron a suspender la obra de demolición , pero ya el daño es irremediable.

A continuación se reproduce íntegro el texto publicado en abril de 2008 en la versión impresa de Libre en el Sur, en el que se da cuenta del patrimonio que ahora, sin más, es destruido. Entre otras cosas se recuerda cómo fue ahí donde surgió el popular grito de “¡cácaro!” con el que los espectadores mexicanos acostumbraron por décadas reclamar las fallas en cualquier proyección, así como las peripecias en el lugar de Roberto Gómez Bolaños y sus amigos cuando eran jóvenes. También se consigna una denuncia: El México actual va contra la historia y la preservación de los inmuebles de importancia..”
Al cumplirse 62 años de que abrieron las puertas del Cine Moderno de la calle de Mier y Pesado, sus dueños han decidido ponerle precio a las ruinas y los recuerdos: 18 millones de pesos. Quien pague esa suma, podrá disponer la destrucción de uno de los inmuebles más emblemáticos de la centenaria colonia De Valle.
El Cine Moderno se inauguró oficialmente el l 5 de abril de 1946, aunque algunos aseguran que un par de años antes ya se disfrutaban ahí las películas de moda. El lugar era bastante amplio, contaba con 1,100 butacas divididas en dos zonas: luneta y gayola. La primera era para la ‘gente bien’, pues costaba 40 centavos; a la segunda sección, por la que se pagaban 20 centavos, llegaban “las pandillas, las muchachas, la gente chafa”, cuenta Manuel Servín, quien conoció bien a los asistentes y sus anécdotas. Los sábados, a la función de las seis, llegaban los ‘clubes’ juveniles de la colonia: Los Aracuanes, Santa Rita, Los Mitchum, Corpancho y Las Panteras… “El cine era de jaleo los sábados”, recuerda Servín. Entre las fechorías de las pandillas estaba la de amarrarle latas a un gato y después soltarlo por la sala para que hiciera escándalo; la otra, también muy común, era la de aventar al gato a luneta para que cayera sobre alguno de los espectadores o arañara la pantalla, según recuerda Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, en su libro autobiográfico Sin querer queriendo (ed. Aguilar 2006).
Otros personajes que también se prestaban al barullo eran el paletero y el que vendía los dulces afuera del cine. En aquella época las películas hablaban sobre el tema del momento, la segunda guerra mundial, y cada una venía de un país diferente, por lo que el paletero ofrecía sus productos de acuerdo a la nacionalidad del filme, causando la risa y las bromas entre los más jóvenes. Por su parte, el de los dulces vendía tubitos de vidrio llenos de chochitos de colores, usados como cerbatanas y balas contra los cinéfilos. Los romances también surgían en gayola. Ahí se hacían las primeras conquistas o se llevaba a la novia para tener algo más que unos cuantos besos. Aunque el cine era familiar, pronto se asentó que los sábados acudían los jóvenes de la colonia, entre los que estaban incluso futuros presidentes de México: Luis Echeverría y José López Portillo. También llegaban a esa función muchachas de familias distinguidas de la colonia, que acompañaban a las pandillas en sus andanzas.
En ese lugar también surgió el tradicional grito “¡Cácaro!”, de cuando tienen defectos los filmes. Resulta que el proyeccionista del cine –que era cacarizo– cortaba las películas para irse más temprano. “Cacarizo no seas bandido”, le gritaban los espectadores. Historias como esas existen muchas más. El gusto por el Cine Moderno duró más de tres décadas, aunque nadie recuerda cuándo cerró sus puertas definitivamente. Manuel Servín sabe que en los ochenta hubo “algunas funciones con películas de terror”. Ahora el lugar se encuentra en ruinas. Como si fuese una broma, hasta arriba en su fachada todavía están unas letras de concreto con la palabra “Moderno”. Cinco familias habitan departamentos que están sobre lo que fue la sala de proyecciones. Próximamente ya ni eso…”El México actual va contra la historia y la preservación de los inmuebles de importancia…desde los aztecas construimos encima de lo anterior y no al lado”, dice Servín con nostalgia y resignación.
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