Ciudad de México, abril 19, 2024 10:48
Revista Digital Enero 2022

Cartas a los Reyes Magos / Butacas llenas, actores libres

Que lo diferente y lo excéntrico se vuelva positivo, que la sensibilidad y la vulnerabilidad sea respetada y valorada, que la fragilidad sea validada y que se erradique cualquier abuso o competencia violenta.

POR DANIELA RODRÍGUEZ

Queridos Melchor, Gaspar y Baltasar:

Seguramente sé preguntarán qué hace una actriz de 30 años escribiéndoles una carta después de dos décadas de silencio. Regreso a ustedes porque creo que, a través de su magia, pueden convertir mis deseos en realidad.

A lo largo de los años he descubierto que ser actriz significa muchas cosas: independencia laboral, la oportunidad de ser sensible, la libertad de elegir los proyectos en los que se participa y el poder de comunicar a través del trabajo. Sin embargo, la actuación tiene sus oposiciones: la inestabilidad laboral, las diferencias salariales, el constante rechazo, los inexistentes servicios médicos, el abuso, el acoso, las condiciones de trabajo, la tardanza en los pagos y esa discriminación tan característica que surge a partir de los estereotipos.

Por lo tanto, mi primer deseo es que seamos actores y actrices libres, con la opción de usar nuestra voz para vivir una vida digna, que cada compañero y compañera tenga el derecho a enfermarse y a ser atendidos, que nos desarrollemos en espacios respetuosos y que cobremos merecidamente – y a tiempo – por nuestro trabajo, que todas/os podamos crear sin el miedo al acoso, a la violencia o la discriminación. Que podamos ejercer nuestro oficio con pleno reconocimiento público y social, y así consolidar nuestro estatus profesional.

Hoy veo que el teatro mexicano está contaminado por estructuras sociales y de poder, las cuales inducen la mutilación de las voces, los cuerpos, las mentes y las emociones de las actrices e intérpretes. Varias veces he oído decir que estamos locas, y eso se debe a que nuestros comportamientos no suelen ser los convencionalmente aceptados; la cosificación de la mujer y el privilegio histórico del poder masculino no ha permitido que la empatía llegue. Por eso, mi segundo deseo es que lo diferente y lo excéntrico se vuelva positivo, que la sensibilidad y la vulnerabilidad sea respetada y valorada, que la fragilidad sea validada y que se erradique cualquier abuso o competencia violenta. Deseo que tengamos la libertad de ser rebeldes, de ser locas imperfectas al apropiarnos de nuestra voz, de nuestras emociones, de nuestro cuerpo y de nuestro instinto creador; que cada actriz e intérprete brille a su manera.

Por último, y no menos importante, deseo que los teatros se llenen, que en cada butaca haya un espectador sediento de experiencias, emociones y reflexiones; espectadores que quieran confrontar su realidad y establecer vínculos.


Actriz.

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